Cultura

Cuarenta años después, un monumento mexicano en tierra dominicana todavía espera su rescate definitivo

En 2019, el monumento al fraile dominico defensor de los indígenas nativos de República Dominicana, obsequio de México, fue rehabilitado sin recuperar el sentido profundo con el que se le dotó hace 40 años, denunció el hijo de Pedro Ramírez Vázquez.

Monumento a Fray Junipero Serra
La construcción del monumento a Fray Antón de Montesinos y su museo adyacente fue encomendada, en enero de 1982, a Biconsa. La construcción del monumento a Fray Antón de Montesinos y su museo adyacente fue encomendada, en enero de 1982, a Biconsa. (Cortesía de Javier Ramírez Campuzano.)

Al monumento a Fray Antón de Montesinos, regalo de México a la República Dominicana, solamente le dieron una “mano de gato” que ni recupera ni respeta el compromiso original, sostiene el arquitecto Javier Ramírez Campuzano cuando se le pregunta por la reciente “rehabilitación y puesta en valor” que las autoridades de la ciudad de Santo Domingo aplicaron al conjunto diseñado y ejecutado por su padre, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, hace 40 años.

Y aunque en la actualidad el monumento forma parte de la imagen de los XXV Juegos Centroamericanos y del Caribe, que se llevarán a cabo en 2026, el concepto original se ha deslavado y el proyecto, que incluía un planteamiento de renovación urbana para la capital dominicana, sigue sin completarse.

Después de décadas de abandono y deterioro, el monumento fue rehabilitado entre 2019 y 2020, al margen del proyecto original y sin acudir a las fuentes mexicanas que lo sustentaron. En ese proceso de rehabilitación tampoco se consideró desarrollar la gran avenida que vincularía al regalo mexicano con la zona colonial de la capital dominicana. Esa avenida quedó establecida como compromiso en un documento de 1981, firmado por Roberto L. Berges, director en ese entonces de la Oficina de Patrimonio Cultural de la presidencia de la República Dominicana.

Desde1981 se estableció que, para el trazo de la avenida considerada en el proyecto del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, se requería la expropiación de algunos predios, la reubicación de sus ocupantes y la demolición de las construcciones que se encontraban en la zona. Así lo reconocieron las autoridades dominicanas, e, incluso, dejaron asentado en el documento que, si Ramírez Vázquez consideraba necesario ampliar la “zona de demolición” para efectos de la ejecución de la obra, no existían inconvenientes.

Pero, en ocasiones, las palabras se quedan olvidadas entre los papeles; los compromisos se olvidan, las promesas se quedan a medio cumplir. Esa es la historia del regalo de México a la República Dominicana.

La construcción del monumento a Fray Antón de Montesinos y su museo adyacente fue encomendada, en enero de 1982, a Biconsa, una de las dos empresas mexicanas del ramo de la construcción, que operaban en la República Dominicana. Costó 85 millones de pesos que el gobierno de México dio por bien gastados en lo que se definió como un homenaje al que consideraron “el primer defensor de los derechos humanos en el mundo”. Salido de las manos del escultor Antonio Castellanos, armado con bronce mexicano y cantera dominicana, estuvo a tiempo para que el presidente de México, José López Portillo la entregara al pueblo dominicano el 12 de octubre de 1982.

La crisis económica que afectó a México al fin del sexenio impidió que se desarrollara por completo el contenido del museo, pero en el archivo Ramírez Vázquez se conserva el guion que se desarrolló para el proyecto, y que Javier Ramírez Campuzano atribuye al reconocido museógrafo Alfonso Soto Soria, quien participó en espacios tan destacados como el Museo Nacional de Antropología y el Museo Franz Mayer.

No solo nunca se construyó la avenida planeada, sino que monumento y museo dejaron de recibir atención por parte de las autoridades de Santo Domingo. A la distancia, Pedro Ramírez Vázquez estuvo atento al destino de su obra. Poco a poco se fue enterando del descuido. En julio de 2009, escribió al entonces embajador mexicano en la República Dominicana, Enrique Loaeza Tovar, para solicitar su intervención: “Es penoso y lamentable apreciar ahora el nulo cuidado y aprecio que la República Dominicana le tiene al valor universal de este personaje……las jardineras ya no tienen árboles, la iluminación ya no existe, los pisos están deteriorados y el sitio es refugio de vagos, malvivientes y se encuentra lleno de basura… se manifiesta el poco valor que este país le da al testimonio material que con mucho esfuerzo el gobierno de México hizo para poder erigir esta obra…”

La buena voluntad y el orgullo por la obra propia que alienta en todos los creadores hicieron que Ramírez Vázquez se mantuviera al pendiente del destino del monumento a Montesinos. A fines de 2011, tuvo noticia de que empezaban a desarrollarse esfuerzos por mejorar el sitio, prácticamente a la orilla del mar, donde se encuentra el monumento. Envió una carta al entonces embajador de la República Dominicana en México, Fernando Pérez Memén, donde, en su calidad de autor de la obra y poseedor de toda la información técnica concerniente al monumento, desde los estudios de mecánica de suelos hasta el registro fotográfico del proyecto, propuso un acercamiento con las autoridades del país caribeño, con miras a participar en la restauración, preocupado porque el sentido original de la obra no se desvirtuara. Pero el arquitecto mexicano no obtuvo respuesta.

Pedro Ramírez Vázquez murió en 2013 sin haber visto el rescate de su obra en la República Dominicana.

Javier Ramírez Campuzano, arquitecto también, y que hoy encabeza el despacho fundado por su padre, compartió la preocupación por el destino del monumento a fray Antón de Montesinos, que ahora es un símbolo de la identidad dominicana en la promoción de los XXV Juegos Centroamericanos y del Caribe.

Los Juegos se llevarán a cabo en 2026. Para Ramírez Campuzano, terminar el diseño original, y abrir la avenida acordada hace 41 años, dotaría a la ciudad de Santo Domingo de una nueva zona de importante plusvalía, relacionada con el pasado histórico de la capital del país, y con los valores universales que sustentan las justas deportivas internacionales.

“Es una oportunidad de oro” -asegura el arquitecto- “porque abriría la ruta que une el monumento con el convento de los dominicos donde Montesinos pronunció el Sermón de Adviento, que, además, detonaría muchas cosas, del mismo modo, por ejemplo, que la construcción de la Universidad Iberoamericana, en la ciudad de México, fue el punto de partida para el desarrollo de la zona de Santa Fe”.

Pero todos los intentos recientes de dar nueva vida al monumento a Montesinos se han hecho al margen del proyecto y el concepto original. Incluso, en la imagen que de la obra se hace uso para promover los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2026, es posible ver la corrosión que la exposición al mar, a la humedad y al viento ha generado en la cantera que forma el cuerpo del fraile dominico, señal de que la “rehabilitación” no ha sido completa.

A mediados de 2018 Ramírez Campuzano fue contactado por personal de la Secretaría de Relaciones Exteriores de nuestro país. Por esa vía se enteró de que el gobierno dominicano pretendía invitar a un grupo de expertos mexicanos, para que visitaran el país y pudieran dar su opinión respecto al rescate y rehabilitación del monumento y el edificio. El arquitecto, no lo oculta, se mostró escéptico. “Yo voy encantado, les dije, si realmente se van a establecer acciones precisas para dar cumplimiento al compromiso de 1981. Pero si solamente se producirá un documento de buenas intenciones, no hay para qué. No me volvieron a buscar”, recuerda.

Javier Ramírez hizo un nuevo intento de comunicación, con la intención de averiguar la viabilidad de una rehabilitación del monumento fiel al proyecto original. A fines de 2018, por carta, contó parte de la historia del monumento a David Collado, entonces alcalde de Santo Domingo, promotor de la iniciativa de rescate.

Ramírez Campuzano no llegó a hablar con Collado, quien, desde 2020, es el Ministro de Turismo de la República Dominicana, pero sí recibió la visita de un representante de una compañía designada para “poner en valor” y rehabilitar el monumento. Uno de los productos complementarios, explicó, era producir un libro que contara la historia del monumento.

“¿Qué quieren decir con ´poner en valor´?, les pregunté. Porque la preocupación seguía siendo la misma: si no iban a recuperar el concepto original y no se iba a cumplir con el compromiso establecido en 1981, lo que hicieran, fuera lo que fuera, no pasaría de ser una “mano de gato”.

En un gesto de buena fe, y en el interés de la recuperación del monumento, Javier Ramírez Campuzano abrió las puertas del impresionante archivo del despacho Ramírez Vázquez, donde los estudiosos del México contemporáneo pueden hallar fuentes de gran valía. Le ofrecieron hacerle llegar un ejemplar del libro, pero jamás llegó.

“Ese libro hoy se puede leer en internet”, señala el arquitecto. “Cuando lo vi, comprendí por qué nunca me lo hicieron llegar. La presencia de México en esa obra es mínima; se limita a decir que se trata de un regalo, que lo diseñó Pedro Ramírez Vázquez. No se recuperó todo el trabajo que sustentó el monumento, y peor aún: nunca se habla de la parte que el gobierno dominicano nunca cumplió. Prefirieron no mencionarlo. Pero, ¿por qué? ¿Por qué la República Dominicana se niega a honrar su palabra y cumplir con lo acordado hace cuarenta años?”.

Pese a la decepción, los intentos de Javier Ramírez Campuzano por hacer ver a las autoridades dominicanas que el proyecto sigue pendiente, no terminaron. Hace un par de meses, intentó contactar con María Isabel Castillo Baez, actual embajadora dominicana en México, quien no lo recibió y delegó el asunto a personal de la sede diplomática. “Percibí la falta de interés, a pesar de que son muy pocos, que yo recuerde, los regalos que México ha hecho de esta envergadura y con este sustento”.

“Lamentablemente no me equivoqué. Al monumento solamente le dieron una mano de gato, expresión que, con ese mismo sentido de arreglo superficial, también se usa en la República Dominicana”, subraya el arquitecto Ramírez Campuzano. Si bien es cierto que el espacio que se planeó para un museo se ha rescatado, su uso es muy diferente al que planeó Ramírez Vázquez hace 40 años.

“No es malo un espacio de exposiciones temporales, que es para lo que se emplea en la actualidad, pero el museo que se planteó originalmente, y que no estaba basado en la idea tradicional de colecciones, tenía un propósito pedagógico, un valor social que es una de las constantes en los museos que desarrolló mi papá, desde su primer museo, la Galería de Historia, que se encuentra en el Bosque de Chapultepec.”

Hace 511 años, los frailes dominicos resolvieron que el inicio del Sermón de Adviento estaría basado en la frase “soy la voz que clama en el desierto”. Medio milenio después, todavía hay voces que claman por la recuperación de un proyecto que hace cuarenta años, nació para representar valores universales y la amistad entre dos países.

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