El bullicio de expectativas y emociones inundaba el aire mientras el Auditorio Nacional se preparaba para una noche única e inolvidable con José Madero. Es la segunda ocasión que pisa este escenario en su carrera como solista, otro dato a resaltar es que exactamente en el 2006 en estas fechas se presentaba con PXNDX por su gira del disco Amantes sunt amentes.
Fue la primera de dos partes del Giallo Tour, un concierto que prometía dividir la experiencia en dos sets diferentes, y la energía en la sala se palpaba con cada minuto que pasaba.
El reloj marcaba poco después de las 8:30 cuando las luces comenzaron a ceder ante la silueta del músico sobre el escenario. El lugar, como era de esperarse, estaba abarrotado, cada asiento ocupado, cada rincón colmado por seguidores ansiosos de vivir esa noche mágica que lo han seguido desde que estaba en la agrupación PXNDX.
No pasó desapercibido el cambio en la madurez de sus álbumes, algo que se reflejaba en la expectativa del público que aguardaba con ansias el inicio del espectáculo.
Con el telón levantado, la atmósfera estalló en júbilo cuando los primeros acordes de “Quita esa cara” llenaron el recinto, sumergiendo a todos en la esencia de la noche. Todo se tiñó de color mostaza, un homenaje al disco que marcaba la pauta para la velada. El rugir de los fans resonó con cada acorde, cada palabra, conforme recorría su repertorio, no muy diferente a lo que también ha presentado en festivales.
La intensidad siguió inquebrantable con “Soy el diluvio” y “15 mil días”, llevando al público a un frenesí desbordante que sólo se calmó momentáneamente con el descenso del ritmo en “A tu merced” y “Nadie más vendrá”. Fue un espacio para la introspección, un momento de conexión profunda con la esencia más personal de Madero, como lo reflejaba “Documentales”, una canción que resonaba con la audiencia en un nivel íntimo y emocional.
Sentado, con la guitarra en mano, hizo su entrada con su guitarra estampada con el número 1980, un tributo sutil al año de su nacimiento, un símbolo de conexión personal con su arte, continuó llevando a los presentes por un viaje musical que abarcaba desde “Domingo de Ceniza” hasta “Mercedes”, recorriendo el amplio espectro de su carrera en solitario.
Después de 16 canciones, el músico se tomó un tiempo para tomar el micrófono y dirigirse a sus fans, se despidió de su quinto álbum solista, con un toque de burla hacia sus discos anteriores haciendo referencias a “Alba” y “Carmesí”, evidenciando la evolución que había experimentado a lo largo del tiempo.
Pero la noche no había terminado. Regresó para una segunda ronda que encendió aún más los ánimos con “Lunes 28” y “Lamentable”, interactuando con el público, descendiendo al nivel del mismo suelo del auditorio para estar más cerca de sus seguidores.
El ambiente se tornó sobrenatural cuando las pantallas se llenaron de arte al estilo Halloween para acompañar el tema de su álbum Noche, sumergiendo a todos en un aura mística y encantadora. La dedicación a su hermano con “Los de septiembre” y la interpretación íntima de “Camino a pie” con un ukelele en mano mostraron la versatilidad de José Madero.
El clímax llegó con “Sin Ampersand”, donde la tradición de romper flores en el escenario tomó forma una vez más, con el músico tomando algunas de las flores entregadas por sus fieles seguidores. La atmósfera se llenó de luces de celulares en “Nada que me recuerde”, pero fue “Narcisista por excelencia” de PXNDX lo que encendió a todo el público, elevando la emoción hasta el máximo.
El cierre fue épico con “Puerto partida”, un himno que resonó en cada rincón del recinto. José Madero no olvidó agradecer a su banda, un gesto que reflejaba su humildad y reconocimiento a quienes lo acompañaron en esta travesía musical durante la gira tanto en escenarios nacionales e internacionales, como en festivales reconocidos de Música.
Y así, con los aplausos y los corazones latiendo al unísono, se despidió una noche que quedará marcada en la memoria de todos los presentes, una experiencia que trascendió la música para convertirse en un viaje emocional compartido entre un artista y su público que no termina aquí sino se extenderá en la noche II.
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