Opinión

Hipótesis conspiratorias y las vacunas que vienen

Hipótesis conspiratorias y las vacunas que vienen

Hipótesis conspiratorias y las vacunas que vienen

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Me sorprende que las teorías conspiratorias acerca de las inmunizaciones para evitar enfermedades hayan “prendido”, (como se decía antes a la reacción que podía ocurrir después de la aplicación de una vacuna), entre grupos de jóvenes padres.

Una amiga contaba angustiada que su hijo y su nuera no han vacunado ni vacunarán a sus pequeños hijos. No es la primera vez que oigo algo así. Un montón de gente se opone a prevenir a sus criaturas de males brutales, erradicados casi completamente en la faz de la Tierra. Debido a estas personas no resulta extraño que hayan surgido brotes de sarampión en México este fatídico 2020.

No importa el nivel de educación de los opositores a las vacunas. Ellos se esfuerzan por combatir la medicina oficial y avalar teorías conspiratorias. Una de ellas, la más extendida, es que las grandes farmacéuticas y las instituciones médicas nos utilizan como conejillos de indias para probar toda clase de drogas.

Las vacunas contra la COVID-19 se alistan en Pfzier, (laboratorio con el que la Secretaría de Salud cerrará pronto un contrato para importar varios millones de ampolletas a México), Moderna, AstraZeneca, y otros laboratorios se encuentran listos para inmunizar contra el coronavirus. ¿Los fóbicos a las inmunizaciones no se las inyectarán por nada del mundo?

Es un problema esta posición, no sólo para los firmes creyentes de las teorías conspirativas sino para el resto de la población y para la meta de impedir más contagios. Según algunos bulos (noticias falsas) que han contaminado internet, hipótesis sin fundamento afirman que la vacuna alteraría nuestros genes o nos introduciría, vía la aguja (total, también cabe un camello por allí) un sistema de control mediante microchips o nanorobots.

El Estado profundo, impuesto por unos cuantos personajes, nos llevaría entre las patas. Se enterarían no sé quiénes de nuestros pensamientos, lo cuales, seguramente, son muy relevantes, como bien demostró el personaje de Molly Bloom en el Ulises de James Joyce (los remito a ese capítulo del gran escritor irlandés).

Facebook, por ejemplo, se ha visto obligado ante estas “teorías conspiratorias” a prescindir de ellas. Su nueva política estribará en no aceptar en su plataforma anuncios pagados que desorienten a la gente con respecto a la vacunación. Hace poco prohibió publicaciones que niegan el infierno del Holocausto y suprimió contenidos relacionados con la teoría de la conspiración Qa´non (complot imaginado por la extrema derecha estadounidense, que implica al terrible Estado profundo como desestabilizador del gobierno de Donald Trump, el que gracias al voto hoy está a punto de prescribir).

Por su lado, YouTube se comprometió a eliminar los videos que contengan fake news. A partir de febrero comenzaron a deshacerse de varios de ellos, hasta ahora más de 200 mil.

¿De dónde surgirá la necesidad de crear bulos? ¿Los seres humanos precisan de la creencia en lo imposible ? ¿Es algo nuevo? No sé, habrá que estudiar el fenómeno, pero no cabe duda que producir una realidad alterna se ha convertido en un arma política para algunos mandatarios. Y eso no es de ahora.

De regreso a la enfermedad que aqueja hoy al mundo, en Tik Tok se diseminó la versión de que el patógeno SARS-Cov-2 salió del Laboratorio Nacional de Microbiología en Winnepeg, Canadá, para ir a acomodarse en Wuhan, China. El 28 de noviembre, el diario El Universal exhibió bulos, como la versión del coronavirus que acabo de referir y calificó de mentira el que la sopa de murciélago sea la culpable de la propagación del terrible mal. No existe ninguna evidencia médica. Esta versión yo me la creí. Y es que la imagen de chupar con gusto las alas de un quiróptero me parece detestable (soy vegetariana).

Otra fake news muy socorrida ha sido que la Red 5G y las ondas de su frecuencias, para hacer más eficientes los sistemas celulares, provocaron la aparición del coronavirus. Los fóbicos en diferentes lugares del planeta han incendiado antenas de estas redes.

Otras adaptaciones de las hipótesis conspiratorias afirman que la COVID-19 fue producida para vender vacunas o quizá como arma biológica. En todas estas “historias” Bill Gates, según se dice, ha estado involucrado. No sé por qué pero le profesan tirria los oscuros “conspiracionistas”.

El meollo de todo será que las políticas de salud convenzan a estos creyentes en ofrecer gallos a Esculapio (agradecían así los griegos la cura de una enfermedad) que habrá que vacunarse a como dé lugar. ¿Sera posible implementar esa política en un país donde el señor presidente explica que la estrategia que su gobierno ha seguido para disminuir las cuantiosas muertes y la transmisión monstruosa del SARS-Cov-2 entre los mexicanos ha sido poco convencional (sic) y que aun hoy, en este inicio de diciembre del 2020, insiste en que el cubrebocas no sirve para atajar al virus? ¿O mejor nos las vemos con Esculapio?

Como proponía Michel Foucault en su El nacimiento de la clínica (1963), la primera tarea del médico(a) es política y debe comenzar por hacerle la guerra a los (…) gobiernos.