Opinión

Construyendo polaridad

Construyendo polaridad

Construyendo polaridad

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Todo se entreteje. Analizar algunos puntos de un tejido y conectarlos con otros del lienzo a mí me sirve. El nombre que le iba a dar a este trabajo quizá lo explique mejor o lo enrede más, son los riesgos de conectar nodos separados a partir de intereses particulares, en mi caso, formarme un juicio propio a partir de lo sucedido con el programa John y Sabina del que fui acopiando interpretaciones que completé tras escuchar la mesa de debate de Aristegui Noticias a partir de la reconfiguración exitosa de su barra de opinión. El título original de este texto era: “Pasarse de lanzas. Presidente electo, polarización en Estados Unidos y en México.” Pero me pareció largo y no tan representativo de lo que terminé escribiendo.

Del programa John y Sabina escribí lo siguiente hace poco más de un año en un artículo que titulé: “El renacimiento de la Televisión Pública mexicana”. Si hubiera máquina del tiempo me regresaría a cambiarlo de volada para ponerle: “Canal Once: ¡Oh my God! Lo que se avecina.”

Ahora me pregunto: ¿por qué no Sabina y John? Me parece que desde el nombre, y el orden de aparición, ya estaba incubado el germen de una disputa de egos.

Entonces escribí algunos disparates entusiasmado con dos programas a uno de los cuales, sin saberlo, ya le habían dado crank. Me sentí como un padrino que da plácemes de verdugo. Después me di cuenta que el conductor es súper mala sangre y ejerce un periodismo para golpear a sus colegas, antes brodis. Ya también de eso escribí.

Dije entonces: “John y Sabina es un programa con muy buena producción, que se desarrolla en torno a un tema central que siguen los televidentes y un público invitado en el estudio al que se le da la oportunidad de participar con algunas preguntas fugaces. El nombre de la emisión lo dice todo. Sus conductores saben establecer el contrapunto adecuado y debo decir que, aunque he visto a Sabina Berman en otros programas, es en éste, o quizá sea en este momento, en el que la descubro como una mujer brillante y apreciable.”

Ahora añado y caigo en la cuenta que el sktech de la standupera era excelente y en algún momento dejó de salir también. ¿Antecedentes del choque de egos?

Poner a cuadro a dos estrellitas marineras como co-conductores y responsables de guión, acuerdos pactados antes de cada corte y agenda de invitados debe ser una empresa difícil. Si se empieza a perder la amabilidad en el trabajo creativo todo se vuelve un fastidio en potencia. Visto así parecía probable que tarde o temprano el modelo evolucionaría o entraría en colisión. Sucedió lo segundo y es una lástima.

Simbólico, por cierto, como Sabina Berman lo reconoce, que la colisión se hiciera evidente en un entorno que tenía como invitado al secretario de Educación Pública. Fue poco profesional. Pero en este episodio terminé por darle la razón a Sabina Berman. En el duelo de egos, se impuso el de Ackerman. El programa de la semana pasada quedó grabado para la posteridad como el que marcó el cierre de un proyecto que se fue desgastando.

Sabina Bermán metió en la agenda de la última emisión un tema que era necesario porque formaba y sigue formando parte del nivel de barbarie que se vive en el país y se recrudece más en las mujeres cuya lucha se estigmatiza por muchos hombres y también por un porcentaje no tan menor de mujeres. Pero lo metió a partir de una agenda propia y eso me pareció poco profesional. La reacción de Ackermann fue menos profesional aún y desde luego que con el contexto previo (tuitazos y periodicazos desde los dos lados), y el contexto “tras bambalinas”, explicado antier en la mesa de Aristegui Noticias, se puede calificar como la de un Quique Gavilán encrespado por la relación de equidad que debía mantener con una colega.

Con ese marco de referencia, o incluso sin él, cabe el cuestionamiento: ¿Era apropiada la pregunta lanzada por Sabina Berman? Yo diría que apremiante. Y quien no conozca o a quién no le interese saber lo que sucedió en Cancún antes de la marcha con la desaparición y asesinato de la feminista quintanarroense Bianca Alejandrina, #Alexis, y la brutalidad de la respuesta de la policía del estado durante la marcha debería reflexionar seriamente, detener su reloj y darse un tiempo para conocer el caso expuesto con toda crudeza por la dramaturga en el segmento de opinión de los viernes.

En ese mismo texto escribí a propósito del programa del que fui padrino de despedida involuntario que el personaje de Madame Didí tenía un increíble parecido “con algunos intelectuales que le ponen la sal y la pimienta al gastroenterologizado debate nacional […] En todo caso, estas parodias podrían ser más versátiles, digamos, más equitativas, y echar mano de los personajes políticos […] o incluso podrían recurrir a los envidiables atributos de una serie de personajes masculinos de la intelectualidad desfasada que desenvaina el chicote de la libertad de expresión en las vacas del rancho de sus compadres.”

Hacer una parodia a partir de un personaje público forma parte de la libertad de expresión, pero hacerlo sólo a partir de uno solo y por añadidura mujer, es excesivo. Eso me empezaba a quedar claro cuando escribí aquel artículo, y también gracias a la opinión de una brillante compañera de trabajo. La parodia también tiene que ser equitativa. Aunque hay celebridades más parodiables que otras, más allá de su género.

Entre el fuego cruzado de los conductores estelares del programa previo a la última emisión, Ackerman disparó tonterías que también tardé en dimensionar de manera ponderada. Una de ellas fue acusar a la dramaturga de “infiltrada” en la 4T. ¿Qué le pasa? Pierde piso.

Hay que decir también que contra Ackerman existen actitudes de acoso, violencia e incitación a la censura desde antes de su diferendo con su ex compañera de trabajo que son condenables. La labor que Ackerman y un conjunto de periodistas hacen para poner foco en las fake news de manera más sistemática y participativa es muy encomiable. Me parece un deber cívico.

Como toda ciudadana y participante crítica de un proyecto por el que votó, decirle a Sabina infiltrada es injusto. A manera de decálogo Ackerman publicó un hilo de twitter en el que por lo menos en dos puntos es la meritocracia lo que le da derecho o no a un ciudadano a opinar sobre un proyecto en el que cree.

La manera elegante en la que la escritora desarmó la previsible diatriba plagada de adjetivos y acusaciones poco convincentes desde el punto de vista argumental de su compañera de mesa contra la decisión del presidente y de la secretaría de Relaciones Exteriores de felicitar a Biden hasta que asuma funciones, fue acertada y razonable. La mera verdad, y en eso supongo que la emisión recibió muchas críticas, el dueto que formaba Dresser con Aguayo se volvió insoportable y monotemático. Yo celebro la incorporación de Sabina a esa nueva mesa cuyo nombre “Toma y daca”, entiendo que bautizado de común acuerdo, me parece poco afortunado.

Es decir, el en meritocrómetro en el que muchos militantes o simpatizantes de la 4T se desenvuelven, Sabina es una traidora, pero yo creo que todos tienen que bajarle bastante rayas a sus incendiarias invectivas. No sólo Ackerman, también Dresser y sus respectivos acólitos de flamígeros índices.

Finalizo con dos párrafos escritos en aquél artículo de los que no me arrepiento:

“Álvarez Lima, un sepulturero de medios públicos resucitado por los compromisos políticos de Morena, se convirtió de la noche a la mañana en adalid de la libertad de expresión por un par de programas de Canal Once que le generan gastritis a un puñado de diputados reaccionarios del PAN y PRD encabezado por la panista Laura Rojas, quien preside la Comisión de Radio y Televisión de la Cámara de Diputados.

En su afán por servirle al caduco modelo de comunicación al que, dicho sea de paso, sirvió con tanta eficacia el senador con licencia de origen tlaxcalteca hoy al frente del Once, quiere citarlo a comparecer porque según esta legisladora los programas en cuestión ‘dividen, confrontan, hacen mofa, se burlan, denostan a una parte de la sociedad, y convierten a Canal Once en un medio que hace propaganda política, alineándolo ideológicamente con el gobierno, (La Jornada 26/06/19).’ De lograr su objetivo, la diputada Rojas, además de hacer un completo ridículo, le dará tribuna a un personaje que no fue la mejor elección para encabezar el canal del IPN y eso es secreto a voces entre algunas de las designaciones erráticas de la 4T.”