Opinión

De la novela Una decisión equivocada de Verónica Ortiz Lawrenz y de la novela no escrita de los opositores asesinados de Vladimir Putin.

De la novela Una decisión equivocada de Verónica Ortiz Lawrenz y de la novela no escrita de los opositores asesinados de Vladimir Putin.

De la novela Una decisión equivocada de Verónica Ortiz Lawrenz y de la novela no escrita de los opositores asesinados de Vladimir Putin.

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Acabo de leer una novela que rompe con el halo redentor de los aliados cuando entran a liberar Alemania del nazismo que agonizaba. Se titula Una decisión equivocada y la autora es Verónica Ortiz Lawrenz. Trata la historia real de tres hermanas, cuyo padre alemán, asentado en Sonora antes de que terminara la Primera Guerra Mundial, las envía a los ocho, diez y doce años de edad respectivamente a Alemania, poco antes de que estallará la Segunda Guerra. Su idea era que las hijas “mayores” se educaran allá.

Las niñas, luego de un largo viaje, se hospedaron en casa de unas “tías” postizas. La mayor, Anita, ante la obligación de ir a una escuela “para ser buena ama de casa”, se traslada cerca de Hamburgo a estudiar una carrera en pedagogía. La llegada del Ejército Rojo no resulta nada amable para los alemanes ni para quien se encontrara ahí, aunque no fuera ni nazi ni alemán. Anita, ante los bombardeos y la constante destrucción decide que ella y sus hermanas deben regresar a México. Entonces tiene 19 años. Visita sigilosamente Flatow, el pueblo donde viven las supuestas tías, cuidándose de los soldados soviéticos y polacos, que violaban a diestra y siniestra a las mujeres. A los hombres les disparaban a mansalva. Ahí les promete a sus hermanas regresar por ellas con un salvoconducto consular. Arriesga el pellejo para buscar el consulado mexicano en Berlín y entonces comienza su zaga de horror. Pasado el toque de queda, y sin haber encontrado ningún consulado en pie, se resguarda en un edificio en ruinas. A uno metros de ella se cae una barda y, asustada, sale a la calle, donde se topa con dos soviéticos. Les pregunta por la Oficina de los Aliados. Por ese incidente la toman presa, la someten a brutales interrogatorios y la hacen prisionera, acusada de espionaje. Durante varios años experimenta un calvario. Una decisión equivocada es una novela muy bien expuesta, estupendamente documentada y nos muestra la cara del stalinismo “aliado”, encarnada por funcionarios del comisariado para Asuntos Internos. Anita padeció cárcel mucho tiempo. Se enfrentó al hambre, a enfermedades, piojos, mugre, frío y malos tratos. Muchas veces los presos eran llevados a campos de concentración, los mismos que habían empleado los nazis. La sonorense los soportó, así como la incomunicación con el mundo “de afuera”. Estuvo privada de su libertad de mediados de los años cuarenta hasta 1957, año en que logró contactarse con la embajada mexicana en Moscú, que de inmediato se movilizó para ayudarla. En ese época la joven sonorense residía en un pueblo en Siberia, del que no podía salir, precisaba presentarse periódicamente a las oficinas de la NKDV, pero se encontraba en paz, trabajaba como enfermera y había hechos amistades.

No todos los rusos eran terribles y stalinistas, de todo siempre hay en la viña de los dioses. Pero después de haber leído la novela de Ortiz Lawrenz, me pregunto si se creó una manera de actuar entre algunos seguidores del stalinismo. Por ejemplo, Vladimir Vladímimirovich Putin, ex agente de la KGB, el Comité de Seguridad del Estado soviético. Putin se ha entronizado en el poder, es la esencia , la presencia y la potencia del macho eslavo y no admite contrincantes políticos. Alekséi Anatolievich Navalni es un abogado, opositor de Vladimir Putin, quien se rebeló contra el presidente ruso tras el asesinato de Boris Nemtsov en 2015, quien fuera político, físico, copresidente de un partido político (RPR-PARNÁS), cercano a la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa. A Nemtsov lo utimaron a 200 metros del Kremlin en 2015.

Navalni , de 44 años, es un hombre de ideas avanzadas. Estudió un doctorado en Yale University. El año pasado padeció un grave envenenamiento, según se analizó fuera de Rusia. La sustancia era el agente nervioso Novichok. Por fortuna, el joven político fue trasladado a Alemania. Se repuso luego de haber estado en coma. La BBC lo describe como el único opositor importante de Vladimir Putin. El 17 de enero pasado, regresó junto con su esposa a Rusia y no bien llegó cuando lo arrestaron. El Fondo Anticorrupción, dirigido por Navalni, había publicado tiempo atrás una profusa investigación sobre un palacete, que Putin posee frente al mar. La comunidad internacional , entre otros, los líderes Angela Merkel y Emmanuel Macron, exigen su liberación.

Algo podrido, muy podrido hay en Moscú.

Una conocida periodista, Anna Politkósvskaya, se opuso a las políticas de Putin por su oposición al conflicto checheno. Pronto le administraron también un té envenenado. Se salvó del veneno, pero poco después la balearon en las escaleras de su casa en 2006.

Se acordaran de Aleksandr Litvinenko, que investigó el asesinato de Politkósvskaya. El hombre murió en Londres a consecuencia de una infusión de polonio 210, un metaloide letal si se ingiere, que bebió en un hotel londinense. Era desertor y había sido oficial de inteligencia, es decir, espía.

Vladimir Kara Murza iba en un vuelo doméstico para presentar una película sobre Boris Nemstov, de quien era muy allegado, y probó un tecito que lo puso en coma una semana.

Todo esto podría trasladarse a una novela de espías. Por lo pronto, les recomiendo Una decisión equivocada . La otra novela habrá de escribirse quizá cuando Putin haya muerto o las fuerzas vivas de la oposición logren quitarlo del poder.

Tentadora historia, ¿no creen?