Opinión

El dilema de las acusaciones sexuales

El dilema de las acusaciones sexuales

El dilema de las acusaciones sexuales

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Aunque hoy día poco se habla de eso, en noviembre hay elecciones aquí. Si no fuera por el coronavirus toda la atención estaría centrada en la carrera por la Casa Blanca, después de todo estamos a solo cinco meses de uno de los comicios más importantes en la historia de Estados Unidos. En cambio, la vida y la actividad política están totalmente enfocados en la más grave crisis económica y de salud de nuestro tiempo.

Eso sin embargo no ha impedido que una vez más un aspirante a la Oficina Oval se vea envuelto en un escándalo sexual que pone en riesgo su reputación y en mucho la de su partido. Es el caso ahora del ex vicepresidente Joe Biden, a punto de ser nominado candidato de los demócratas para sacar de la presidencia a Donald Trump.

Biden, de 77 años, ha sido acusado por una mujer, Tara Reade, de 56 años, de hace casi tres décadas, haberla acosado sexualmente en la primavera de 1993, en una oficina del Capitolio, cuando él era senador y ella, entonces de 29, una de sus asistentes. Dice que un día Biden la empujó contra la pared, le metió la mano bajo la falda y la penetró con sus dedos.

El ex vicepresidente ha dicho que toda mujer tiene derecho a ser escuchada y su caso investigado, pero en la única entrevista a nivel nacional y por televisión que ha dado sobre el tema, aseguró que todo es mentira. Por su parte el diario The New York Times que realizó una amplia investigación periodística, ha dicho que no encontró información suficiente que respalde la acusación.

Las acusaciones sexuales están siempre rodeadas de dudas. En este caso la acusación es particularmente complicada porque sucedió hace 27 años y la mujer ha cambiado varias veces su versión, pero sobre todo porque los demócratas ya parecían haberse puesto de acuerdo en que Biden, quien fuera el número dos en el gobierno de Barack Obama, sería el mejor candidato para competir en contra de Trump, que a su vez tiene acusaciones sexuales de más de veinte mujeres.

Las acusaciones contra Trump surgieron luego de que, en 2016, en plena campaña, se hizo público aquel video donde se burla groseramente de tocar los genitales femeninos. Trump niega todas las acusaciones, incluso las de violación, alegando que son motivadas por política y alentadas por sus adversarios. Ha dicho que demandará por difamación a sus acusadoras, pero hasta la fecha no lo ha hecho.

Las acusaciones sexuales no son nada nuevo aquí y por alguna extraña razón se dan más entre los demócratas. Quizás el acusado más conocido ha sido Bill Clinton, a quien cuatro mujeres pusieron en ridículo, pero igual llegó a presidente, solo para verse envuelto en un escándalo sexual mayor con Mónica Lewinsky.

Otro caso que recibió gran atención fue el del senador Gary Hart, quien en 1987 cuando estaba a punto de ser candidato a la presidencia, se vio obligado a retirarse, luego de que el diario The Miami Herald hizo público que casado, pasaba las noches con otra mujer, Donna Rice, una modelo de 29 años, cuya foto sentada en sus piernas es famosa. Y qué decir del senador John Edwards, quien cuando estaba en la etapa final de su campaña se supo de un hijo fuera del matrimonio, justo cuando su esposa moría de cáncer.

Encuesta tras encuesta, ha demostrado que los estadounidenses les dan gran importancia a las acusaciones de carácter sexual, pero más les importa, en un 67 por ciento, que quienes los representan digan la verdad.

Las actuales acusaciones contra Biden pueden ser ciertas o no, tal vez nunca se sabrá. Pero en todo caso, representan un grave problema para los demócratas que tanto se opusieron recientemente a la nominación del juez Brett Kavanaugh para ministro de la Suprema Corte de Justicia, luego de que fue acusado por una catedrática universitaria de haberla violado en una fiesta cuando ambos tenían 15 años.

Si los demócratas no prestan atención a la acusación contra Biden, estarán restándole valor al movimiento feminista “MeToo” y desmoralizando a las electores mujeres. Si la toman en cuenta tendrían que de prisa elaborar un plan B y buscarle contrincante a Trump, que sería el principal beneficiado y a quien sus seguidores republicanos buscan reelegir a toda costa. No le ven ningún problema. No les importa su desprecio hacia las mujeres, los inmigrantes, las minorías y actualmente los enfermos de COVID-19.

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