Opinión

El Edén no es como lo pinta el Génesis

El Edén no es como lo pinta el Génesis

El Edén no es como lo pinta el Génesis

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Edén, y cada que escriba Edén hay que pensar en el dios desmadroso que lo creo con la pluma: Juan Luis Nutte, es una agradecible novela breve del mismo nombre. Me gustaría empezar con un rápido flashazo a los personajes principales, no sin antes advertir que sus múltiples relaciones literarias se desatan a lo largo de noventa páginas que se leen rápido y cada vez con más interés a medida que transcurre la historia.

No hay “protagonistas”, aunque prevalece la visión de un personaje que cuenta sus impresiones en primera persona. Si bien nunca revela su nombre, porque lo ha olvidado en medio de una inquietante confusión, se puede decir que se trata de un Adán sin nombre que deja registro en una libreta de manera razonablemente consecuente de lo que sucede en ese jardín donde el deseo, la repulsión, el temor y un cariño tormentoso entre los personajes y el entorno tiene el número de páginas exactas, con algunas ligeras repeticiones atribuibles al laberinto que anida en la mente del diarista más que al posible descuido del autor que firma la novela:

“Supongo que si Cordelia no me acosara mi vida no tendría sentido. Tal vez ni me importaría largarme de aquí. Nos necesitamos, me tranquiliza saberme perseguido, aunque eso implique un desosiego constante.”

Entre el cronista y Cordelia, una Eva empoderada que tampoco es como la pinta el Génesis, existe una relación que fluctúa por varias gamas. De temperamento definido, pese a sus flaquezas por Adán y un gato; Cordelia es un personaje entrañable, divertido y empeñoso en construir y habitar caprichosamente el Edén.

Otro actor es el gato, del que Adán escribe “se me descomponía el estómago de sólo imaginarme sin ella y su maldito gato”. Este felino salvajillo, excéntrico, cariñoso, simpático y traicionero como muchos mininos del mundo real, se pasea a sus anchas por las páginas del libro.

Pero el gran personaje es el Edén, ajeno a los prototipos canónicos que pasaron de múltiples tradiciones orales a las manoseadísimas y también múltiples versiones escritas en todas las tipologías del Sistema Editorial desde la Arcilla hasta la pantalla. La diferencia de este Edén es que en vez de estar modelado por un dios patriarcal, está creado y en permanente modificación por las manos de Cordelia según nos narra su cronista:

“Cargaba bultos de cemento y yeso como si fueran algodones de azúcar, manipulaba herramientas de uso rudo, pero si se le encajaba una astilla, si tropezaba con una roca lastimando sus pies, si llegaba a magullarse un dedo con el martillo o hacerse alguna herida o raspadura en sus manos y piernas, lanzaba grititos, pataleando y llorando.”

Grosso modo todo empieza, aunque de eso nos enteramos más adelante y no al principio, cuando el hijo único y último heredero de una familia que cierra el ciclo reproductivo con él, hereda la casa de sus padres tras la muerte casi consecutiva de los dos y decide pedir la ayuda de una contratista, Cordelia, para “remodelarla”.

Por cierto, la muerte de la madre del personaje narrador guarda un increíble parecido con la muerte de la mamá de Juan Luis, y acaso también con la de su propio padre quien murió de tristeza en la novela del diarista. Estas líneas, que me arrancaron una amarga sonrisa, explican el tránsito del padre del personaje masculino de Edén hacia otro estadio con cierta ironía, sustancia de la melancolía: “La vejez le cayó como un chaparrón, sólo deseaba dormir y ver televisión, un paliativo para su soledad; el parloteo del aparato sustituyó a mamá durante algunos meses.”

Para remodelar la casa el atribulado Adán sin nombre firma un documento singular apendejado por la belleza, mutante y a ratos salvaje, de Cordelia:

“La primera vez que la vi, cuando cerramos el trato por la remodelación, se apareció con un vestido corto estampado a flores, de tela ligera que dejaba augurar los contornos de sus caderas. La cabellera trenzada en dos coletas enmarcaba el rostro pálido donde el centro de atracción eran los ojos ambarinos, inquietos, que observaban todo, estudiando por anticipado lo que debería reparar.”

Y vaya que reparó, construyó nada menos que un Edén en el que el tiempo es laxo y extraño, el clima y los límites de la propiedad se confunden cada vez que el narrador regresa a habitarla y el barrio se difumina en un territorio raro y al mismo tiempo entrañable para el cronista. Animales insólitos, secuoyas, ríos, seres fantásticos inventados por Juan Luis o tomados en préstamo de algunos bestiarios como la arneja, pueblan las páginas de este Edén que a la par es el escenario en el que asistimos como cómplices al olvido del mundo tangible del que va siendo presa el heredero de la casa y donde la lógica tampoco opera como en el mundo “real”. Por ejemplo, a pesar de que Cordelia es vegetariana, también se da gustos carnívoros como cuando se zampa un jabalí que ella misma mata a pedradas, limpia y le convida las tripas al gato, igualmente sometido a una inhumana dieta vegana.

La complejidad de la novela no entraña contradicciones. El diario muestra el proceso de olvido que invade como un banco de niebla al cronista del Edén sin que éste pierda ni el instinto de sobrevivencia en ese mundo de cielos rasos, furiosas tormentas, peligros múltiples y palpitante deseo que no se atreve a abandonar porque ahí están sus raíces confundidas con el humus del lugar y su veneración por Cordelia, metáfora de una diosa creadora, pero también de la manzana y la serpiente. Es decir, no es que al autor que firma el texto se le haya olvidado que su personaje femenino es vegetariano y luego la ponga a comer carne de manera salvaje, es que el diario son fragmentos de un espacio y un tiempo así mismo fragmentados del que su personaje sólo conserva episodios, incluso cuando logra escapar del Edén todo es diferente afuera y su anhelo por Cordelia y el gato lo hace regresar a casa.

Comentario final

En este párrafo quiero hacer un merecido elogio a la editorial E1 que sabe curar bien sus trabajos y escoger a sus autores. Me dio gusto saber que el editor y me imagino que un poco todólogo de esa microempresa asentada en Guanajuato, es Juan José de Giovannini, quien se lució con una portada hecha a partir de un espléndida ilustración de su hijo Ian. La dirección de la editorial y donde se puede adquirir el libro de mi cuaderno en formato impreso o digital es: https://www.e1ediciones.com/

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