Opinión

El federalismo a revisión

El federalismo a revisión

El federalismo a revisión

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Carlos Martínez Assad, Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM.

El federalismo es, de acuerdo con la Constitución, el sistema político que rige a México. En la historia, los agravios del centro siempre fueron motivo de disgustos y reclamos de parte de los estados que componen la República. La Revolución mexicana fue en parte consecuencia del poder acumulado en el centro político administrativo del país en una tendencia que había iniciado tiempo atrás. Así que, en cierta forma, fue la revancha de las regiones en contra del centro; extrapolando fueron Francisco Villa (Chihuahua) y Emiliano Zapata (Morelos) contra Porfirio Díaz (Distrito Federal). Fue otro episodio el que dio paso en la época actual a esa forma de contrarrestar el poder del centro, cuando Vicente Fox (Guanajuato), postulado por el Partido Acción Nacional, se impuso en la presidencia de la República. Lo que significa que representó los intereses de varios estados que compartían ese reclamo (San Luis Potosí, Chihuahua, Baja California).

Los agravios del centro han tenido tantos planos como expresiones políticas y culturales. Ha sido constante el reclamo de que el conjunto del país subsidia al Distrito Federal porque es el conjunto nacional el que financia las grandes obras que van desde el Metro, el Aeropuerto internacional o el sistema de la educación superior y de la investigación. Ahora, por ejemplo, el sistema de educación primaria y secundaria en la Ciudad de México, es el único en el país que no se le carga a la entidad correspondiente, es decir a la Ciudad de México, sino a la Federación.

Se responsabilizó al PRI de la tendencia centralizadora que venía de tiempo atrás, lo cual influyó en el enojo que permaneció larvado hasta que apenas en la década de los ochenta se hiciera explícito y encontraran en su reivindicación un pivote del cambio político que tenía lugar en el país. Eso explica en parte que la estrella del partido oficial comenzara a declinar desde hace tres lustros en diferentes estados del país, primero en las elecciones legislativas, luego con la reconquista del municipio, después con la disputa por los gobiernos estatales, con los triunfos del PAN primero que con una estrategia imparable llegó a tener en su poder a varias entidades del país: recuérdese San Luis Potosí, Guanajuato, Guadalajara. La misma lógica benefició al resto de los partidos políticos y puede incluirse la Ciudad de México que luego del primer triunfo opositor con Cuauhtémoc Cárdenas, con Andrés Manuel López Obrador se hacía presente en la capital un movimiento social cuyo origen se encontraba en el estado de Tabasco y recuérdese que no le fue fácil el registro por el alegato de que no era ni nacido ni residente del Distrito Federal.

El esquema del funcionamiento del sistema político venía cambiando y en el gobierno de Miguel de la Madrid los sistemas de redistribución debieron adecuarse en favor de las entidades federativas. Así fue redefiniéndose el Ramo 28 sobre los montos correspondientes a cada por el total de la recaudación de impuestos federales y que son manejados por los gobernadores. Y el tan llevado y traido Ramo 33, conformado por ocho fondos para que los gobiernos locales atiendan los servicios de salud y educación, según se etiqueta desde la Federación. Ese gobierno puso en práctica lo que debió ser la descentralización en diferentes rubros como la educación y la salud con efectos muy diferenciados según la entidad federativa.

Apenas de esa forma se disminuía la fuerza que había adquirido el Ejecutivo en la línea autoritaria del gobierno del PRI, acostumbrado a la discrecionalidad y al manejo personalista de los asuntos del Estado. La crisis del agotamiento del modelo se expresó en movimientos sociales que disminuían la fuerza de los actores tradicionales como el obrero y el campesino. Y nuevos actores sociales se manifestaban como el urbano-popular, el de maestros, de defensa de los recursos como el petróleo que resultaba fundamental. El entonces líder tabasqueño López Obrador hizo de esas luchas su plataforma. Aunque su proyecto, también regional, de los camellones chontales en Tabasco, le atrajo buenos dividendos políticos.

Tres cuestiones se pusieron de relieve: a) el debilitamiento de la organización de los gobiernos locales en el manejo de sus estructuras territoriales para hacer efectivo su poder, sus funciones y sus competencias; b) las trabas de la tradición política centralizadora, porque inhibió la autonomía tanto política como financiera de los gobiernos locales; c) la opción descentralizadora en la cual coincidieron los gobiernos federales y unitarios, para buscar acabar con los problemas que impedían los procesos de modernización y democratización; c) una variedad de movimientos políticos y sociales destinados a mostrar los intensos cambios que tenían lugar en México.

El Estado mexicano, centralista por vocación, tuvo que aprender de la realidad desde otro ángulo, que se oponía a la uniformidad que limitó y anuló la creatividad, la posibilidad de imaginar soluciones diferentes según los problemas locales y regionales.

El municipio logró cambios sustanciales como para convertirse en una plaza que merecía ser disputada y los partidos de oposición aprendieron que bien valía la pena participar en sus elecciones. El PAN fue por los estados norteños, con la excepción de Yucatán; mientras la izquierda se desplazaba hacia el sur. Se perfilaba un nuevo pacto federal según las fuerzas desatadas tanto desde la sociedad como desde el Estado, y el posicionamiento de la oposición política que el Estado alentó, con altas y bajas, se iba desplazando por todo el país para inhibir el intervencionismo centralista.

En los comienzos del siglo XXI surgió la Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO) que inicialmente fue para señalar la importancia de los gobiernos estatales en el Pacto Federal y en ella coincidieron todos los gobernadores en 2003. Lo que inicialmente fue concebido para un agrupamiento deliberativo de los asuntos propios de sus respectivos gobiernos, con la expectativa de alcanzar el federalismo que la práctica política les regateaba, cayó de nuevo en la fuerza de atracción de un centro representado por el autoritarismo del Ejecutivo.

Sin embargo, un país con tantos desequilibrios regionales, esencialmente en lo económico, se enfrenta a muy serias dificultades en la redistribución del ingreso y si cuando se afirma que los estados favorecen el desarrollo del centro, no es solamente la capital de la República, sino en el interior de las propias entidades que dedican un alto porcentaje a la infraestructura a sus ciudades más importantes, que funcionan como su centro político administrativo. Ha habido años en que los municipios capitalinos de Guadalajara recibieron casi el 80 por ciento del gasto de toda la entidad.

Cuando se ha tenido oportunidad de orientar correctamente el gasto en los estados, los funcionarios no ha sabido manejarlo y los recursos van a dar a un barril sin fondo. Por ejemplo, los recursos petroleros fueron dilapidados cuando se tuvieron y se les dio opción para manejarlos libremente. Tabasco representa un caso importante cuando los recursos federales se triplicaron entre 1998 y 2008. En ese estado los recursos federales pasaron de 9 mil 801 millones de pesos a 28 mil 765 millones. Incomprensible que en diez años pasara de los que más recibían a ser una entidad entre las más pobres.

El Estado mexicano favoreció a estados de escasa, por no decir, nula recaudación como Oaxaca y Chiapas, que no aportan a la federación y, no obstante percibieron cantidades semejantes a las que recibieron estados como Nuevo León y Jalisco, que son de los que más aportan. Esos desequilibrios podrían entenderse en un sistema federalista pero debían encontrarse compensaciones para que no se sientan tan lastimados los estados que participan con más recursos.

Es urgente que la idea de un federalismo que beneficie al conjunto del país sea puesto en práctica por el gobierno de MORENA, acompañado de la descentralización que es indispensable, con la autonomía que consagra la Constitución y con la que los gobernadores han venido comprometiéndose. Se entiende la predisposición del presidente López Obrador por la región del sureste; muy abandonada pero no solamente por las fuerzas externas sino porque no ha contado con mecanismos adecuados para su desarrollo. Los nuevos planes serán exitosos si los recursos se manejan de manera eficiente y con conocimiento de los avances tecnológicos necesarios ahora, que no se justifica queden de lado.

No sería justo para el conjunto de los mexicanos, ya no sólo para sus votantes, que ahora habiendo conocido o imaginado lo que pueden ser las mieles del poder omnímodo, se eche reversa al diseño de un país con mayores equilibrios por el cual pugnaron muchas fuerzas y movimientos políticos como los enarbolados por quien es ahora el responsable de llevar el barco a buen puerto, con una más acertada visión política que beneficie a todo el territorio y a la mayoría de quienes lo habitan.

La caracterización de lo regional pasa por expresiones de libertad, de defensa de los derechos, de igualdad, de redistribución de cargas y beneficios con equilibrio entre los estados y la Federación. El gobierno de todos los mexicanos, aún de quienes votaron por opciones diferentes, enfrenta los enormes desafíos de las expectativas sociales en tiempos que no están resultando tan favorables para el cambio que se propuso.