Opinión

El malestar en la cultura de Sigmund Freud, el plan energético de la 4T y la salud del planeta Tierra.

El malestar en la cultura de Sigmund Freud, el plan energético de la 4T y la  salud del planeta Tierra.

El malestar en la cultura de Sigmund Freud, el plan energético de la 4T y la salud del planeta Tierra.

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En 1930 Sigmund Freud publicó su poderoso ensayo El malestar en la cultura, en el que expone el antagonismo que existe entre nuestras exigencias pulsionales y las limitaciones y prohibiciones que nos impone la civilización. Para convivir en el mundo debemos seguir reglas y eso inhibe nuestras pulsiones sexuales, nuestros instintos agresivos. El punto es que la pulsión agresiva ahogada se transforma en sentimiento de culpa. La civilización produce tensión, insatisfacciones y, ulteriormente, sufrimiento. “El precio del progreso cultural debe pagarse con el déficit de dicha por la elevación del sentimiento de culpa”, afirma Freud. Ahora, para no ahondar en dificultades psicoanalíticas, imagínense ustedes la culpa que deberíamos sentir frente a la implantación diaria y obcecada de su huella de carbono, la de ustedes, la mía, la de sus seres queridos. La huella de carbono es un indicador que refleja “la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por cada individuo, organización, evento o producto”. Es imposible no dejar implantado ese vestigio: las lámpara que se encienden, conducir el coche, comer carne, trabajar en la computadora. Imagínense, yo soy vegetariana, pero me tardo quizá más de lo debido en la regadera, me lavo el pelo con shampoo, manejo mi auto, casi todo el día estoy frente a mi PC, enchufo mi ultra sanitizado iPhone por lo menos una par de veces al día, veo pelis en la pantalla, gasto agua en la lavadora, gas en la estufa y en la secadora de ropa. La lista es, quizá interminable, somos culpables del efecto invernadero unos y otros, las industrias, los automóviles y todos los transportes, los edificios que precisan de renovación energética, la acumulación de residuos y basura, el sistema alimentario no sostenible en la agricultura y la ganadería, el derroche brutal de energía, la deforestación, que en la Ciudad de México vemos en los cerros que nos rodean. Nuestra manera de vivir la vida es un constante golpe para el planeta.

A partir de la Revolución Industrial en Gran Bretaña, ocurrida en el siglo XVIII, un proceso de transformación económica social y tecnológica, sucedió el primer degradador del medio ambiente. Creo que Marx y Engels se equivocaron y, como apunta el filósofo, sociólogo y antropólogo de la ciencia francés, Bruno Latour, en Cara a cara con el planeta (Buenos Aires, Siglo XX!:2017 p.135):

Como no desestabilizarse al darse cuenta de que la revolución a la que aspiraban los espíritus progresistas acaso ya se produjo? Y que no provino de un supuesto cambio en la “propiedad de los medios de producción”, ¡sino de una pasmosa aceleración en el movimiento del ciclo del carbono!”

Todo ese daño que aflige a los ecosistemas debe mitigarse (1) para disminuir los gases del efecto invernadero e impedir ciclones, huracanes, y toda clase de amagos vengativos de la naturaleza. No nos queda mucho tiempo para salvar al planeta. La aparición del SARS-Cov 2 y su letalidad pudiera ser consecuencia de una dislocación de las especies animales. Aún se investiga la posible relación de la enfermedad con una fuente animal. Por lo pronto, nos estamos acabando los recursos naturales y es necesario replantearse la manera en que crecen las super granjas, el hacinamiento y el maltrato a los animales que la gente se come. Acaso la solución radica en crear carne en 3D. No me interesa saber a qué sabrá, ya dije que soy vegetariana.

En fin, que habrán de tomarse muchas medidas y adaptarse (2) a sistemas de producción sustentables para recuperar lo perdido y apostar, de todas todas , por energías limpias, que se caracterizan por un sistema de producción que excluye a todos los elementos contaminantes, de tal manera que elimina los residuos peligrosos para la Tierra, porque no tenemos otro mundo a donde mudarnos.

La Reforma Energética de la 4T, aprobado en lo general por el senado el martes, apuesta por todo lo contrario y me devuelve a El malestar en la cultura de Freud. El vienés aborda como elemento esencial la pulsión de la destrucción, en el que se mezclan Eros y Thanatos. Hay una parte de la naturaleza humana predispuesta a la muerte y a la destrucción. Me pregunto si justo esta pulsión puede explicar el regreso a las energías fósiles, al combustóleo y a la construcción de la refinería de Dos Bocas, proyecto acariciado por el primer mandatario para fortalecer a Pemex, que tantísimo dinero pierde, para no depender de la importación de gasolina, que muy pronto, por cierto, ya no se necesitará. Por otro lado, las energías limpias que tanto le disgustan al presidente y a su escudero Manuel Bartlett, y que se encuentran en manos de privados, complicarán su expansión.

El presidente ha expresado, ante un posible requerimiento del presidente Biden, cosa que no ha pasado, que se respete la soberanía de nuestro país, misma que no veo comprometida. En cambio, lo que más arriesga con su plan energético es la salud de nuestro planeta. Por eso me pregunto qué pulsión, qué impulso psíquico lo lleva a esto.

La Reforma eléctrica del presidente Andrés López Obrador, aceptada sin chistar por los diputados morenistas, mayoría en la cámara baja, no sólo es contraría a la que propone el presidente Joe Biden sino uno a la vida en el planeta. Para convivir en el mundo debemos seguir reglas y eso