Opinión

El perdedor no fue Morena

El perdedor no fue Morena

El perdedor no fue Morena

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Tras conocerse los resultados de las elecciones locales en Coahuila e Hidalgo, aparecieron muchas reacciones de botepronto, que nos dan cuenta de que la ansiedad a menudo le gana al análisis a la hora de hacer cuentas electorales.

No faltó quien festinó la derrota de Morena, quien auguró que eso mismo sucedería en las elecciones federales de 2021, quien afirmó que había tenido efecto el llamado al “voto útil” en las redes y quien, del lado morenista (afortunadamente, una minoría), se quejó amargamente de fraude y compra de votos.

El problema es que, si bien las elecciones del domingo pasado dieron algunas luces sobre el comportamiento de los ciudadanos tras casi dos años de gobierno de López Obrador, es sumamente aventurado inferir tendencias nacionales a partir de procesos locales. Más aún si ninguno de los estados es representativo y si, rascándole apenas un poquito a los resultados, las conclusiones pueden ser muy distintas.

Primero lo primero. Hay que comparar peras con peras y manzanas con manzanas. Elecciones locales con elecciones locales. Y las de esos estados, no otras. Comparar con la federal puede ser engañoso.

Así que veamos, en primer lugar, de qué tipo de estados se trata, políticamente hablando. Coahuila e Hidalgo han sido, históricamente, bastiones del PRI. En la primera entidad había hasta antes de 2018 un claro bipartidismo PRI-PAN, con ventaja del primero; en la segunda, un PRI dominante, ocasionalmente retado por el PAN y el PRD. Esto ha sido así tanto en las elecciones locales, como en las legislativas federales. Hay que hacer notar, sin embargo, que, en las presidenciales, Coahuila siempre ha votado mayoritariamente por el candidato ganador (dos veces al PAN; una a Morena) y que Hidalgo ha favorecido dos veces a AMLO (en 2006 y 2018) y nunca a los candidatos panistas. En las más recientes elecciones presidenciales, Coahuila se fue prácticamente a tercios, pero en Hidalgo la ventaja de López Obrador fue muy amplia.

Por otra parte, las elecciones locales tienen una dinámica muy diferente a las federales. Hay mucho menos participación ciudadana, y es más dispersa por ayuntamientos, porque hay unos que son competidos y llevan a más electores a las urnas y otros que están cantados y sólo llevan a la militancia. Por la misma razón de menor participación, los aparatos partidistas tienen mayor peso, así como los cacicazgos locales. Finalmente, los temas de interés son otros: más que la política económica nacional, el manejo de la pandemia o los devaneos de Palacio, cuentan los intereses locales, el destino de las inversiones públicas, impuestos o permisos particulares, etcétera.

Todos esos factores hacen que el voto en esas elecciones suela ser más pragmático que ideológico. Hay, por supuesto, un buen bloque que vota siempre igual, y otro -un poco más pequeño- que piensa siempre en términos estratégicos nacionales, pero el votante mexicano es más sofisticado de lo que se suele creer, y no sólo el de la Ciudad de México.

Con esos necesarios matices, a la hora de ver los datos, encontramos cosas bastante diferentes al blanco y negro que se manejó de manera inmediata.

En Coahuila, la victoria del PRI fue contundente. Pero, si lo vemos estrictamente en términos locales, fue más sobre el PAN que sobre Morena. Acción Nacional le había pisado los talones al tricolor hace tres años y ahora se fue casi 20 puntos porcentuales atrás. Morena tiene un porcentaje similar al que consiguiera su candidato Guadiana y los demás partidos nacionales siguen en la inexistencia.

¿Qué conclusiones se pueden sacar de ahí? Que la buena evaluación de los ejecutivos locales sí contó. Que Morena todavía no es partido, todavía depende de que AMLO haga campaña y su pleito interno cobró alguna factura. Que el PAN se durmió en sus laureles pensando, equivocadamente, que el rechazo al pasado inmediato corresponde estrictamente al PRI. Que una parte del voto antimorenista se dirigirá a quién le vean posibilidades de ganar, pero es difícil calcular la cantidad. Que PRD y MC harían bien en escoger candidatos presentables.

¿Y qué podemos decir de Hidalgo? Primero, que los resultados dan cuenta de la gran pluralidad política que existe: estamos lejos de ser un país de un solo partido, no digamos de sólo un hombre. Segundo, que el PRI mantiene su ventaja histórica, llevándose la mayoría relativa de los ayuntamientos. Tercero, que ahí al PRD se le mueve una patita: tuvo, por sí solo, más alcaldías que Morena, por sí sola y, en alianza con el PAN, más que Morena coaligado. Cuarto, que, así como en Coahuila, Morena regresó a los niveles anteriores al tsunami de 2018. Quinto, que el PAN al parecer pierde Pachuca, que había ganado con amplitud, y necesitó aliarse con los perredistas para conservar otras ciudades de importancia. Sexto, que MC se sacó la rifa del tigre con Tlahuelilpan.

En resumen, si comparamos peras con peras, en las elecciones del domingo hubo un desplazamiento de votos del PAN hacia el PRI, que tiene más vidas que Terminator. Votaron por Morena quienes lo hicieron antes de la victoria de AMLO; es decir, los convencidos de siempre, el voto duro. Aquellos que se habían sumado a la ola lopezobradorista en las presidenciales, el “voto suave”, se quedaron en casa o volvieron al redil. No sé si a eso se le pueda llamar “voto de castigo”; me parece que todavía no. En ambos estados lo local tuvo prevalencia sobre lo nacional.

De aquí caben otras conclusiones. La principal es que la victoria en 2018 no generó un efecto “bola de nieve” hacia las candidaturas de Morena. Es probable que la ausencia de López Obrador en las campañas haya sido factor importante, por lo que habrá insistencia en meterlo el año próximo de una u otra manera. La segunda, es que eso no significa una derrota para el partido del gobierno, porque queda más o menos como estaba, sino un llamado de atención: ni Morena se comporta como partido, ni los votos caen como maná del cielo nada más porque AMLO es el Presidente de la República. La tercera, que tanto el PAN como otros partidos de oposición deben dejar de lado la idea de que ellos, y no el PRI, son, por descarte, la alternativa a López Obrador. Necesitan llevar buenos candidatos y mejores ideas a las campañas.

Pero en la conclusión más importante coinciden, mire usted, el consejero del INE Ciro Murayama y el presidente López Obrador. “La democracia no fue víctima del Covid-19… fue exitosa la jornada en Coahuila e Hidalgo”, dijo el primero. “Es triunfo para la democracia si la gente participa y hay elecciones limpias y libres”, dijo el Presidente.

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