Opinión

La literatura moderna dejó de concebir al niño dentro de rígidas definiciones: Vicente Quirarte

La literatura moderna dejó de concebir al niño  dentro de rígidas definiciones: Vicente Quirarte

La literatura moderna dejó de concebir al niño dentro de rígidas definiciones: Vicente Quirarte

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Durante la niñez es más abierta la oposición entre realidad y deseo porque en esa etapa no se sabe que la realidad es el laberinto de espejos donde el cordel de Ariadna no existe, afirmó el colegiado Vicente Quirarte, al impartir en 2018 la primera sesión del curso titulado País llamado infancia, a través de la cátedra Retrato de niño con país. La infancia en el siglo XIX, que El Colegio Nacional invita a ver el próximo 28 de enero a las 6:00 pm, entre las recomendaciones en línea de esta semana, disponibles en sus plataformas digitales.

El autor de El México de los Contemporáneos, dijo que el título del curso, cuyo contenido conformaría en su momento un nuevo libro, es un homenaje al texto de Julio Cortázar Lugar llamado Kindberg, aparecido en Octaedro.

Al hacer un recorrido por el legado de eminentes personalidades mexicanas para referirse a los infantes en el siglo XIX, Vicente Quirarte mencionó al autor de El romancero nacional y Memorias de mis tiempos, Guillermo Prieto (1818-1897), escritor tanto de obra poética como en prosa, quien salvó a Benito Juárez al grito de “¡Los valientes no asesinan!” cuando Filomeno Mata dio la orden de fusilar al entonces presidente.

Quirarte mencionó en su exposición parte de la vida de Concepción Lombardo de Miramón (1835-1921), cuyo segundo apellido en su etapa de soltera fue Gil de Partearroyo, quien fuera en su infancia apasionada del teatro y que ofrecía funciones a los empleados de su casa. Montajes para los que hacía los decorados, que finalizaban con bailes y vivas a su padre, don Francisco María Lombardo, según ella lo plasmó en sus memorias, donde se ocupó también de perfilar una imagen humana sobre su esposo, Miguel Miramón y su proyecto de un partido conservador mexicano.

Entre las figuras mencionadas por Quirarte, se encuentra Ignacio Manuel de Altamirano (1834-1893), quien no hablaba español y empezó a estudiar a los 14 años. Historiador, crítico y literato, que participó en conflictos militares como la revolución de Ayutla, la guerra de Reforma y la batalla contra la invasión francesa, fue fundador de la Escuela Normal de Profesores de México, autor de Paisajes y Leyendas, tradiciones y costumbres de México (1886), entre otros textos y de la novela (póstuma) El Zarco.

Benito Juárez (1806-1872), integrante de una familia zapoteca, criado por sus abuelos, impulsor del movimiento de Reforma y el Estado Laico, no podía quedar al margen del tema expuesto por el escritor, que destacó fragmentos biográficos del Benemérito de las Américas, fallecido en el primer piso del Segundo Patio Mariano del Palacio Nacional, siendo presidente en funciones.

El historiador José María Roa Bárcena (1827-1908), autor de Catecismo de historia de México y recuerdos de la invasión norte-americana, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, periodista que entre su obra dejó cuento, novela y crítica, formó también parte de estas importantes figuras cuyo nacimiento, afirmó el colegiado, “tiene lugar en el amanecer del México independiente, y su muerte, cuando el país había logrado consolidarse como sociedad civil”.

El colegiado, autor de El tiempo y sus mastines, hizo hincapié en que las autobiografías de Prieto (Memorias de mis tiempos) y de Concepción Lombardo de Miramón, “constituyen un material de primer orden para reconstruir el universo infantil masculino y femenino del siglo XIX en México”.

Al ejemplificar el salto cognitivo en la literatura contemporánea, Quirarte mencionó, entre otros textos, Emilio o De la educación, de Jean-Jaques Rosseau, que abrió los ojos de la sociedad respecto a los niños, Otra vuelta de tuerca, de Henry James, y El señor de las moscas, de William Golding, que además de plantear un asesinato, otorga al personaje de Piggy la inteligencia reflexiva y los anteojos con los que logran generar fuego para sobrevivir.

“La literatura moderna ha dejado de concebir al niño dentro de rígidas definiciones maniqueas y ha procurado, en cambio, ver en él a un ser humano capaz de experimentar todas las emociones aunque de manera distinta a como lo hace un adulto”, señaló el colegiado.

“Héroe romántico por excelencia, el niño adquiere carta de ciudadanía a partir de la Revolución francesa”, ya que con anterioridad se consideraba a los niños como adultos incompletos y es con la Ilustración que el niño adquiere existencia como ser con características propias y no como un pequeño adulto”, afirmó el autor de Razones del samurái.