Opinión

La maldita buena suerte de Trump

La maldita buena suerte de Trump

La maldita buena suerte de Trump

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La confirmación de Amy Comey Barrett como nueva jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos confirma (valga la redundancia) un factor que caracteriza a Donald Trump, pero del que no se ha hablado mucho: es una persona con suerte, con maldita buena suerte.

Por mucho que pataleen los demócratas, no está escrito que sea inconstitucional que el presidente designe un candidato a la máxima corte judicial y que el Senado lo ratifique. Puede ser poco ético —sobre todo si tenemos en cuenta que va a sustituir a la jueza progresista Ruth Ginsburg, quien antes de morir dejó por escrito su deseo de que sea el candidato que gane las elecciones del próximo martes— pero la jugada de Trump no es inconstitucional.

La llegada a la Corte Suprema de Barrett, una conocida activista ultracatólica, corona un inédito triple golpe de suerte para el actual mandatario republicano, el único presidente en la era moderna que ha visto cómo, en menos de cuatro años de mandato, se le han muerto tres jueces con cargos vitalicios, ocasión que aprovechó para nombrar a jueces fieles a su ideología, y además jóvenes (Barrett tiene 48 años), de manera que la máxima instancia judicial del país podría estar inclinada durante décadas en favor del bando conservador (seis jueces) frente al progresista, que será incapaz de imponerse, ya que se acaba de reducir a tres.

Obviamente, nada de esto habría sido posible de no haber tenido la suerte de que una de las dos cámaras que los republicanos controlan del Congreso sea el Senado, que se encarga, como hemos visto, de confirmar los jueces que proponga el presidente… o de montar un juicio político contra el mandatario (impeachment). De haber controlado los demócratas la cámara alta, Trump habría pasado a la historia como el segundo presidente de EU que fue destituido por el Legislativo.

Y nada de esta pesadilla estaría ocurriendo, de no haber tenido la inmensa suerte de haber ganado por 78 mil votos a Hillary Clinton en Pensilvania, Michigan y Wisconsin, tres estados liderados por la demócrata en las encuestas, y que inclinaron la balanza para que se convirtiera en presidente electo la madrugada del 4 de noviembre de 2016.

Para suerte de Trump (y para desgracia de la mayoría de estadunidenses y seres que habitamos este planeta), el sistema electoral de EU no otorga la victoria a quien tenga más votos populares, sino a quien alcance la cifra mágica de 270 votos electorales, distribuidos en los 50 estados. De otro modo, Clinton se habría convertido hace cuatro años en la primera mujer presidente del país, ya que sacó casi tres millones de votos de ventaja al republicano a nivel nacional.

Por tanto, o se corrige esta anomalía que permite que un voto de la despoblada Dakota del Norte, tenga el valor de decenas de miles de californianos, o los estadunidenses están condenados a que llegue otro perturbado mental a la Casa Blanca… o peor aún: que Trump vuelva a ganar las elecciones dentro de una semana, con otro golpe de suerte.

fransink@outlook.com