Cultura

“La violencia generó un lenguaje que ya es habitual para los mexicanos”

ENTREVISTA. Al hablar de su reciente novela "Ella entró por la ventana del baño", Elmer Mendoza advierte que hoy las formas de nombrar el asesinato de una persona son muchas. “Afortunadamente no son tantas como las formas mexicanas de nombrar al acto de hacer el amor, pero cuando se rebasen, sí estaremos mal como sociedad”

“La violencia generó un lenguaje que ya es habitual para los mexicanos”

“La violencia generó un lenguaje que ya es habitual para los mexicanos”

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Los delincuentes son de dedos calientes, el policía honesto en México es señalado como sospechoso en un crimen y la violencia no sólo irrumpe en los sueños, también genera un lenguaje que ya es habitual para los mexicanos, ésas son algunas afirmaciones que realiza el escritor Élmer Mendoza (Culiacán, 1949) con motivo de su reciente novela Ella entró por la ventana del baño, sexta entrega de la saga del Zurdo Mendieta.

En el libro publicado por Alfaguara, el también Premio Dashiell Hammet 2005 y Tusquest 2007, narra cómo el Zurdo Mendieta debe resolver dos casos: el asesinato del comandante Gerardo Manrique y encontrar a una mujer de cabello pelirrojo que le dio al ahora moribundo Ricardo Favela los mejores momentos de placer.

-Mencionas que los delincuentes tienen dedos calientes, ¿eso caracteriza a nuestra sociedad?

-Los delincuentes y todos los sicarios son de mecha corta y de dedos muy calientes. Muchos de los efectivos de seguridad del Estado mexicano, creo que también.

En la novela, todo indica que el asesino de Manrique, un comandante honesto, es un exmilitar que busca un ajuste de cuentas.

-¿Aún permanece la imagen del militar como origen de un crimen?

-En la historia del narco de México hay una etapa, no sé si se ha terminado, donde los militares fueron muy importantes, es decir, para que pudiera funcionar. Ellos recibían su parte, incluso el mito más fuerte en relación al origen del narco en nuestro país tiene que ver con un militar que fue capaz de hacer las negociaciones necesarias para que esa actividad funcionara.

“De ahí tomo ese modelo, no de la actualidad porque no conozco y no me consta nada. Hace 40 años vi muchas cosas donde los militares participaban y eran realmente implacables en lo que tenían que hacer como parte de permitir esta actividad que era tan lucrativa como lo es actualmente”.

-¿Los policías honestos están condenados a ser solitarios?

-Un policía honesto es uno que no tiene compañeros, al menos en nuestro país. Conozco muchos casos de la Ciudad de México y en la ciudad donde vivo de policías que por ser honestos estaban bajo sospecha cuando debería ser al revés. En el caso de Manrique es un policía honesto y además tiene sus cuentas pendientes con el Siciliano por eso es capaz de detenerlo y llevarlo a prisión y darle los años que merecía por sus delitos.

-¿Nos hemos familiarizado con el lenguaje de la violencia?

-Todas las actividades generan lenguaje y la violencia no es una excepción. La violencia ha permeado tanto nuestros pensamientos, en muchos casos nuestros sueños y deseos, que ayer salió que el 64 por ciento de los mexicanos no nos sentimos seguros en la ciudad donde vivimos, imagínate cómo todo eso ha traspasado la barrera de sentirte bien, feliz y seguro.

“Uno termina por poner atención al lenguaje que genera esa circunstancia y los actores que hacen posible este estado de indefensión y de podredumbre tan notable que estamos padeciendo los mexicanos. Ese lenguaje es necesario cuando uno está escribiendo personajes que son delincuentes porque es el lenguaje que los hace coherentes”.

Élmer Mendoza advierte que hoy las formas de nombrar el asesinato de una persona son muchas. “Afortunadamente no son tantas como las formas mexicanas de nombrar al acto de hacer el amor, pero cuando se rebasen, sí estaremos mal como sociedad”.

RECUERDOS. Cuando Favela, desde el hospital, le pide al Zurdo buscar a la mujer de cabello rojo, el autor describe los encuentros sexuales que tuvo el hospitalizado y la dama misteriosa que una noche entró por la ventana de su casa.

-¿Qué son para ti los recuerdos?

-Son los grandes asideros que nos hacen humanos. Los recuerdos buenos son los instrumentos psicológicos que nos dan esperanza, que nos dicen que podemos lograr cosas, que podemos ser mejores. O en algunos casos, los que nos hemos salvado de morir y que hemos estado a punto de ello, recordar eso es como recordar que tenemos otra oportunidad, que debemos de aprovecharla y no desperdiciar ningún día de nuestra vida en hacer lo que nos gusta hacer.

“Empecé a recibir mensajes de lectores con los que tengo amistad y les ha llamado la atención esta parte del libro porque les ha hecho recordar cosas que ocurrieron hace 50 años –porque casi todos son de mi edad–, es la parte más linda de la novela en ese sentido, de cómo un lector se puede incorporar dejando aparecer los mejores recuerdos de su pasado”.

En la novela, Élmer Mendoza también menciona a F.G. Haghenbeck, Tere Margolles, José Emilio Pacheco y Jaime Labastida.

“Es un saludo para ellos y también quise mostrar pertenencia a una comunidad muy grande de personas que hacemos cosas y decirles a los lectores que acá estamos y los que ya se nos han adelantado en el camino que su obra es palpitante”, señala.