Opinión

Las armas, la razón del luto eterno

Las armas, la razón del luto eterno

Las armas, la razón del luto eterno

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Esta vez fue en un supermercado en Boulder, Colorado. El asesino mató a diez personas incluyendo a un policía. Menos de una semana antes en Atlanta murieron ocho, seis de ellos mujeres de origen asiático. Apenas es marzo y este país lleva ya siete tiroteos masivos, como se le llama cuando cuatro o más personas mueren a manos de una. En total en 2020 hubo más de 600 de estos casos, que son parte ya de la vida diaria de los Estados Unidos.

Difícil entender cómo es que el país más poderoso, supuestamente el más democrático y avanzado del planeta, acepta masacres y tiroteos masivos como rutina. ¿Cómo fue que se convirtió en un lugar donde hay más posibilidades de morir si la gente va a comprar leche y huevos, o si está en la escuela o su trabajo, que en una zona de guerra?

En su mayoría los estadounidenses creen y aman a Dios, aman la vida pero irónicamente también aman sus armas, en una contradicción difícil de aceptar. Los horrores vividos no han logrado cambiar las leyes ni los sentimientos de quienes se oponen a más control y restricciones.

Parece que no les importa que en su historia reciente 20 niños hayan perdido la vida en una escuela primaria, que doce personas fueron asesinados en el cine viendo Batman, que tres decenas de estudiantes perdieron la vida en una institución superior, que 49 que no le hacían daño a nadie hayan sido masacrados en una discoteca. Y qué decir de las 22 almas que en 2019 murieron en la tienda Walmart de El Paso, Texas, por un hombre que buscaba mexicanos.

El luto es constante. Y es que aquí conviven 325 millones de personas con 310 millones de armas. Según las cifras más recientes existen 101 armas por cada cien ciudadanos. Este país encabeza la lista de naciones industrializadas donde más particulares poseen al menos una pistola. Estados Unidos tiene el 5 por ciento de la población mundial, pero tiene en manos de civiles más del 50 por ciento de todas las armas del planeta.

Quienes se oponen a que se modifiquen las leyes sostienen que no son las armas las que matan, sino los hombres y esto definitivamente es absurdo. Los automóviles tampoco matan a la gente, son quienes conducen mal o ebrios, los que lo hacen y no por eso se han dejado de tomar medidas, gracias a las cuales se han reducido considerablemente los accidentes fatales. Mientras que en los últimos años el número de personas que han muerto por arma de fuego es en promedio de 32 mil al año, incluyendo los suicidios.

Este tipo de violencia que se ve aquí no sucede en países avanzados, al menos no con la misma frecuencia. Sin embargo Barack Obama intentó imponer más control pero no pudo hacer nada. El presidente Joe Biden lo intentará también, pero hay pocas esperanzas de que tenga éxito, aún cuando la otrora poderosa Asociación Nacional del Rifle, plagada de corrupción, está en quiebra. Si el ataque al Capitolio no ha cambiado el parecer de los legisladores es porque nada lo logrará.

En contra están no solo los republicanos y los derechistas, sino toda una nación con una historia donde las armas han abundado siempre y representan su corazón e identidad. Este país fue fundado a punta de rifle, primero en la insurrección contra los invasores británicos y después ante la violencia de los colonizadores armados en el llamado Viejo Oeste.

Adquirir armas es de lo más fácil. Lleva solo unos minutos. Si es en un comercio establecido se llena una forma y con una llamada se checan los antecedentes penales, pero no el estado mental del comprador. Si la venta es entre particulares, nada es necesario, das el dinero y tienes una.

Quienes se oponen a que exista más control, dicen que sería una violación al derecho que les da la Constitución a estar armados, derecho que en algunos estados como Iowa, se extiende aún a las personas ciegas y hasta quienes están en las listas negras del gobierno como posibles terroristas.

Hay entidades donde las armas no se permiten en las universidades, pero son aceptadas en primarias, jardines de niños e iglesias y hasta en cantinas y bares. Es triste, pero las masacres ya no son noticia, son el pan y desgracia de cada día.

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