Opinión

Los resultados electorales

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Lo primero que vi al salir de mi casa fue una larga fila en la acera de enfrente. A unos treinta metros habían instalado una casilla. Aquello no fue la excepción, sino la regla: conforme fui avanzando para dirigirme a Cuemanco a hacer ejercicio, vi la misma escena: extensas hileras de personas esperando su turno para votar en donde había casillas instaladas. No pude ocultar mi entusiasmo: ésta es la respuesta a quienes han hecho de todo por echar atrás a nuestra democracia.

Luego supe que el nivel de participación había alcanzado un nivel histórico para una elección intermedia, 52%. Tampoco pude dejar de recordar lo que, quienes han escrito sobre la democracia destacan: “En la democracia los que, a final de cuentas hablan y deciden, son los ciudadanos”. Después de tantos dimes y diretes entre partidos, aspirantes y merolicos los votantes fueron los que decidieron. Lo primero que dijeron los ciudadanos es que no hay una sola voz, sino muchas; la pluralidad se asentó como forma de vida entre los mexicanos.

El mandato de las urnas es claro: el proyecto hegemónico que en 2018 consideraron impertérrito, Andrés Manuel López Obrador y Morena, en estas elecciones del 6 de junio de 2021, se vino abajo. Tal como fue diseñada la 4ª Transformación, suponía la rehabilitación del presidencialismo autoritario (hiperpresidencialismo lo llamó Gustavo López Montiel, entrevistado por Le Monde) merced al dominio de Morena tanto en la Cámara de Diputados como en la Cámara de Senadores del Morena y sus aliados.

Los morenistas supusieron, falsamente, que estas elecciones de medio término serían un simple trámite; pero no fue así. Los ciudadanos les pusieron un alto: nada de que puedan imponer un “país de un solo hombre”, para recurrir el título del libro de Enrique González Pedrero, en el que describe y analiza al México de Antonio López de Santa Anna.

El partido oficial y sus aliados de la coalición “Juntos Hacemos Historia” (Partido Verde Ecologista de México PVEM y Partido del Trabajo PT) ya no pueden formar mayoría calificada, requisito indispensable para hacer cambios a la Constitución. El verticalismo de la primera etapa del sexenio tiene que dar paso a la horizontalidad democrática. Eso es lo que dispusieron los ciudadanos; pero sabemos de sobra que López Obrador no es un hombre de diálogo, negociación y acuerdos, sino de imposición, descalificación y vituperios.

Con la mayoría simple podrán hacer algunas cosas. Por ejemplo, aprobar la ley de ingresos y el presupuesto de egresos que son los principales instrumentos de política económica de un gobierno; pero no podrán llevar a cabo los grandes cambios de la agenta original de la 4T. En consecuencia, la segunda parte del sexenio será distinta de la primera. Por lo menos en lo que se refiere a cuestiones legislativas.

La coalición opositora impulsada por la organización civil “Sí por México” entre cuyos líderes están, Claudio X. González, Beatriz Pages y Gustavo de Hoyos, y que logró unir al PAN, PRI, PRD en el frente “Va por México”, sí funcionó (pese a lo que digan los guardaespaldas verbales de AMLO).

El segundo gran descalabro que se llevaron el tabasqueño y su partido fue en la Ciudad de México. Resulta chusco que aún sin haber cerrado las casillas el presidente de Morena, Mario Delgado, afirmara que su partido había ganado 14 de las 16 alcaldías. Mejor se hubiera quedado callado para no hacer el ridículo. Andrés Atayde, presidente del PAN en la capital salió a desmentirlo: “Lo decimos claro, fuerte y que se escuche: le hemos arrebatado a Morena la Ciudad de México, justo la ciudad que le vio nacer y ésta es una señal contundente de su fracaso como gobierno y legislativo de la ciudad.”

En donde Morena sí obtuvo ganancias es en los estados: se llevó 11 estados. Ahora gobierna 20 entidades federativas.

Sea como fuere, hay que señalar dos cosas: entre los prerrequisitos de la democracia hay dos que nos atañen directamente: 1) que la competencia sea equitativa; 1) que la disputa por los puestos de elección popular se realice en paz.

Pues bien, ninguno de estos dos prerrequisitos se cumplió en estas elecciones del 6 de junio: 1) Aunque no estuvo en la boleta electoral, el presidente Andrés Manuel López Obrador intervino como promotor de su partido en las mañaneras. A pesar de los apercibimientos del INE, siguió su campaña proselitista, así como ataques a medios de comunicación nacionales y extranjeros a periodistas e intelectuales que señalaron sus excesos y tropelías. Además, los programas sociales fueron usados como mecanismos clientelares.

2) Apenas el domingo fuimos a votar, nos conectamos con los medios de comunicación y esa misma noche o al día siguiente nos enteramos de los resultados, pasó a segundo plano, o se nos olvidó, que estas fueron unas elecciones en las que los asesinatos, secuestros, desapariciones, amenazas, amedrentamientos por parte del crimen organizado, hicieron de estas elecciones las más sangrientas sólo rebasadas por las de 2018.

Libertad sin orden es anarquía. López Obrador se atrevió a decir que la delincuencia organizada se “portó bien.” ¡Vaya desfachatez!

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