Opinión

Nuestro Hundimiento

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La catástrofe pandémica sigue su marcha y tenemos los códigos de entendimiento, las formas para asimilar lo que nos está ocurriendo a pesar de las vacunas. Algo muy grande, inabarcable, pero que llega recurrentemente para golpearnos la cabeza, afectarnos el ánimo, descorazonar directamente, porque se trata de la enfermedad o la muerte de un vecino, un amigo, un familiar, un hermano…

Creo que llevo una veintena de personas cercanas que han fallecido y otras varias decenas, angustiosamente contagiadas, otras con síntomas preocupantes, algunas en el mero frente de batalla. No hay modo de tragar eso, dolor, incertidumbre, digo, hasta que reencontré un pequeño libro, extraña épica poética de hace muchos años, debida al joven Hans Magnus Enzensberger que supo hilar 33 cantos a la catástrofe, la suya, inspirada en el Titanic, pero al cabo, tan parecida a la nuestra. Verán.

“No es como una matanza, ni como una bomba;

no hay sangre, nadie es mutilado;

es simplemente una inundación, un aumento gradual

por doquier. Se filtra.

Se forman diminutas perlas, regueros…

de los que aspiras la muerte, donde te encuentres”.

El suyo es una minuciosa reconstrucción de la noche del 14 de abril en que se hundió la nave que se suponía imbatible, como la civilización misma. Con una elegancia y elocuencia que lo lleva desde las alucinaciones de Dante, hasta las cruentas testificaciones de los juicios de la Habana:

“…. pero no pudieron escapar de los gritos.

Cada una de estas voces era clara y diferente

de la otra: el estridente alarido de terror

diferente del ronco lamento,

el chillido suplicante, distinto del gemido estrangulado,

y así sucesivamente, y no eran pocos los gritos,

sino miles de ellos, el mar estaba en calma,

había un arrullo en el aire, y las voces, prosiguió la voz,

llegaban lejos y eran muy nítidas, de ahí

que en el bote algunos dijeran, regresamos,

tenemos espacio, de ninguna manera,

se llenaría el bote y lo harían zozobrar,

dijeron otros, y nos ahogaríamos todos,

y así continuaron discutiendo y remando, hasta

que después de una larga hora, dijo la voz

tajantemente, las voces disminuyeron, y sólo

se oía aquí y allá una débil y solitaria tos,

un chillido animal, apenas audible,

hundiéndose simplemente en la oscuridad total”.

Tiendo a creer que los que estamos tan hondamente afectados por la pandemia y su clima, su ambiente, al mismo tiempo medieval y global, irracional y marcadamente científico, debemos acudir a obras y textos como los que Enzensberger ofrece. No sólo porque retratar una catástrofe debe ser una de las más grandes hazañas del arte, sino porque nos lanza un mensaje extraño que retumba:

“Lo raro, lo difícil es ¿porque

después de tanto ahogado y tanta pena,

sollozo, y sigo nadando?

(El hundimiento del Titanic. H.M. Enzensberger. Anagrama. Traducción Heberto Padilla).