Opinión

Política, comunicación y manipulación

Política, comunicación y manipulación

Política, comunicación y manipulación

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Muy pocos se han dado cuenta de la habilidad de Andrés Manuel López Obrador para envolvernos en su juego (tanto a simpatizantes como a detractores). Él pone la agenda política y allí vamos como mansos corderitos a seguirlo: durante estas semanas el tema ha sido la Reforma Eléctrica. Cierto, el garlito no le salió; pero armó un mitote de antología: denunció al juez Juan Pablo Gómez Fierro por servir a intereses particulares (como si el juicio de amparo no hubiese sido creado por Mariano Otero para proteger, precisamente, a los particulares frente a los abusos del poder público); le envió una carta al Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Saldívar, para ver si al mencionado juez le corresponde o no resolver este caso. AMLO también pidió que el Consejo de la Judicatura “lleve a cabo una investigación para esclarecer la actuación del juez Gómez Fierro en este episodio.” La estrategia preferida del hombre nacido en Tepetitán, Macuspana, para mantenernos activos y distraídos es la confrontación.

Desde que fue Jefe de Gobierno (2000-2005) le funcionaron de maravilla las conferencias de prensa matutinas; tanto así que le arrebató el “poder de agenda” al presidente Vicente Fox (2000-2006): el tabasqueño hacía pronunciamientos desde tempranas horas, y ya cuando el guanajuatense lo quería alcanzar era demasiado tarde.

Ese mismo método lo sigue utilizando hoy con las “mañaneras”; pero ya no son para informar o para contestar preguntas de los medios de comunicación. Aquello se ha convertido en un acto litúrgico donde sermonea y lanza condenas flamígeras contra sus críticos.

De allí se vienen, como en cascada, los despachos noticiosos, los comentarios, las entrevistas, las correcciones (porque muchas veces dice imprecisiones o mentiras al estilo de su amigo Donald Trump).

Lo interesante y preocupante es que hasta sus propios críticos han caídos en las redes de AMLO. Usan sus expresiones y conceptos: conservadores, fifís, neoliberales, representantes del pasado, PRIAN, chayoteros. López Obrador usa pocas palabras y frases cortas con el propósito de que la gente lo entienda y lo repita. Es un gran comunicador. En eso se parece a los demagogos populistas, fascistas y nazis (Federico Finchelstein, From Fascism to Populism in History, Oakland, University of California Press, 2017, pp. 98-174). Esos oradores eran capaces de subyugar a las masas con pocos conceptos y oraciones que repetían machaconamente. Los demagogos persuadían y persuaden a grandes segmentos de la población y los convierten en sus adeptos; los fanatizan a tal grado que, para ellos, no hay término medio “o estás conmigo o estás contra mí.” Esa es la polarización a la que quiere llevar a México; la hostilidad ya se refleja en muchos aspectos de la vida cotidiana. Se están tratando de boicotear e incluso, en algunos casos dinamitar, los puntos de convergencia y entendimiento que son requisitos básicos para que funcione la democracia.

Los opositores deberían salirse de esa dinámica y recordar el “espacio público” (Öffentlichkeit) de Jürger Habermas. Ese espacio público en México se construyó junto con la democracia. Es cierto, pusimos más atención al tema electoral; sin embargo, paralelamente, fueron brotando espacios plurales en donde se podían expresar libremente las ideas. Nos auto-educamos para respetar el pensamiento ajeno, la diversidad sexual, las expresiones musicales, artísticas, teatrales alternativas (los actores ya no tuvieron que subir al escenario con un amparo en el bolsillo como se vio obligado a hacerlo durante años, Jesús Martínez “Palillo”).

Pues bien, el espacio público es el lugar físico en el que se forma la opinión pública—no la opinión publicada. Dicho de otra forma: la opinión pública es la voz de la sociedad civil. Pues bien, no hay cosa que les moleste más a los autócratas populistas que la sociedad civil (por su pluralidad y horizontalidad) ni la opinión pública (como una opinión no salida de las mentes de sus propagandistas).

Lo que ha estado sucediendo en nuestro país es que, con la astucia de López Obrador, quien nos ha estado envolviendo con sus artimañas no sólo políticas, sino también de manipulación psicológica, es que nunca lo oirán hablar de sociedad civil porque este concepto implica pluralidad y libertad de pensamiento; su palabra favorita, en cambio, es “pueblo” porque este vocablo supone una masa uniforme y moldeable según sus caprichos.

Lo que el tabasqueño quiere, a como dé lugar, es acabar con la pluralidad y dividir el campo social y político en dos: buenos y malos.

Por eso se le atraganta el movimiento feminista. Porque este movimiento tiene muchas expresiones; social y regionalmente es muy variado. En el esquema mental binario de Andrés Manuel López Obrador, el feminismo no cuadra; entonces lo ubica, arbitrariamente, en el campo enemigo. Y así: fácil, asunto arreglado; pero, la verdad, es que eso no soluciona nada. Ni las desigualdades, ni los feminicidios.

¿Qué hacer? Salirse de la trama urdida por AMLO. No caer en las provocaciones ni en la, consecuente, polarización. Luchar para que el espacio público siga siendo un lugar de libertad y convivencia; que la opinión pública no sea expropiada, esto es, no sea la expresión de la voz oficial.

Twitter: @jfsantillan

Mail: jfsantillan@tec.mx