Opinión

Regresión educativa

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El sainete reciente sobre la intención de la SEP de elaborar libros de texto con la ayuda de maestros y diseñadores a quienes no se les pagará su trabajo, fue la última, dolorosa, expresión de la crisis institucional y financiera que aqueja a la entidad educativa central de México.

El sector educativo fue castigado bárbaramente por la austeridad republicana de AMLO. Y se le sigue castigando. Se eliminaron programas completos, se despidió a una parte gruesa del personal, se prohibieron las asesorías, se disminuyó el presupuesto en áreas críticas como la educación normal, la creación de nuevas plazas docentes, la formación continua del magisterio, la educación inicial, la educación especial, la comunitaria (CONAFE) y la indígena.

Los maestros de todo el país están sumamente molestos porque se retiró el presupuesto al programa de Escuelas de Tiempo Completo que era, sin duda, el más exitoso de todos. Muchos docentes se interrogan sobre la lógica a la que obedece este castigo extremo a las finanzas del sector educativo.

Pero no hay ningún misterio. La explicación es simple. Se descuidan los servicios educativos para concentrar dinero en los programas prioritarios del presidente. No hay dinero para la formación docente, pero hay dinero para becas y para otras formas de asignación directa que maneja la Presidencia.

La política priva sobre la educación. Pero es una política miope, que descuida los substancial (la educación) para favorecer intereses mezquinos. AMLO explotó con éxito su intención de derogar la “mal llamada” reforma educativa lo cual le atrajo el apoyo de muchos maestros que estaban irritados con ella.

Y, en efecto, demolió la reforma educativa de 2013. Pero lo que AMLO no ha podido decir es cuál será la nueva dirección que habrá de tomar la educación nacional. Se acabó una reforma, pero ¿no habrá nueva reforma? Claro, surgiría de inmediato la pregunta: ¿con qué dinero sufragarla? Tampoco el presidente tiene claro su proyecto cultural y sobre esa materia solo tiene ideas salpicadas.

Sus ideas sobre la cultura son pírricas y dispersas. A veces perora sobre sus aspiraciones morales, habla de honestidad, pero también menciona valores religiosos como “el amor al prójimo”, no tiene una visión moral articulada como se observa en la célebre Guía ética que elaboraron sus colaboradores o en su afán de promover la Cartilla de Alfonso Reyes, detrás de cuya retórica, dice Roger Bartra, habita una propuesta de civilización cristiana” (Regreso a la jaula, p. 87).

Lo mismo ocurre con los libros de texto de Historia de México en los cuales, según el presidente, se consumó una “adulteración monstruosa”. Lo cual es absolutamente falso. Debería darse una evaluación escrupulosa de esos libros antes de eliminarlos y permitir que personas inexpertas o con prejuicios ideológicos terminen consumando un crimen de lesa Patria.

La destrucción del INEE dejó a México, lamentablemente, sin una institución encargada de evaluar de forma continua y rigurosa el desarrollo educativo de México. No hay nuevas evaluaciones de aprendizajes y aunque se han dado estudios parciales como el de INEGI sobre los efectos educativos de la pandemia, los maestros son testigos del grave retroceso que conoce actualmente la educación nacional. Claro, la pandemia lo ha agravado todo, pero sería una impostura presentarla como explicación o justificación de esta, triste, regresión.