Opinión

Un directorio de científicos, investigadores y coleccionistas extranjeros en México

Un directorio de científicos, investigadores y coleccionistas extranjeros en México

Un directorio de científicos, investigadores y coleccionistas extranjeros en México

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Alfonso Larque Saavedra*

Hace algunos años platicando con colegas comentábamos sobre la importancia de hacer un directorio de científicos investigadores y coleccionistas extranjeros, que desarrollan o han desarrollado sus actividades de investigación o recolección en México dentro del marco de lo que he llamado los laboratorios naturales de nuestro país. Veinticinco años después retomamos la reflexión y llegamos a la conclusión de que efectivamente no existe un directorio que permita de manera rápida rastrear y saber quiénes han desarrollado o están desarrollando este de tipo de actividades en nuestro país.

El planteamiento es sencillo y sería como se está haciendo actualmente en países como los Estados Unidos, que solicitan que uno se registre en una base de datos que se llama ORCID, que es un código alfanumérico que sirve para identificar a investigadores o científicos que deseen publicar sus resultados en alguna revista de perfil académico. Este modelo es una base de datos o registro, que se exige para poder publicar los avances científicos. Para México debemos intentar concretar una base de datos semejante que permita identificar quiénes están desarrollando investigación o colectas de material biológico o de otra naturaleza.

Sobre el citado punto, en relación con la riqueza de la biodiversidad de plantas cultivadas, conversando con Hernández X, un botánico sobresaliente con el que tuve oportunidad de trabajar más de 20 años en el Colegio de Postgraduados de Chapingo y otros expertos agrónomos como el doctor de fruticultura Facundo Barrientos, el doctor en genética Lauro Bucio Alanís y el doctor en Fitopatología Jorge Galindo, se reiteraba dicha necesidad. El ejemplo que se discutía en ese momento fue el relacionado con la información del ingeniero Salvador Sánchez Colín, quien estaba estableciendo un banco de germoplasma de aguacate.

Nuestra preocupación se centraba en el hecho de que nos informaban algunos alumnos de que había colectores extranjeros llevando semillas de aguacates silvestres fuera del país. Pudimos saber quiénes eran y de dónde venían, pero no quién había autorizado dicha colecta. En el mismo sector agrícola me pareció muy interesante encontrar en mi visita a países del medio oriente, que un fitomejorador tenía una plantación de pitayas de sus colectas hechas desde Yucatán hasta Colombia.

Mi sorpresa fue mayor cuando vi sus parcelas comerciales para entregar estos frutos a Europa. Hace unas semanas en otra nota, comentaba que Wellhausen, el impulsor del estudio de las razas de maíz en México, señaló en una conferencia que habían recolectado durante la década de los 1940, maíces de todas las regiones de México, pero que ciertamente tenían réplicas en los Estados Unidos.

Durante mi estancia en la Universidad de Texas en Austin, frecuentaba el herbario y era común que un reconocido taxónomo me señalaba que hacía colectas cada año en nuestro país, específicamente de plantas de la familia de las compuestas. Él me comentaba que las colectas las hacía por su cuenta sin alguna contraparte de México. Entiendo que esto era común y no sé si en la actualidad se siga presentando esta forma de colectar la biodiversidad del país, ostentando únicamente una credencial de colector.

En una revisión que hiciera a principios de siglo sobre la investigación científica en el sureste mexicano y que presenté en El Colegio Nacional, anotaba las conversaciones y entrevistas que hiciera, entre otros académicos, al Dr. Alfonso Villa Rojas un reconocido mayólogo, quien trabajó con el grupo base del Instituto Carnegie, que investigaba Chichen Itzá. Él fue contratado por la citada fundación, por su conocimiento de la lengua maya y posteriormente haría un doctorado en la Universidad de Chicago. Él mencionó algunos nombres de antropólogos y arqueólogos que no pude encontrar en publicaciones.

Adentrándome en las conversaciones encontré la bien conocida reseña de Alma Reed, reportera del periódico New York Times que como corresponsal vino a México en 1923 y sus labores profesionales la llevaron a Yucatán acompañando a una expedición de arqueólogos y antropólogos norteamericanos con financiamiento del ya dicho Instituto Carnegie, con la misión de hacer una evaluación y rescate de los sitios arqueológicos mayas de la región.

Fue entonces que surgió el nombre de Edward Herbert Thompson, que una década antes había dragado el Cenote sagrado de Chichén Itzá, para extraer joyas y obras de arte maya, con enorme valor arqueológico, muchas de las cuales aparecieron en el Peabody Museum de la Universidad de Harvard a pesar que, desde 1823, Mexico estableció la prohibición de exportar objetos arqueológicos.

Estos hechos serían narrados en 1990 por el antropólogo Luis Ramírez Aznar, en su libro El saqueo del cenote sagrado de Chichén Itzá. Está ampliamente documentado que desde la Conquista y durante la Colonia hubo numerosas expediciones a nuestro país financiadas por potencias extranjeras que recogían información valiosa sobre minerales, biodiversidad, sitios arqueológicos. etc.

Es conocido el hecho de que en el siglo XIX y XX, se tienen registrados numerosos expedicionarios que “descubrieron” en el trópico mexicano sitios arqueológicos de la cultura maya de gran importancia y que divulgaron su existencia al mundo occidental. Sólo hay que recorrer museos de los países desarrollados y ver las piezas y riquezas que salieron de nuestro país. Nunca se dice el nombre del colector, sí se anota el lugar.

Es sorprendente la cantidad de libros que podemos comprar en otros países que reseñan aportaciones de esos expedicionarios que pocas veces, por cierto, anotan a mexicanos, sean contratados como guías o como colaboradores en cualquier nivel.

Por nuestro país han pasado numerosos y reconocidos personajes que han expuesto sus resultados en academias o institutos de los países que han financiado sus expediciones. Resaltan por ejemplo Alexander von Humboldt, Aldous Huxley, Robert Brunhaus, Donald Ediger, Sylvanus Morley, que visitó Yucatán en 1907 y llevó a Cambridge, algunos valiosos objetos de la cultura maya. No es el propósito de esta nota hacer el listado, pero estoy seguro de que muchos de nosotros estaríamos mejor informados de los expedicionarios que visitan a nuestro país, no como turistas sino como investigadores, científicos o colectores.

Termino anotando la pregunta ¿quién debe de ser el responsable de hacer el Directorio que se propone?

*Coordinador de Agrociencias Academia Mexicana de Ciencias. Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias. Profesor Investigador Centro de Investigación Científica de Yucatán