Academia

Según datos de la ONU, más de 2 mil 200 millones de personas viven hoy sin acceso a agua potable gestionada de forma segura

Calidad, consumo, costo y distribución del Agua

Agua Cuidar el agua, defender la vida y proteger nuestra “casa común” no es solo un mandato bíblico, sino una urgencia histórica. (Archivo)

La responsabilidad de la Iglesia católica con el cuidado del medioambiente no es nueva ni le es indiferente. Basta con repasar la teología de la creación, en los primeros versículos del Génesis (2:15), se ordena al ser humano “labrar y cuidar” la Tierra.

En las últimas décadas, esta responsabilidad ha cobrado relevancia en documentos, acciones y posicionamientos de la Santa Sede. Tal es el caso de 2004, cuando el papa Juan Pablo II presentó el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, abordando el tema del medioambiente cómo una responsabilidad moral; o en 2023, cuando el papa Francisco presentó la Exhortación Apostólica Laudate Deum, dónde advirtió sobre la falta de acciones de los gobiernos ante la crisis climática.

Sin embargo, el caso más mediático y relevante resulta ser Laudato Si’, la encíclica publicada por el Papa Francisco en 2015, que por primera vez, un documento magisterial, se dirigió no solo a los fieles, sino a toda la humanidad. Inspirado en San Francisco de Asís y su canto a la creación, el texto inicia con una advertencia clara: “Nada de este mundo nos resulta indiferente”.

Contrario a otras corrientes extremistas -cómo el ecologismo radical o la tecnocracia desenfrenada- esta encíclica promueve una visión integral entre el cuidado del medio ambiente, los modos de producción, la justicia social y la espiritualidad. Y dentro de ese llamado integral al cuidado de la “casa común”, el agua ocupa un lugar central, no sólo como recurso, sino como símbolo de vida, justicia y espiritualidad.

En uno de los apartados del documento, “La cuestión del agua”, el Papa advierte sobre cinco grandes peligros que nos orillan a conflictos sociales y éticos en todo el mundo:

  1. El consumo insostenible en los países más desarrollados y entre los sectores más ricos de la sociedad.
  2. La distribución desigual del recurso dentro de una misma nación.
  3. La calidad del agua accesible a los pobres, que provoca miles de muertes diarias.
  4. La privatización del agua como mercancía.
  5. El aumento del costo de los alimentos y productos esenciales como consecuencia directa de la escasez de agua.

Lejos de ser una reflexión teórica, estos puntos dibujan una crisis en curso. Según datos de la ONU, más de 2 mil 200 millones de personas viven hoy sin acceso a agua potable gestionada de forma segura. La Iglesia, desde su doctrina social, sostiene que el agua es un derecho humano básico, fundamental y universal, y advierte contra su uso como instrumento de sufrimiento, sobre todo para los pobres.

La postura y responsabilidad del Vaticano no se ha quedado sólo en reflexiones teóricas, en 2015, durante la COP21 de París, la delegación de la Santa Sede impulsó una agenda basada en esta encíclica, abogando por una transición ecológica centrada en los más vulnerables. Organizaciones católicas de todo el mundo promovieron las ideas del documento en parroquias, escuelas y foros internacionales. Incluso grupos como Greenpeace reconocieron su impacto y lo integraron en sus campañas globales.

Hoy, con la reciente elección del Papa León XIV, se abre un nuevo capítulo. El reto será mantener viva esta línea de acción frente a una crisis climática que no espera.

El legado de Laudato Si’ y demás acciones no es solo un desafío para el nuevo pontífice, sino para toda la Iglesia, sus instituciones, fieles y agnósticos en el mundo.

Cuidar el agua, defender la vida y proteger nuestra “casa común” no es solo un mandato bíblico, sino una urgencia histórica que requiere de los esfuerzos de ciencia, justicia social y fe.

  • Secretario general de la Asociación Mexicana para la correcta Hidratación, AC

Tendencias