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Un mundo de plástico: ¿Cómo llegamos hasta aquí?

El plástico es un grupo de materiales sintéticos fabricados a partir de petróleo crudo y gas natural que se someten a diferentes procesos químicos para darles las características deseadas

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Árbol de Hevea brasiliensis.

Árbol de Hevea brasiliensis.

Foto tomada de https://www.jardineriaon.com/hevea-brasiliensis.html

Hubo un tiempo en que la mayoría de las bebidas se vendían en botellas de vidrio retornables y la comida se compraba fresca en los mercados locales, la carne se envolvía en papel encerado y algunos alimentos en cucuruchos de periódico. Sin embargo, a partir de las últimas dos décadas del siglo pasado, nuestros hábitos y estilos de vida cambiaron drásticamente, las ciudades crecieron y el ritmo de vida se aceleró, restando tiempo para muchas actividades domésticas. Fue entonces que el plástico se infiltró en casi todos los ámbitos de nuestras vidas. Actualmente, hay plástico por todos lados, hasta los últimos confines de la Tierra, en las profundidades de los mares e inclusive en nuestros cuerpos. En este artículo hacemos un breve recorrido por la historia del plástico y sus implicaciones para el ser humano y el ambiente.

El plástico es un grupo de materiales sintéticos fabricados a partir de petróleo crudo y gas natural que se someten a diferentes procesos químicos para darles las características deseadas. A nivel mundial se fabrican más 400 millones de toneladas de plástico al año, México es el productor número 11 del mundo y produce cerca de 7 millones de toneladas, de las cuales, la mayoría se utiliza para envases y embalaje. La expansión masiva del plástico comenzó en la década de los años 50 del siglo pasado. La producción mundial de plásticos aumento de 2 millones de toneladas en 1950 a 400 millones de toneladas en 2015; el mayor aumento se dio durante los últimos 20 años.

La historia del plástico es mucho más antigua. El caucho de uso comercial -un látex (liquido blanquecino) proveniente principalmente del árbol Hevea brasiliensis-, fue utilizado durante siglos por los pueblos mesoamericanos y de la Amazonía con fines medicinales, recreativos y religiosos. En 1888, la demanda mundial creció haciendo del Congo y la Amazonía las zonas más rentables, dejando destrucción ambiental, explotación laboral, precariedad y genocidio. Para la extracción del caucho se instaló un sistema represor en el que secuestraban a los hombres y los obligaban a trabajar jornadas extenuantes, usando violencia física inhumana y esclavitud, de hecho, estos episodios han sido considerados como uno de los horrores más crudos del colonialismo. Debido a que estos árboles se encontraban de manera natural y en abundancia, únicamente se requería la extracción, que no involucraba maquinaria particular, cultivo, ni fertilizantes y los trabajadores no eran remunerados, resultando así un negocio muy rentable. La experimentación sobre sus posibles usos comenzó después de la Revolución Industrial debido a que el caucho natural no resistía temperaturas extremas. Durante el siglo XIX se intentó procesar el caucho a escala industrial; sin embargo, existían muchas deficiencias, entre estas un olor muy desagradable. Fue hasta 1839 que Charles Goodyear descubrió que, al mezclar el caucho con el azufre a altas temperaturas, el material se volvía resistente a temperaturas extremas, era más elástico y se eliminaba el olor, a este proceso se le conoce como vulcanización. A partir de este descubrimiento el caucho fue el favorito de la industria gracias a su versatilidad para la creación de una infinidad de productos. Resuelto este problema, lo siguiente fue garantizar el abasto desde las zonas productoras hacia las fábricas, para lo cual los dueños de las primeras grandes corporaciones (Dunlop, Pirelli. Goodyear Firestone, Goodrich) buscaron apoderarse de la mayoría de la producción de caucho, así como de la compra o renta de tierras para la producción. El precio del caucho se derrumbó a principios del siglo XX debido a la apertura de campos de cultivo en las islas del sureste asiático y en la Amazonía y al declive de los árboles por la sobre explotación y la aparición de un hongo que mermaba la producción (Microcyclus ulei).

Después de la segunda Guerra Mundial el caucho, que hasta ese momento provenía totalmente de fuentes naturales de las zonas tropicales del mundo, se volvió fundamental para el aislamiento de cables de teléfono y telégrafo, así como para la fabricación de múltiples partes del ferrocarril, motores, llantas y textiles. La demanda por este material era tan grande, que comenzó una búsqueda desenfrenada por producirlo de manera sintética. Si alguna de las potencias emergentes del norte global desarrollaba el plástico sintético, dejarían de depender de las importaciones y generarían una industria muy rentable, y así fue. En 1935 el químico alemán Otto Ambros desarrolló el caucho sintético (Polibutadieno) en los laboratorios IG Farben y nació el plástico. En la década de 1960, la producción del caucho sintético superó al natural debido principalmente a la demanda del sector automotriz, dominado por grandes corporaciones estadounidenses. Para 1978, la compañía Coca-Cola introdujo la primera botella de plástico de un solo uso, implantando el modelo del desechable. Para la siguiente década, casi todas las botellas de bebidas habían sido reemplazadas por desechables. A partir de entonces la cultura del plástico llego para quedarse. Bajo la bandera de modernidad y limpieza, miles de millones de artículos de plástico comenzaron a llenar los basureros, rellenos sanitarios e incineradoras del mundo. Actualmente solo un puñado de corporaciones basadas en la producción de hidrocarburos controlan el mercado mundial del plástico (EXXON Mobil, Dow, INEOS, entre otras).

Actualmente, el uso desmedido de plásticos ha llevado inevitablemente a problemas de gestión de desechos. Se estima que aproximadamente el 40% de los productos son desechados después de tan solo un mes, lo cual, ha generado inmensas cantidades de basura, la mayoría corresponde a empaques de comida y botellas. El plástico tarda siglos en degradarse, y en realidad nunca desaparece, solo se convierte en microplásticos (partículas menores a 5 mm) que son dañinos para los ecosistemas y la fauna, que terminan en nuestros alimentos y bebidas embotelladas. Los plásticos contaminan desde el proceso de extracción del petróleo y/o gas natural durante la cual se liberan más de 170 sustancia tóxicas al agua y al aire (Fraking). La producción de plásticos está en manos de unas pocas megacorporaciones de la industria petroquímica, la cuales privilegian sus ingresos antes que la salud ambiental y humana, y fomentan campañas mediáticas en las que se responsabiliza a nuestros hábitos de consumo de la contaminación, afirmando que ésta puede resolverse a través de reciclaje. Sin embargo, reciclar no es la solución; en la actualidad, a nivel mundial solo se recicla una fracción muy pequeña de plásticos, que, si bien alarga la vida útil de ciertos productos, al final termina en la basura (incluyendo las versiones “composteables”). Este año, la Organización de Naciones Unidas (ONU), ha lanzado el primer tratado internacional para frenar la contaminación por plásticos, que promueve una reducción urgente de la producción y consumo de plásticos a nivel mundial, así como regulaciones que hagan responsables a las empresas. Debemos rescatar prácticas de intercambio en las que los empaques no sean necesarios, abandonar las narrativas “plásticas” del hiperconsumo y volver a ser responsables con nuestro medio ambiente.

* Red de Interacciones Multitróficas

Instituto de Ecología A.C.