
El escritor mexicano Xavier Velasco dijo que el índice de lectura en México, donde el promedio anual es de apenas tres libros por persona, afecta la capacidad de la sociedad para ejercer el pensamiento crítico.
Durante una entrevista exclusiva con Crónica, afirmó que la lectura y la escritura se vinculan directamente con la capacidad de ordenar los pensamientos; son esenciales para “pensar con alguna congruencia en un entorno saturado de información”.
El escritor lamenta que la sociedad moderna sea “bombardeada constantemente por información que llega como “balas de metralleta”.
Ante esta congestión no hay tiempo para la reflexión, y la literatura se erige como el “espacio abierto para la reflexión íntima; leer una novela es en sí mismo un autoexamen a fuerza, una oportunidad para entenderse a sí mismo antes de entender el mundo”.
Velasco describió la literatura como el “espacio abierto para la reflexión íntima, personal, honesta, profunda”.
Añadió que leer una novela obliga al lector a un “autoexamen a fuerza” al verse implicado en la vida de los personajes; “este proceso es crucial para despertar del letargo en el que la vida cotidiana sumerge al individuo”.
Aunque las métricas de lectura del INEGI son bajas, Velasco depositó una gran esperanza en los jóvenes (Generación Z), quienes muestran la mayor curiosidad y necesidad de entender el mundo de otra manera.
Recordó con satisfacción que muchos jóvenes le han confesado que sus libros fueron “el primer libro que leí”, lo que considera una enorme recompensa.
Por ello, el autor aplaude cualquier esfuerzo por fomentar la lectura, ya sea de instituciones gubernamentales, de la sociedad civil, o la que lleva a cabo Crónica en sus planas.
Resaltó que cualquier estrategia para estimular la lectura debe fomentar verdaderamente el libre pensamiento y evitar a toda costa el adoctrinamiento político o religioso.
“La clave para atraer a los jóvenes a la lectura no es la obligación, sino la curiosidad o el morbo, que siempre ha funcionado al revés de las prohibiciones”, señaló.
“La interdicción solo aumenta el morbo, mientras que la lectura debe ser vista como una herramienta crítica para interrogar el sistema y descifrar la realidad; la novela se convierte en un ejercicio de libertad intelectual, donde incluso el silencio se oye”, dijo.
Añadió que la literatura, al permitir ver la vida del personaje, actúa como un despertador del letargo en el que se vive diariamente.

CDMX, el Poder Corrupto Omnipotente
Sobre su nueva obra Mala Espina, Velasco caracterizó la Ciudad de México como una expresión de podredumbre y el caldo de cultivo perfecto para la novela negra, donde el poder corrupto parece omnipotente.
Velasco, galardonado internacionalmente por su obra Diablo Guardián, utiliza la ficción para interrogar las grietas visibles y silenciosas de la Ciudad de México.
El autor describe a la metrópoli como una “expresión de podredumbre” y una “vida difícil”, condiciones que desgraciadamente benefician a la literatura.
La gran urbe capitalina es retratada por Velasco como un “México que funciona a medias, donde la ambición desbocada y el abandono se funden con el ocultismo y la desesperanza; la novela convierte a la Ciudad de México, con sus flujos y fragmentos humanos, en un personaje implacable y simbólico que devora sus propias promesas”.
Mala Espina aborda cómo el poder se hereda y se desperdicia, y cómo la culpa se convierte en un motor de acción más potente que la búsqueda de la justicia legal.
La novela gira en torno a la muerte de Iván Mauricio, también conocido como “Juan de la Luna”, y al engorroso mundo que deja tras de sí a su muerte; chamanes, traficantes, rabdomantes, ambiciones desbocadas y un entorno urbano que vive entre la culpa, el ocultismo y la desesperanza.
Explicó que la protagonista, Dunia Montoro, analista de inteligencia, se siente responsable de la desgracia de su exmarido Iván Mauricio, lo que la empuja buscar su propio sentido de justicia.
Esta indagación interna es la verdadera investigación de la novela, que se adentra en el alma y la memoria sobre el tejido urbano.
“A Dunia Montoro la impulsa no la búsqueda de la justicia legal, sino la urgencia de encontrar sus propias respuestas a preguntas de vida, darle cauce a su propio sentido de justicia y enfrentar una doble culpa personal”, detalló.
Xavier Velasco es directo en la obra que le tomó dos años y medio escribir; en lugar de contarnos la historia, nos impulsa a un drama cargado de adrenalina; su narrativa impacta de lleno, es de alta tensión, con lenguaje sin filtros que desnuda a sus personajes.
No hay héroes de manual, solo figuras que representan el éxito que salió inevitablemente mal y el poder que se quedó atrapado en el pasado; muy parecido a la política y la clase empresarial de siempre, con adicción a la autodestrucción.
Iván Mauricio es un tipo que lo tenía todo; heredero, pero prefería ser chamán emergente y fugitivo, viviendo su vida como un espectáculo constante.
El final de su existencia muestra su esencia; da un salto al vacío desde un séptimo piso con los pies atados.
Ante este hecho, surgen las preguntas al estilo de investigador privado: “¿Accidente? o ¿Crimen?”
Responde el propio Xavier Velasco; fue un suicidio asistido, patrocinado por la Ciudad de México, sus vicios sin pagar, los tumultos, y todos esos favores pendientes que terminan cobrando la vida; es la metrópoli la que empuja, y el personaje solo cae.
El autor explica al reportero que su rol como novelista es únicamente contar una historia con honestidad y profundidad; “la literatura no ofrece mensajes ni soluciones, sino que provee el espacio crucial para la reflexión íntima que permite al lector comprenderse a sí mismo y el entorno desde nuevas perspectivas”.
La Fuente Policiaca, el Rigor del Periodismo Duro
La creación de esta maquinaria de suspenso exigió un rigor extraordinario al escritor, quien invirtió bastante tiempo en la gestación de la obra.
Velasco reveló que dedicó alrededor de dos años y medio a la redacción de Mala Espina, un proceso difícil y desafiante, pues el género policiaco requiere ser una “maquinaria exacta donde el autor no puede divagar, lo cual fue un estímulo fascinante y divertido”.
Para dotar de verosimilitud a su primera incursión en la novela negra, el autor contó que se adentró en el mundo policiaco real; se preparó visitando cárceles y pasando tiempo con forenses, para absorber la crudeza de “la fuente más áspera”.
Esta inmersión fue esencial para narrar el choque entre el ocultismo (chamanes) y la inteligencia policial (algo equivalente a la Policía de Investigación), una tensión que siempre fluye en México.
El poder, según Velasco, se presenta en la obra tal como es; “tan terrible y omnipotente como suele ser” en México.
El escritor advierte que nadie debe abrazar ilusiones porque la gente intocable y la corrupción del poder permanecen como realidades cotidianas que la novela refleja intensamente.
Xavier Velasco subraya que no transmite mensajes directos a nadie, su labor es dejar la historia para que el lector encuentre lo que le aproveche.
Enseguida compartió con el reportero una recomendación fundamental para los jóvenes en la carrera de Periodismo.
El laureado escritor lamentó no haber comenzado su trayectoria cubriendo la nota roja o la fuente policiaca, en lugar del suplemento cultural.
Reveló que el periodismo policial, que lo obligó a meterse en los laberintos de Mala Espina, es donde se “aprende más rápido”.
Velasco aconsejó a los periodistas en formación que se “curtan con lo duro, con lo que cuesta trabajo, con lo que paga poco”.
Afirmó que es en esa fuente tan demandante donde el periodista realmente crece y desarrolla la agudeza necesaria para enfrentar la realidad; su propia inmersión para la novela le reafirmó que la fuente policiaca es el bisturí que abre la mente a la complejidad social.
Mala Espina llega en un momento crucial, funciona como un espejo en el que el lector se ve implicado en los vicios y ambiciones de la trama.
La novela de Xavier Velasco no ofrece un “escape cómodo; es un thriller que obliga a los lectores a reflexionar sobre la crisis de sentido y moral que se vive cotidianamente”. El poder de la literatura, según Velasco, radica en su capacidad para ofrecer la oportunidad de reflexionar honestamente y armar el rompecabezas de la realidad fragmentada.
Una lectura requerida para comprender mejor equipados la realidad que plantean todos los días los políticos, empresarios y líderes sociales de este país.