Cultura
El Colegio Nacional

La eternidad de Vicente Rojo*

La exposición Vicente Rojo: Volcanes, que se presenta en El Colegio Nacional, llegará a su fin el próximo sábado 2 de julio. Compartimos con los lectores de Crónica un fragmento del discurso que pronunció el artista visual y diseñador editorial al ingresar a esta institución, el 16 de noviembre de 1994.

Vicente Rojo.

Vicente Rojo.

El Colegio Nacional

Sin saber por qué desde siempre quise pintar, que para mí no es lo mismo que ser pintor. Después de un breve paso por la Esmeralda, recibí del maestro Arturo Souto los elementos necesarios para comenzar a intuir qué era un cuadro.

Souto tenía una academia particular; ni él ni yo hablamos mucho, pero las escasas pláticas que tuve con él fueron fundamentales para mi desarrollo. El cual resultó muy lento: manché y borré intensamente, di vueltas y más vueltas, tardé muchos años y varias exposiciones persiguiendo lo obvio: si la obra no convence primero a su autor, difícilmente interesará a nadie.

Así me encontré formando parte de un grupo de artistas hoy llamados de la “ruptura”, nombre que no me parece afortunado. Creo que más que de ruptura se podría hablar de una apertura, de una búsqueda de nuevos cauces expresivos, de otros lenguajes visuales. Así lo hicieron, con sus obras tan personales, Alberto Gironella, Enrique Echeverría, José Luis Cuevas, Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Fernando García Ponce, Roger von Gunten, junto con otras figuras destacadas de una generación que se cierra brillantemente con Francisco Toledo.

Todos con caminos muy diferentes, con propuestas innovadoras, pero, de una manera o de otra, todos somos deudores de las obras de nuestros mayores: Rufino Tamayo, Carlos Mérida, Gunther Gerzso, Ricardo Martínez, Juan Soriano, Pedro Coronel.

A principios de los años sesenta yo tenía la sensación de navegar en un barco, una especie de Nave de los Locos o de Arca de Noé, llena de ilusos y soñadores. Además de pintores había otros muchos pasajeros: escritores, cineastas, músicos, autores, actores y directores de teatro, todo un equipo decidido a viajar por el mundo, pero dispuesto siempre a regresar a México. En un camarote Juan Martín había instalado una galería en la que participábamos muchos de nosotros, mientras Miguel Salas Anzures organizaba museos imaginarios con la nueva pintura. Y en Europa, Sergio Pitol esperaba la llegada de los viajeros con la malsana intención de incorporarlos a alguna novela.

La exposición en El Colegio Nacional está por concluir.

La exposición en El Colegio Nacional está por concluir.

De esa época conservo una fotografía de la presentación del libro de Juan García Ponce Nueve pintores mexicanos. En ella Juan aparece sentado, rodeado de pintores y amigos. Como yo sabía que a causa de su enfermedad no iba a poder firmar los ejemplares, diseñé la portada con las huellas de los nueve artistas. Así él pudo dedicar el libro fijando su huella. Ardides del diseñador y del afecto.

Novelista, ensayista y crítico, Juan García Ponce me ha acompañado en todas mis exposiciones, durante un tiempo, con sus textos (que ya han dado pie a dos libros) y después simplemente con su ejemplo, con lo que Elena Poniatowska describió como su heroísmo intelectual.

Versión impresa de Cultura en

Versión impresa de Cultura en "Crónica".

Ahora lo visito en su casa, está acostado. Con la misma sonrisa de siempre me recibe y me dice, después de preguntar por mis problemas de salud: “No te preocupes, somos eternos”.

*Fragmento de Los sueños compartidos, discurso de ingreso de Vicente Rojo, El Colegio Nacional, México, 2016. El discurso completo puede descargarse de manera gratuita en la página colnal.mx.

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