Escenario

“Downton Abbey: Una nueva era”, una edulcorada pero funcional historia de clases sociales

CORTE Y QUEDA. Su creador y guionista, el ganador del Oscar, Julian Fellowes, se enfoca no sólo en los problemas de los dueños de Downton, sino también en los de abajo, los mayordomos y sirvientes

cine

El cineasta hace un buen balance en su melodrama sin dejar de lado el desarrollo de sus personajes.

El cineasta hace un buen balance en su melodrama sin dejar de lado el desarrollo de sus personajes.

CORTESIA Universal Pictures

Desde que comenzó su transmisión en televisión en el 2010, el legado de Downton Abbey se ha construido a partir del drama familiar de los Crawley, una familia de clase alta que de repente tuvo que enfrentar una guerra, las diferencias de clase y los cambios tecnológicos e ideológicos que poco a poco se dieron en la década de los 20s en Inglaterra.

Su creador y guionista, el ganador del Oscar, Julian Fellowes, se enfoca no sólo en los problemas de los dueños de Downton, sino también en los de abajo, los mayordomos y sirvientes que tanto apoyan a sus patrones mientras que la línea entre clases y sus respectivas diferencias se hacía cada vez más delgada en un melodrama eficiente que se alargó por seis temporadas para dar su salto a cines en el 2019 y continuar un relato que parecía llegar a su fin.

Sin embargo, Fellowes regresa con una secuela para este universo de los Crawley en Downton Abbey: Una nueva era, ahora bajo la dirección de Simon Curtis, para cerrar los ciclos inconclusos y a su vez intentar de dar una solución digna a todos los personajes involucrados en esta historia que han sufrido tantos cambios en el desarrollo de una década sin traicionar el elegante y fino estilo de la aristocracia inglesa que tanto caracteriza a este relato desde sus inicios en televisión.

Ahora, la trama se centra poco después del anuncio de la Condesa de Grantham (Maggie Smith) y su enfermedad mientras que Lady Mary (Michelle Dockery) sigue al frente de la propiedad entera de los Crawley, misma que sufre por la falta de ingresos para poder remodelar y mantener bien el legado de Downton. A su vez, llegará una particular noticia desde el sur de Francia donde la Condesa acaba de recibir como herencia una villa en este paradisíaco lugar, lo cual desata cierto halo de misterio entre la familia.

Robert James Collier como Thomas Barrow.

Robert James Collier como Thomas Barrow.

Cortesía Ben Blackall

Entonces, la historia se divide en dos frentes. Primero, el viaje de Robert Crawley (Hugh Bonneville) y su esposa a éste territorio que será dejado a la familia del recién casado Tom Branson (Allen Leech) y su hija mientras tratan de descubrir el motivo por el que han recibido esta villa. Por otro lado, Lady Mary y sus fieles empleados se enfrentan al choque de las celebridades cuando Downton se convierte en el perfecto lugar para grabar una película muda y las dificultades o giros que eso implica en las vidas de todos los involucrados.

En su guion, Fellowes hace lo que le ha funcionado muy bien durante estos años con la franquicia: encontrar un buen balance en su melodrama sin dejar de lado el desarrollo de sus personajes, mismos que durante todo este tiempo también se han transformado, dando poco a poco pasos para lo que a todas luces se siente no como una nueva era sino como el cierre de un muy largo ciclo, respetando las formas, la elegancia y la naturaleza de los Crawley y sus allegados.

Uno de los pecados de esta cinta recae en esa sub trama de la villa francesa, sintiéndose un tanto forzada y que no corresponde del todo a esta transición del poder que está sucediendo en Downton. Pareciera que Fellowes lo usa para darle una mirada refrescante a los Crawley pero realmente cae en bromas que contraponen las formas británicas de las francesas, así como un misterio un tanto sobrado que realmente no tiene un buen punto climático a pesar de existir una parte dramática inesperada en ello.

Es en el otro frente, en los territorios de Downton, donde sucede lo más interesante pues retoma esos puntos del choque de mundos que tanto le gusta a Fellowes, enfrentando ahora el glamour del mundo del cine con los personajes ‘de abajo’, que parecen sumergidos en un cuento de hadas al encontrarse con la galantería o arrogancia, dependiendo el caso, de los actores y el equipo de trabajo detrás de la filmación.

Simon Curtis dirige este filme que mantiene la esencia del programa televisivo.

Simon Curtis dirige este filme que mantiene la esencia del programa televisivo.

Cortesía Ben Blackall

Aquí, Curtis y Fellowes sacan jugo no sólo del paralelismo un tanto ‘meta’ de este escenario, sino que permite mostrar que la transición socio cultural es algo inherente a las sociedades sin importar la clase. La analogía del cine mudo al sonoro y la resistencia al cambio es un factor común en esta historia, misma que sucede de la forma más agradable posible. Incluso en la cuestión de la identidad sexual, le da una oportunidad de cierre a uno de los personajes que más ha cambiado con el tiempo, el mayordomo Thomas Barrow.

Algo que nunca falla en estas producciones es la gran labor en aspectos técnicos como el diseño de vestuario, el maquillaje, la fotografía y el diseño de arte, mismos que lucen impecables en la pantalla grande, respetando la grandilocuencia y fastuosidad aparente de una clase alta que poco a poco ha borrado esas diferencias, algo que también es característico de la obra de Fellowes.

Con un cierre que mezcla alegría y drama a la vez con tintes de cuento de hadas británico, Downton Abbey: Una nueva era da pie a una edulcorada pero funcional historia de clases sociales distintas, del factor humano detrás de ellas y de cómo toda época debe tener un cierre adecuado para dar paso a lo que viene y que, esperemos, sea tan bueno como para los Crawley y sus allegados, pero sobre todo a la aceptación de los cambios y la reflexión mientras llega la nueva hora del té y las generaciones avanzan. El filme se encuentra en la cartelera de cine nacional.