
Jaime Rodríguez Calderón, exgobernador de Nuevo León y popularmente conocido como ‘El Bronco’, ha sido señalado por su exesposa, Adalina Dávalos Martínez, como perpetador de violencia de género contra ella durante los años que estuvieron casados.
Esta semana se hizo pública una serie de denuncias entre la expareja, cuya disputa legal se centró en la propiedad total de un inmueble ubicado en el municipio García, Nuevo León.
Ahora, la nueva declaración de Dávalos Martínez, tiene por propósito exponer que el conflicto legal con su exesposo no se reduce únicamente al reclamo de la propiedad, sino que —de acuerdo con ella— se trata de un acto de dignidad.
Adalina Dávalos denunció violencia de género por parte de su exesposo, ‘El Bronco’
A través de un comunicado, la antigua pareja del exgobernador de Nuevo León, Adalina Dávalos declaró públicamente que la disputa no se trata de una “pelea por una casa”, como señala que los medios lo hicieron ver, sino que es un acto de dignidad, amor propio y protección para sus hijos.
“Durante muchos años guardé silencio frente a una serie de acciones de violencia, control y desvarolización que se ejercieron en mi contra dentro del matrimonio”, expresó en su comunicado.
Detalló que el silencio mantenido durante sus años de matrimonio fue el resultado de vivir “bajo el peso de la intimidación, el miedo y el poder”, sin embargo, por protección a sus hijos y respeto a sí misma, decidió alzar la voz.
En el mismo comunicado, Adalina Dávalos sostiene que el conflicto legal no se reduce a la propiedad de una casa, sino que se trata de reclamar el derecho a que se reconozca su esfuerzo, entrega y vida compartida, ya que —asegura— detrás de las apariencias, “hay una familia que no ha sido tratada con la sensibilidad y la responsabilidad que merece”.
“No estoy reclamando lo que no me corresponde”, declaró.
¿La intimidación es violencia de género?
La intimidación es definida como la acción de provocar miedo a través de amenazas o coacción para obtener el control sobre otra persona o causar la sumisión de ésta a las decisiones del intimidador, sin recurrir a la violencia física.
Por lo tanto, este tipo de actos forman parte de lo que se llama violencia psicológica, altamente presente en situaciones de bullying escolar, abusos en el trabajo y, por supuesto, relaciones afectivas.
La intimidación pasa a ser violencia psicológica de género cuando se ejerce contra una mujer por cuestiones de género, es decir, en la que existe una desigualdad de poder adquisitivo, legal o popular en el que la mujer está en desventaja.
El uso de esta violencia específica tiende a tener por objetivo la sumisión de la mujer, así como su silencio, causando heridas más profundas y complicadas de sanar que las ocasionadas por la violencia física.