Tokio y New York son las referencias obligadas al hablar de ciudades vanguardistas en lo tecnológico; sin duda, la cultura pop de sus respectivos países la ha sabido vender bien como auténticas babilonias de cristal y concreto donde está siendo modelado el porvenir; cómics, mangas, animes, películas… en inglés y japonés nos describen, respectivamente, al suburbio nipón tantas veces destruido por Godzilla o a la Gran Manzana como lugares donde la ciencia obra su magia, donde tripular un robot o enfundarse en una armadura voladora es algo casi ordinario.
También Berlín y la propia Seúl son urbes en las que resplandecen los albores del mañana; pero es muy probable que la Elysium (2013), la ciudad del mañana, ya se esté construyendo en Asia y no precisamente en China o en la India, sino todavía más al sur, en medio del desierto y que, como si de una película de ciencia ficción se tratase (Star War o Dunas) la gobiernen exóticos reyes absolutistas fieles a una religión de dogmas y leyes radicales, al menos para los parámetros de la modernidad occidental.
Esta ciudad tiene nombre y se llama Neom y es un proyecto de la casa gobernante saudita; monarquía absolutista fiel a la Sharia o ley islámica, acusada de financiar el terrorismo yihadista y que, además, desentonando con las tendencias progresistas de Europa y América, mantiene un sistema social de segregación y discriminación hacía la mujer, impidiéndoles salir del país sino es con el consentimiento de algún varón de su familia, vetándoles el acceso a estadios deportivos y prohibiéndoles manejar o andar sin velos por la calle.
En efecto, uno de los países más tradicionalistas y menos laicos del planeta sueña, paradójica o futuristamente, con una urbe financiada con petrodólares, que será en su totalidad alimentada energéticamente con paneles solares; en esta moderna e islámica ciudad los autos, todos, serán también eléctricos, estará tan planificada y controlada que no habrá delincuencia ni indigencia; toda compra o transacción comercial prescindirá del dinero y los robots serán más numerosos que los seres humanos (hace poco Arabia Saudita le dio, en un hecho inédito, la ciudadanía a una androide de nombre Sofía).
El rostro y la firma detrás de este proyecto es el príncipe heredero al trono saudí: Mohamed ben Salman, quien preside el Fondo de Inversión Pública del Gobierno de Arabia Saudita, instancia que aportará los 500 mil millones de dólares con los que arrancará la obra que pretende ser un toda una utopía capitalista, al estilo árabe, que funcionará como centro de negocios y como lugar de placer o vacacional.
La temprana modernidad, en su trazado científico-tecnológico, parecía emparentar o ser casi consustancial a la cultura occidental y a la civilización cristiana; ya en el siglo XX, películas como Blade Runner nos dibujaron un futuro menos londinense o neoyorkino con megalópolis cuyos espacios públicos y comerciales se asemejaban a un gran mercado de Tailandia, mostrándonos otra cara de la modernidad, una más cyborg punk, con calles alumbradas con luces de neón, de enorme rascacielos coronados con pantallas publicitarias; concurridas por todo tipo de tribus urbanas apiñadas en puestos callejeros, donde diligentes androides sirven fideos hirvientes aderezados con soya.
Pero al parecer los antes pastores del desierto, a quienes Alá bendijo con petróleo, quieren dominar el futuro, y puede que lo logren.
En Europa los cristianos envejecen y mueren; mientras, los musulmanes siguen arribando y engendrando; en algunas décadas es probable que las iglesias vacías se habiliten como mezquitas y que, a la par, los ricos del mundo se vayan a vivir, junto con sus capitales, a los oasis tecnológicos y financieros de Dubái o de la futurista Neom.
lg
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