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Letras ReBuscadas: Sarco y la polémica en torno a la eutanasia

Sólo Dios puede decidir el día y la hora de tu muerte. Todo hombre que atente contra su vida, contraviene al Creador e incurre, por tanto, en un grave pecado.

Así lo sentencia la Santa Iglesia. Toda falta amerita su consustancial castigo.

El alma del suicida, bien los explica Dante Alighieri en su “Divina Comedia”, encarnará en el Infierno en un árbol plagado de arpías que lo devorarán sangrado su corteza y cercenando sus ramas por toda la eternidad. La idea es que el suicida no tiene derecho a recuperar aquello que en vida rechazó, entiéndase su cuerpo; por eso terminará formando parte de un bosque infernal donde hacen ronda demonios con rostro de mujer y cuerpo de ave de carroña.

El suicidio es muy mal visto por la fe cristiana. Mas antes los estoicos lo valoraron en términos retadores al teísmo cristiano al argumentar, como lo hace Seneca, que si el nacer fue involuntario, el morir debía ser obra de una decisión personal; dado que un acto tan importante no podía dejarse en manos de nadie más ni a merced de la casualidad. Para los estoicos el mejor momento para morir era cuando la vida perdía plenitud y sobrevenía la decadencia; igual para los epicúreos; una vida de dolores intensos y prolongados ameritaba también su finiquito; en este caso el acabar con la vida obedecía casi a un acto caritativo al cual la ética denomina eutanasia.

La eutanasia busca curar no tanto la enfermedad, sino terminar con sus dolores y sufrimientos con el “remedio” último y definitivo: el suicidio.

Para la filosofía personalista, el suicidio por motivos de enfermedad no está justificado por que contraviene uno de los principios morales, o ideales, que han hecho prosperar y avanzar a la humanidad; éste es la esperanza. Si ante toda adversidad insorteable o problema mortal (un cataclismo, plaga, pandemia…) nuestra respuesta como especie fuera el aniquilar nuestra existencia bajo ese mandato, la propia ciencia no habría aventajado nada, por ejemplo, en la cura de un sinfín de enfermedades.

Pero no todos los discípulos Asclepios piensan así, ni mantienen el juramento de no utilizar sus destrezas médicas para procurarle la muerte a sus pacientes, como es el caso del Dr. Philip; quien inventó allá en lejano continente de Australia una capsula de mortuorio nombre: Sarco, que le permite al usuario terminar con su vida sin necesidad de asistencia alguna.

Dentro de la capsula, la persona ingresa un código que pone en marcha el patibulario mecanismo de esta máquina de la muerte; cual si fuera una pequeña y muy portátil cámara de gas, la cabina es llenada de nitrógeno líquido; en aproximadamente cinco minutos el usurario muere de manera indolora.

Otra de las “bondades” de este artilugio es que el cuerpo de la persona no necesita ser retirado ya que la cabina sirve también de ataúd quedando el resto del aparato listo para otro suicidio automatizado.

El Sarco completo puede ser construido en cualquier parte del mundo mediante una impresora en 3D. La caricatura de Futurama (Los Simpson en versión futurista) ya había vaticinado la invención de éste aparato; en su versión es una cabina, como la que servía de vestidor al Superman clásico, en la que por un cuarto de dólar una persona podía emprender su viaje al más allá.

El Sarco es una invención muy propia de una postmodernidad descreída y de espaldas a Dios; que valora la vida en los términos de un hedonismo que entiende la existencia como una oportunidad de experimentar placeres y gozos de todo tipo. Bajo estos parámetros, una vida de sufrimientos pierde sentido y valor; así que su extinción está más que justificada.

La máxima es si la vida es placer; sin placer ya no más vida.

FRASE:

La eutanasia busca curar no tanto la enfermedad, sino terminar con sus dolores y sufrimientos con el “remedio” último y definitivo: el suicidio.

lg

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