Cronomicón

Letras ReBuscadas: Las dos caras de la Navidad (II)

Como lo anticipé en la primera entrega de este artículo, el 24 de Diciembre lo festejan no sólo los cristianos; la fecha es celebrada, o por lo menos tomada en cuenta, en casi todas las naciones. En esa noche en particular, los pueblos en guerra silencian sus armas; el ambiente festivo propicia los más humanistas deseos de fraternidad, paz y tolerancia.

La Navidad es una de las grandes fiestas de la humanidad. Ese es su sentido secular, mundial y humanista. La fantasiosa o infantil creencia en un gordo altruista que parte del Polo Norte, a recorrer en un trineo todos hogares, repartiendo regalos a los niños de todas las razas, credos y culturas: ¿no hay en esta figura la idea de una comunidad mundial sin fronteras, alegre, con abundancia de todo, incluso de lo suntuario?

El propio árbol navideño es sin duda uno de los símbolos más universales. En casi todas las culturas hay un árbol sagrado: bajo el árbol Bodhi, Buda venció a Mara y alcanzó el Nirvana; del árbol Yggdrasil se colgó Odín para alcanzar la ciencia de las divinas runas. Quizás el más viejo de todos los árboles míticos, el sumerio Huluppu, se cuenta de él que la diosa del cielo, Inanna lo recogió después de que un remolino lo derribó y lo replantó en su jardín.

El Árbol de la Vida es un símbolo milenario y universal emblemático de la Navidad, igual que la estrella que lo corona. Las fiestas navideñas, destiladas de todo símbolo y connotación cristiana son, en el fondo, una celebración a la humanidad que se sueña en un mundo de esperanza, reconciliación, amor e inocencia. Dar para recibir es la regla en la convivencia; y el abrazo el saludo generalizado. Todo es algarabía y a la vez paz: en términos planetarios eso es la Navidad: la celebración de la humanidad.

Entonces,¿hablamos de dos navidades: disímbolas y antagónicas? En una se celebra al Mesías del Cristianismo y por tanto surgió en el seno del mundo occidental; la otra, la secular y mundial, es hija o producto de la modernidad, de la sociedad tecnológica y de consumo. Soy de la idea de que es una sola; pues en sus dos fases persiste el mismo mensaje de esperanza y hermandad.

La Navidad como tradición cristiana conmemora la encarnación de lo divino, en la figura de Jesús, el Mesías, verdadero Dios, pero también verdadero hombre, cuya enseñanza más elevada fue: ámense los unos a los otros. Esta es la esencia que retoma la Navidad en su dimensión más mundial: el amor entre los hombres y la esperanza de una renovación espiritual.

No creo que el carácter global, adquirido por el decembrino festejo, lo secularice por completo. La tradición navideña en su interpretación más cristiana habrá de mantenerse a pesar de los trineos, los bastones de dulce y los hombres de nieve. De igual forma veo infructuosas las cruzadas a favor de regresarle a las celebraciones de diciembre su carácter estrictamente tradicional: ambas formas de entender la Navidad, antigua y nueva, se complementan de tal forma que, muy probablemente, ambas persistirán en el imaginario colectivo y en la nocturna espera de un niño ansioso por encontrar, debajo del árbol o junto al nacimiento, el añorado regalo de Navidad.

lg

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