Opinión

Juárez, el padre del liberalismo, y Amlo, caudillo del antiliberalismo

(La Crónica de Hoy)

De Héctor Orestes Aguilar, recibimos —y trasmitimos a los lectores y compañeros de Crónica— un saludo de Montevideo, donde el escritor se desempeña como primer secretario y agregado cultural de la embajada de México en Uruguay.

Y a propósito de lo publicado ayer aquí sobre la equívoca exaltación de la virilidad y el sexismo machista, al lado de la identificación de la condición homosexual con la desvalorización, el desprecio y la humillación social, que parecerían nutrir tanto partes del discurso de las milicias paramilitares y los efectivos formales del nazismo, como el discurso de parte de las escuadras cibernéticas de Amlo, Aguilar nos envía también una corrección precisa y una autorizada ampliación a los datos aportados ayer aquí sobre Ernst Röhm, fundador y líder de la SA (Sturmabteilung o Sección de Asalto) y no jefe (como escribí) de las SS (Sturmstaffeln, cuadros de asalto).

Se trata de precisiones y ampliaciones que podrían llevarnos a explorar otros paralelismos y analogías entre los diversos tipos de seguidores de líderes carismáticos o iluminados, como el que ascendió al poder hace más de siete décadas en Alemania y el que se dispone a hacerlo este año en México.

Compilador de una antología y autor de un estudio sobre la obra de Carl Schmitt, el teórico de la política y el derecho del régimen Nacional Socialista de Hitler, Héctor Orestes nos habla de la milicia de Röhm como “un grupo paramilitar politizado a duras penas y con una ideología confusa, en la que efectivamente convivieron componentes discursivos del exaltamiento de la perfección racial germánica y la beligerancia (‘hay que purificar el cuerpo en el combate’, se lee en Tormentas de acero, una de las novelas de Ernst Jünger más populares entre los efectivos de la SA), con el antisemitismo y, sobre todo, el armamentismo (el apodo de Röhm fue el de ‘El rey de las ametralladoras de Munich’)”.

Publicado en 2001 por el Fondo de Cultura Económica con el título Carl Schmitt, teólogo de la política, el libro de Héctor Orestes Aguilar aparece providencialmente en este debate, gracias al mensaje enviado por su autor a este espacio.

Y es que, hoy, justo la fecha del bicentenario del natalicio de Benito Juárez, el paradigma o el padre del liberalismo mexicano, escucharemos cualquier cantidad de exaltados lugares comunes, que se sumarán a los divulgados días, semanas y meses atrás, incluidas las incesantes, ignorantes, paradójicas invocaciones juaristas de Amlo, el caudillo más antiliberal de las últimas décadas, como lo describió ayer Jesús Silva Herzog Márquez en Reforma.

¿Qué destino les espera a

Autoritarismo: El año cero
Por: Ricardo BecerraJune 16, 2025
El falso indigenismo
Por: Rafael CardonaJune 15, 2025

las milicias cibernéticas?

Al respecto, la antología y el estudio preliminar realizados por Aguilar registran esa larga tradición antiliberal que hoy se expresa en forma cotidiana, coloquial, en discursos como el de Amlo y sus seguidores, gracias en alguna medida a la vulgarización que a lo largo del siglo veinte se hizo de las elaboraciones y reelaboraciones de Carl Schmitt sobre los legados de Hobbes y Maquiavelo.

De la obra de Schmitt proviene buena parte de las nociones de hoy de la política y el derecho, justificadoras de la concentración del poder; de su ejercicio sin límites, con mofas a la obligación de informar y rendir cuentas; de los excesos de la acción y la intervención del Estado; de la idea del líder protector, paternalista, y del estado proteccionista como contrapartidas de la obediencia de los particulares; de la potestad del líder para decidir quiénes son los amigos de la causa y de la patria a considerar, y quiénes los enemigos a aniquilar, y de la supresión del derecho a disentir y a resistir.

Al final de su mensaje, Héctor Orestes podría estarnos dando pistas sobre la suerte que les podría esperar a las escuadras o bandas activadas por el discurso de odio del caudillo mexicano, en el momento en que pretendan cobrar cuotas de poder a las que supongan tener derecho y el proyecto de concentración del poder del caudillo no lo estime pertinente:

“La Sección de Asalto (SA) a la que Röhm pretendió convertir en movimiento popular y organización independiente del Partido Nazi, fue conocida internacionalmente como (la de los) ‘camisas pardas’, para, entre otras cosas, diferenciarla de los Cuadros de Asalto (los SS) o los ‘camisas negras’. Röhm y su banda (eso eran, una banda) fueron liquidados durante el ‘estado de excepción’ declarado en 1934, una criminal argucia legitimada constitucionalmente, a fin de cuentas, por Carl Schmitt”, concluye Héctor Orestes Aguilar, en recuerdo del momento en que, al año siguiente de llegar al poder, Hitler ya había anulado al Parlamento y a todo freno y contrapeso, lo cual le permitió ajustar cuentas incluso con quienes le ayudaron en el asalto al poder, uno de los escenarios más comentados hoy ante el probable ascenso de Amlo en las elecciones de julio.

jose.carreno@uia.mx

Copyright © 2006 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México