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Otra alternativa al neoliberalismo es posible: el autoritarismo tropical

 Maduro, Ortega y Arce acuden a Cuba para celebrar en la XX cumbre del ALBA que siguen en la trinchera antiimperialista… aunque sea a costa de reprimir al pueblo

alianza bolivariana

Fidel Castro recibe a Hugo Chávez con un abrazo en su primer encuentro, del que surgió la idea de la Alianza Bolivariana

Fidel Castro recibe a Hugo Chávez con un abrazo en su primer encuentro, del que surgió la idea de la Alianza Bolivariana

Las reuniones de líderes bolivarianos se asemejan cada vez más a encuentros de dinosaurios para festejar que siguen sobreviviendo la embestida imperialista y rememoran pasadas glorias revolucionarias, mientras callan que liberaron pueblos del “yugo imperialista” para ponerles el “yugo socialista”. Con esto en mente, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Luis Arce, presidentes de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, respectivamente, viajaron este martes a La Habana para participar en la XX Cumbre del ALBA, inaugurada por el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, el mismo día que en el que hace 17 años, el 14 de diciembre de 2004, nació la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, como respuesta anti neoliberal al fallido intento del entonces presidente estadounidense George W. Bush, de crear su Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

"En medio del peor vendaval que haya enfrentado el mundo, el ALBA no perdió el rumbo", declaró solemnemente Díaz-Canel en la inauguración, momentos después de abrazar a sus invitados y felicitarse porque sus respectivos regímenes han sobrevivido a la pandemia, que los alejó presencialmente; a las sanciones de Washington; y sobre todo a las protestas ciudadanas, que lograron aplastar y mandar a los líderes opositores a la cárcel, al exilio… o bajo tierra.

Luis Arce, Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega, saludan a los presentes en la Cumbre de La Habana

Luis Arce, Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega, saludan a los presentes en la Cumbre de La Habana

¿Algo que celebrar?

Pese a las muestras de entrañable camaradería que se repartieron Maduro, Ortega, Arce (en nombre de Evo Morales) y Díaz-Canel (con el nonagenario Raúl Castro presente en la sala), lo más llamativo de la Cumbre del Alba no fue el regreso de Bolivia ni la presencia de los líderes de seis pequeñas naciones caribeñas —Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, y San Vicente y las Granadinas—, sino la ausencia de países de mayor peso en América Latina, empezando por los dos que abandonaron: Ecuador, tras dejar el poder Rafael Correa y no ganar su candidato en las elecciones de 2020; y Honduras, cuya nueva presidenta electa, Xiomara Castro, asumirá el poder el 27 de enero y tendrá que decidir entre la promesa de inversiones millonarias que le ofrece el gobierno de Joe Biden o la fidelidad a su marido, Manuel Zelaya, derrocado en 2009, precisamente por meter a Honduras en la Alianza Bolivariana.

En cualquier caso, haga lo que haga Honduras no servirá para atenuar el mayor fracaso del eje bolivariano desde que se puso en marcha hace 17 años: no haber logrado integrar a las grandes naciones latinoamericanas, incluso cuando tuvieron gobernantes de izquierdas que simpatizaban abiertamente con la revolución castrista y luego chavista, como el brasileño Lula da Silva y el matrimonio presidencial argentino Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández.

La alianza de México… con EU

Los tres gobernantes de izquierda latinoamericanos en la actualidad —el argentino Alberto Fernández, el peruano Pedro Castillo y el mexicano Andrés Manuel López Obrador— tampoco han mostrado la menor intención de querer unirse al club bolivariano y no van más allá de felicitar al ALBA por su aniversario.

Sorprende particularmente el caso del peruano Castillo, quien, pese a proceder de la izquierda radical, marcó una línea roja cuando se negó a legitimar la victoria electoral de Daniel Ortega en noviembre, luego de encarcelar a todos los líderes opositores. Nada que ver con la posición de Fernández y López Obrador, quienes, llegada la hora de pronunciarse en la OEA sobre la deriva autoritaria en Nicaragua, no se atrevieron a condenar la abierta cacería de disidentes, escudándose en las palabras que más les gustan a los dictadores y aspirantes de todo el mundo: el principio de no injerencia en asuntos de otros países.

En cualquier caso, es llamativo que el mismo día que se inauguró la XX Cumbre del ALBA, México selló otra alianza estratégica, pero con la “bestia negra” de los bolivarianos: Estados Unidos.

Así que, con el modelo económico socialista y la democracia al borde del colapso, la visibilidad de una sociedad cubana que está perdiendo el miedo a protestar contra la dictadura, y la marginación internacional —excepto de los que se reconocen como iguales: el ruso Vladimir Putin y el chino Xi Jinping, y los sátrapas de Siria, Irán o Corea del Norte— el único gran éxito de los líderes bolivarianos es que no han podido ser juzgados por sus crímenes y violaciones a los derechos humanos y pueden seguir celebrando cumbres.

Pero no habría sido posible la cumbre en La Habana si otro 14 de diciembre no se hubiese consumado el “matrimonio” que marcaría gran parte de la historia de América Latina desde hace casi tres décadas.

Cuando Fidel se encontró con Hugo

La noche del 14 de diciembre de 1994, Fidel Castro esperaba en la pista del aeropuerto José Martí de La Habana un joven y aguerrido admirador, el joven presidente de Venezuela (y antes fallido comandante golpista) Hugo Chávez.

Fue, hay que decirlo, no sólo un flechazo ideológico entre el mentor espiritual y el discípulo, sino un exitoso matrimonio de conveniencia, ya que Chávez no sólo bajó del avión a recibir el abrazo de Castro sino a entregarle petrodólares.

Con el barril rondando los cien dólares y con las mayores reservas probadas de crudo, Venezuela no sólo se comprometió a salvar a Cuba —al borde la bancarrota desde el colapso de la URSS—, sino que vio la manera de atraer a otros países de la región para lograr el sueño último revolucionario: la ruptura total de EU con América Latina.

Pero, con el tiempo se vio que el “imperialismo” era la excusa para un objetivo siniestro: la sustitución de la democracia “neoliberal” por una suerte de unión de repúblicas socialistas latinoamericanas. “Porque otro mundo —el que ellos lideran con el apoyo del pueblo— es posible; y al que no le guste es porque es neoliberal”.

“El Alba es la luz que quiebra la noche”, dijo este martes en un arrebato místico el secretario general del ALBA, Sacha Llorenti. “Alba nació para el desarrollo de los pueblos y para la paz”, añadió Maduro. Pero la realidad es que la P de las siglas miente: no es una Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, sino una Alianza Bolivariana para los Presidentes de Nuestra América.