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A un año de la protesta en Cuba: represión, cárcel y solidaridad de AMLO… con la dictadura

El presidente mexicano condena el “ataque conservador” a exlíder izquierdista en España, pero silencia la represión en la isla tras la inédita protesta del 11-J

aniversario

Esbirro del régimen cubano vestidos de paisano arrestan por la fuerza a un manifestante que pedía libertad, el 11 de julio de 2021 frente al Capitolio de La Habana

Esbirros del régimen cubano vestidos de paisano arrestan por la fuerza a un manifestante que pedía libertad, el 11 de julio de 2021 frente al Capitolio de La Habana

EFE

Cuba cumple este lunes un año del “espíritu del 11-J”, la primera revuelta nacional contra la dictadura cubana, que fue de inmediato aplastada por el régimen y desató una cacería de ciudadanos que reclamaban libertad.

El grito de protesta, inédito en más de seis décadas de dictadura cubana —desde que Fidel Castro traicionó al pueblo y convirtió su promesa de libertad en un régimen de partido único comunista— acabó con decenas de detenidos y largas y desproporcionadas condenas de cárcel.

Tras el estupor inicial, la reacción del presidente de Cuba y heredero por dedazo de la monarquía castrista, Miguel Díaz-Canel, no se hizo esperar. “La orden de combate está dada”, declaró desafiante, porque como dijo, citando a Fidel Castro, “la calle es de los revolucionarios”. En otras palabras, la cacería había comenzado.

Penas desproporcionadas

Las ONGs Cubalex y Justicia 11J han documentado un total de 1,484 arrestos, mientras que la Fiscalía General de la República (FGR) apuntó en enero que 790 personas han sido procesadas por estos hechos, de las que 55 tenían en esa fecha entre 16 y 17 años. La edad mínima penal en Cuba son los 16.

Hasta el momento los tribunales han emitido 76 sentencias en firme contra 381 personas. El 78% de los sancionados (297) obtuvo penas de prisión, en ocasiones de hasta 25 años.

AL mira a otro lado

Pero la conmemoración de este grito inaudito de libertad no interesa mucho en América Latina, ni tampoco la represión posterior, por la simpatía que sigue ejerciendo la revolución entre ciertos gobernantes y partidos izquierdistas de la región, sin importar la montaña de atropellos a los derechos humanos que se denuncien.

No sólo son incapaces de emitir una condena, aunque sea tímida, por la ola represora y por las condenas de cárcel absolutamente desproporcionadas, sino que algunos fueron incluso a rendir pleitesía a los jerarcas del régimen.

Estallido en la cuna de Silvio

La revuelta ciudadana ocurrió cuando nadie lo esperaba en la pequeña localidad de San Antonio de los Baños, a 35 kilómetros al sur de La Habana. Paradójicamente, el estallido de la protesta contra el régimen castrista ocurrió en la ciudad natal de Silvio Rodríguez, máximo exponente de la canción protesta, surgida para espolear a la sociedad (cubana, pero también latinoamericana) a que proteste contra la injusticia social y se sume a la causa revolucionaria.

Hartos de semanas de apagones eléctricos, de la escasez de comidas y vacunas contra la COVID-19, el pueblo se echó espontáneamente a la calle, y los pocos con celulares e Internet empezaron a subir videos de la protesta. Si en un principio se lanzaron gritos contra la escasez de todo y la falta de oportunidades, poco a poco se empezaron a escuchar consignas que hasta ese entonces nadie se había atrevido a decir como “abajo la dictadura”. Se acababa de romper un tabú de décadas: lo que miles de cubanos sólo decían bajito, cuidándose de los esbirros del régimen, lo gritaron hace un año a todo pulmón.

El impacto del recién nacido “Espíritu del 11-J” se extendió como una pólvora en las redes sociales, dentro y fuera de la isla. Para el mediodía, más de 50 ciudades cubanas acogía protestas similares, la más numerosa y mediática, como era de esperar, sucedió en La Habana, donde miles de cubanos se concentraron frente al Capitolio y en el Malecón, ante la estupefacción inicial del régimen, que tardó en reaccionar porque nunca imaginó que el pueblo se atreviera a desafiarlos. Pero cuando reaccionó, lo hizo a golpes.

Este desafío inaudito no fue sólo mérito de la protesta inicial en San Juan de los Baños —conocida también como “la capital del humor”—, sino por lo que ocurrió meses antes, a finales de febrero de 2021, cuando seis raperos cubanos compusieron una canción que de inmediato se convirtió en un himno al deseo de libertad en Cuba: “Patria y Vida”, la contraposición al lema revolucionario “Patria o Muerte”. Las canciones de protestas ya no eran sólo cosa de los setenteros Silvio o Pablo Milanés; también los contrarrevolucionarios tenían cosas que decir.

De todo este magma surgieron no sólo las protestas en el interior de Cuba, sino las realizadas en plena libertad por la diáspora: en Madrid, México, Los Ángeles, Nueva York, San Juan de Puerto Rico, y por supuesto en Miami, donde se concentra el grueso del exilio cubano en el mundo y las manifestaciones fueron masivas y entusiastas, aunque sin mucha esperanza de que algo fuera a cambiar, no sólo porque el embargo estadounidense es inútil y contraproducente (aunque ellos no se atrevan a reconocerlo en voz alta), sino porque el régimen cuenta con un puñado de aliados en el mundo.

Andrés Manuel López Obrador visiblemente feliz en presencia de Raúl Castro, durante su visita a Cuba en mayo

Andrés Manuel López Obrador visiblemente feliz en presencia de Raúl Castro, durante su visita a Cuba en mayo

Presidencia de Cuba

La hipocresía de AMLO

Entre los dirigentes que apoyan sin rechistar al gobierno cubano están, lógicamente, los que aplican la misma represión contra los disidentes para aferrarse al poder, como el venezolano Nicolás Maduro, el nicaragüense Daniel Ortega, el ruso Vladímir Putin o el chino Xi Jinping; por eso resulta particularmente llamativo el comportamiento de otros líderes que dicen llevar por delante la bandera de la democracia, pero que les interesa poco a nada lo que les pase a los que luchan por la democracia en países tan cercanos como Cuba.

Es el caso del presidente de Argentina, Alberto Fernández, y particularmente el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien en mayo de este año, en plena ola represora, visitó la isla para reforzar su amistad con el régimen y para mantener una entrañable reunión con Raúl Castro

Curiosamente en víspera del aniversario del 11-J, el líder morenista se mostró escandalizado con las denuncias de espionaje surgidas en España para atacar a Pablo Iglesias, exlíder de la formación izquierdista Podemos.

“Se van a enojar millones de paisanos de mi abuelo, pero es de pena ajena e indignante la campaña de los conservadores en contra de los dirigentes de Podemos”, señaló este domingo el mandatario en su cuenta oficial de Twitter.

Por lo visto, AMLO aplica o no el principio de injerencia de manera selectiva, según le convenga. Si Díaz Canel o el matrimonio Ortega encarcelan a miles de compatriotas, sólo porque no rechazan la dictadura en sus respectivos países, el mandatario mexicano guarda silencio, invocando el principio de no injerencia; si la derecha española conspiró de forma deleznable para montar una campaña sucia contra el exlíder izquierdista español, López Obrador sale a la palestra a hacer pública su más firme condena.

Este ejercicio de hipocresía es el que da vida a los gobernantes en Nicaragua, Venezuela y Cuba para que se sientan legitimados y puedan seguir reprimiendo a la población; pero eso sí, en nombre del antiimperialismo.