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Cinco errores que condenarán a Putin a la página más negra de la historia

Con la destrucción en cámara lenta de Ucrania, el presidente ruso no sólo está logrando el repudio mundial y el desplome de la economía rusa, sino lo que más detesta: una reacción mundial inaudita contra el neofascismo y en defensa de la democracia

guerra en ucrania

Putin con un bigote que recuerda a Hitler, en el lugar donde es más duro, recordar al líder nazi: Israel

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EFE

1.- Regreso a Crimea 2014, no. Regreso a Chechenia 1999

El presidente ruso está rabioso y se le ve en la cara. El objetivo de Vladímir Putin de una “guerra relámpago” (“Blitzkrieg”) sobre Ucrania no se ha cumplido.

Primer error estratégico de Putin: pecó de soberbia y de ingenuidad cuando creyó que Kiev caería en 72 horas, como le garantizaron sus asesores militares, por el simple argumento de que el segundo ejército más poderoso del mundo no encontraría apenas resistencia, como ocurrió con la invasión y posterior anexión de Crimea, en 2014.

En esa madrugada moscovita del jueves 24 de febrero, cuando Putin pudo elegir la paz y ordenó la guerra, no le dio importancia a un factor clave: la población de Crimea (80% de origen ruso) recibió hace ocho años a las tropas invasoras rusas echando flores a los tanques. Pero ¿cómo podía esperar la misma reacción ahora en el resto de Ucrania, donde dos tercios de sus habitantes consideran a Rusia como una amenaza existencial?

La primera consecuencia de este error de cálculo es que Putin optó en Ucrania por la “groznificación” del conflicto. En 1999, cuando el entonces joven (y casi desconocido) primer ministro Putin entendió que los aguerridos separatistas chechenos no se iban a rendir al poderío militar ruso, optó sin pestañear por bombardear a sus familias y vecinos. Grozni, la capital chechena, fue destruida casi en su totalidad. Es lo que estamos viendo en ciudades martirizadas como Mariúpol o Jarkiv, y que veremos pronto en Odesa y Kiev, con el consiguiente aumento exponencial de soldados y civiles ucranianos muertos, aunque también de soldados rusos caídos.

Pero no es lo mismo la guerra de Chechenia (a fin de cuentas, parte de Rusia) de hace dos décadas, sin apenas imágenes, que la de ahora en un país soberano como Ucrania, escenario de una guerra tan brutal como las del siglo XX, pero con tecnología del siglo XXI, con drones que lo mismo revientan un carro blindado o una familia ucraniana huyendo, que envía la imagen a un celular en el otro lado del mundo.

2.- “Bolchaia Loch” (La Gran Mentira, en ruso)

Si Donald Trump fue el impulsor de la “Big Lie” —“Hubo fraude, me robaron las elecciones”—, su admirado Putin tiene su propia su propia “Bolchaia Loch”, la Gran Mentira, en ruso.

Según Putin, la guerra está justificada por dos mentiras aberrantes: que Ucrania no debería existir porque es un estado inventado, y que la minoría rusa en el este de Ucrania está sometida a un “genocidio” por parte de las fuerzas armadas leales a Kiev. La mentira del dictador ruso se cae por su propio peso con una simple pregunta: ¿Cómo va a cometer el ejército ucraniano un genocidio contra los prorrusos, si desde 2014 no ha entrado un solo soldado leal a Kiev a las provincias de Lugansk y Donetsk, controladas “de facto” por los rebeldes armados por Putin?

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Una cosa es cierta: en Ucrania sí hubo una vez un genocidio, el planificado por Stalin en forma de gran hambruna para aplastar el movimiento independentista y defensor de la lengua ucraniana de la entonces República Soviética de Ucrania. El “Holodomor” (Holocausto ucraniano) mató a entre 1.5 millones y 4 millones de ucranianos entre 1932 y 1933. Pero, lejos de condenar uno de los capítulos más trágicos de la historia del imperio soviético, a Putin sólo le obsesiona que “la caída de la URSS fue el mayor desastre geopolítico del siglo XX” y que su misión sagrada es corregir ese desastre, empezando por “reconquistar” Ucrania, y luego seguir con las otras ex repúblicas soviéticas “traidoras'', como Georgia, Moldavia y luego Estonia, Letonia y Lituania.

Y ahí está, en las tres diminutas repúblicas bálticas, la línea roja que el mundo no puede permitir que el ambicioso presidente ruso cruce, porque forzará a la OTAN a defender a esos tres estados miembros y estallaría la III Guerra Mundial.

3.- El despertar de la acomplejada Alemania

Otro duro golpe que no vio venir Putin y que se deriva de los errores anteriores fue el propinado por Alemania. De hecho, fueron dos golpes: la decisión de no abrir la llave del gasoducto Nord Stream 2, por el que Rusia ve cómo se esfuma la que iba a ser su mayor fuente de divisas; y el anuncio de que, dada la grave amenaza de la cercana Rusia, Berlín ha roto su tradicional neutralidad —producto del sentimiento de culpabilidad por el totalitarismo nazi— y ha disparado su presupuesto en defensa, para dejar de ser un enano militar acomplejado y convertirse en un gigante de la OTAN en pleno corazón del viejo continente.

gasoducto ruso-alemán Nord Stream 2

gasoducto ruso-alemán Nord Stream 2

EFE

En menos de dos semanas, Putin ha logrado lo impensable. La Alianza Atlántica, con la moral por los suelos tras la humillante retirada de Afganistán en 2021, carcomida por divisiones internas y despreciada por la opinión pública de sus países miembros, ha renacido cual ave Fénix y se ha unido como una piña frente a la guerra de Rusia contra Ucrania.

Es difícil de explicar cómo el presidente ruso no previó que invadir un país, como si todavía estuviéramos en las épocas napoleónicas o hitlerianas y no bajo el paraguas de Naciones Unidas, tendría una reacción de estampida de todas las naciones que se pueden sentir amenazadas, en busca del único poder militar que puede hacer frente a la tiranía del Kremlin y a su ambición expansionista.

Desde que estalló la guerra hace dos semanas, Moldavia y Georgia golpean sin cesar la puerta para entrar en la OTAN. Y las ya no tan neutrales Suecia y Finlandia maquinan cómo unirse a la alianza defensiva occidental sin despertar la ira del vecino oso ruso.

4.- “El neonazi eres tú”

El otro gran error de Putin ha sido derribar en tiempo récord su imagen de estadista temido y maquiavélico para convertirse en el villano del mundo, igual de temido que antes, pero ahora patético y ganándose a pulso su condición de criminal de guerra en activo.

Protesta por la guerra de Putin

Protesta por la guerra de Putin

EFE

Cuando el líder ruso justificó en cadena nacional que el gobierno ucraniano debía ser aplastado porque está compuesto por una “pandilla de neonazis y drogadictos”, el mundo se dio cuenta de golpe de que Putin había entrado en una fase de delirium tremens y que, quien parecía drogado y se comportaba como un nazi era él.

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Por eso, en las manifestaciones en todo el mundo contra la guerra en Ucrania la imagen que más se repite es la de Putin con el bigotito de Hitler.

5.- “No pasarán”.

Y, por último, un quinto error que va mucho más allá de las fronteras de Rusia y Ucrania, porque afecta a la manera de entender el mundo. Putin no sólo quiere someter a Ucrania para reconstruir el imperio ruso y expulsar su patio trasero de la influencia occidental, sino que quiere demostrar —con la ayuda de China y su club de fans: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán, Birmania, Corea del Norte, el trumpismo…— que un mundo alternativo a la detestada democracia liberal es posible.

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Cierto, es posible, pero, ¿se ha preguntado Putin (o Xi o Maduro o Lukashenko o Díaz-Canel o Kim o los jefes de la junta militar birmana) si lo que quieren sus respectivos ciudadanos es vivir en una autocracia?. ¿Alguien sensato puede creer que un ucraniano va a aceptar un gobierno títere sometido a Moscú, a sabiendas de que, quien lo quiere imponer no sólo está destruyendo el país, sino que destruyó previamente la democracia rusa?

Desde luego, la democracia es manifiestamente mejorable y no tiene por qué seguir el juego a Washington o a ninguna otra potencia, pero al menos corrige sus defectos con los votos y con la prensa independiente, y no se dedica a envenenar a rivales políticos ni a encarcelar a quien proteste contra la guerra.

Por todo esto, Putin podrá ganar la guerra territorial, pero no podrá someter jamás al pueblo ucraniano, después de lo que le está haciendo.

“¿Por qué Rusia nos hace esto?”, se preguntaba a principios de semana una mujer que huía, llorando, del bombardeo de su bloque de vivienda en Mikolaiv.

La respuesta ya está dicha, pero la podemos resumir: porque se sintió fuerte ante un Occidente en decadencia y porque antepone su sueño imperialista a los derechos humanos.

Pero la Historia puede ser muy cruel. A Putin, cuyos aviones atacaron el miércoles un hospital infantil en la martirizada ciudad de Mariúpol y se dispone a bombardear sin piedad Odesa y Kiev, se le olvidó que Londres —donde una tal Lilibet era camionera voluntaria de ambulancia—, también fue bombardeada por cazas nazis que se creían invencibles. ¿Y cómo acabó la historia? Aquella joven sigue reinando, mientras que Hitler lleva 77 años enterrado en el capítulo más negro de la Historia de la humanidad, donde se ha empezado ya a escribir la página infame del presidente ruso.