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La Universidad se ha vuelto portavoz de la actividad sísmica en el país

A la vanguardia en el monitoreo de sismos; el 85 y su huella en la UNAM

SSN-UNAM

El evento sísmico del 19 de septiembre de 1985 hizo evidente la necesidad de contar con un sistema de vigilancia capaz de operar los 365 días del año, las 24 horas, con tecnología de punta y una extensa red de estaciones sísmicas bien distribuidas por todo el país, expone el profesor Carlos Valdés González, del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.

A decir del también investigador, el terremoto no solo dejó su impronta en el imaginario colectivo de todos aquellos que lo vivieron y de quienes han crecido luego en la capital mexicana, habituados cada año a revisitar las imágenes que los registros periodísticos nos legaron, también dio pie a la construcción de una nueva cultura de protección civil, prevención y gestión del riesgo, así como de vigilancia.

Valdéz González, comprometido impulsor de la plataforma Atlas Nacional de Riesgos de México, explicó que el estudio de la actividad sísmica en México también sufrió los embates del temblor del 85; tal fecha, de la cual se conmemorarán ya 40 años marcó un antes y un después para todo el ramo geofísico apostado en nuestro país, pues reveló una serie de aspectos hasta entonces desconocidos del subsuelo mexicano:

“El temblor del 85 tuvo su epicentro frente a las costas de Michoacán, en una zona donde no se habían registrado movimientos telúricos de esa magnitud (8.1), al menos durante los últimos dos siglos, por lo que creíamos que se trataba de un sitio donde no se generaban sismos. Constatar que no era así nos ayudó a entender mejor la complejidad del territorio nacional, ya que la sismicidad de México se encuentra en lugares muy diferentes”. Explicó que a partir de lo sucedido fue posible ahondar en el comportamiento de la CDMX de cara a estos eventos, lo que se traduce en un área de oportunidad de alto valor para elaborar mejores protocolos de Protección Civil y respuesta a las emergencias que puedan seguir al fenómeno.

“Parte de la capital se erigió en lo que antes era un lago y, por lo mismo, hay colonias edificadas encima de arcillas (sedimentos saturados con agua que se comportan como una gelatina), mientras que hay otras asentadas en lo que era la orilla lacustre (o zona de transición). Estas características generan una amplificación de las ondas sísmicas (en particular donde estaba el lago) a la que se le ha llamado ‘el efecto Ciudad de México’”.

A partir de estudios realizados en la UNAM, en torno a la composición y comportamiento de los suelos de la ciudad, la Universidad ha conseguido elaborar mapeos sísmicos año con año, de los cuales se presume son más detallados en cada entrega. Esta tarea, según lo detalla Valdéz González, ha servido para que investigadores de la Facultad y el Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional colaboren en la elaboración de los códigos de construcción específicos para cada área, pues “No es lo mismo levantar un edificio en lo que era la zona del lago que, por ejemplo, en CU, que se localiza sobre lo que llamamos suelo duro”.

De acuerdo con el geofísico, tras el temblor del 85, los expertos comprendieron que el monitoreo de sismos en México debía desempeñarse a tiempo completo, de ahí que se impulsara una miríada de mejoras tanto tecnológicas como de infraestructura al interior del Servicio Sismológico Nacional (SSN), órgano dirigido por el también gestor de riesgos en dos periodos, de 1993 a 1996, y luego de 2005 a 2014. “Lo acontecido en 1985 hizo evidente la necesidad de destinarle más recursos y presupuesto, de pasar de lo analógico a lo digital, de instalar más estaciones y de mantener una observación permanente”. Hoy, el SSN ejerce la vigilancia del los movimientos telúricos los 365 días del año, las 24 horas”

¿Qué estabas haciendo? Se trata de una pregunta frecuente en las conversaciones en torno a los sismos, en el caso de Víctor Espíndola Castro, otro profesional en el área, era estudiante en aquel día de septiembre de 1985, tomaba clases en la Facultad de Ciencias, al tiempo que desarrollaba funciones de lecturista en el SSN; “La mañana de aquel jueves 19 de septiembre iba rumbo a Ciudad Universitaria”, cuando sintió el movimiento de tierra, “me dirigí lo más rápido que pude al Sismológico para apoyar en los cálculos y determinar el origen del temblor”. Ese día Víctor debió poner manos a la obra y realizar su labor a partir de la información arrojada por las pocas estaciones sismológicas que había entonces y sobre unos mapas muy grandes, a compás y regla. “Todo era geometría”.

Hoy, Espíndola es el responsable del área de Análisis del SSN y aduce en su testimonio que las cosas han cambiado, pues esos cálculos antes realizados a mano, con lápiz y papel, en la actualidad se procesan de forma digital, con equipos de vanguardia y algoritmos que permiten obtener, “casi de inmediato”, datos que antes demoraban horas. El también doctor en Ciencias afirma que el 85 evidenció que la veintena de estaciones sismológicas que había en función, desde hace hace cuatro décadas, eran insuficientes para vigilar todo el territorio nacional, por lo que se demandó la creación de una red mucho más amplia que, a la fecha, consta de más de 100 estaciones de monitoreo instaladas y manejadas por la UNAM. Tan vasta red permite al Sismológico obtener datos casi en tiempo real que pueden ser consultados por los usuarios de redes sociales en la cuenta del SSN en X o directamente en la página web, ahí donde antes se decía ‘parece que tembló’, hoy se puede tener certeza de ello a través de los posteos de la información, lo que incluye datos sobre magnitud y epicentro.

De todo ello se desprende el que la UNAM sea la portavoz de la actividad sísmica en México; hoy día, el Sismológico de la Universidad sabe que los movimientos de la corteza terrestre son constantes y trabaja a diario por conseguir y capacitarse en el manejo de equipo cada vez más sofisticado:

“Cuando me incorporé como jefe del SSN en 1993 —recuerda Carlos Valdés—, registrábamos unos 300 sismos al año en el país. Ahora, tan sólo los registros de 2024 ascendieron a 33 mil. Ello no quiere decir que hoy tiemble con mayor frecuencia, sino que cada vez tenemos más estaciones y mejores equipos, lo cual nos posibilita realizar mucho mejor nuestra labor y detectar incluso eventos pequeños, como los microsismos de la CDMX”.

Es imposible determinar cuándo se sacudirá la tierra, los sismos no son previsibles. Así que, estrictamente hablando, la temporada de sismos va del 1 de enero al 31 de diciembre. No obstante, los mexicanos cuentan con una institución confiable para vigilar la actividad sísmica en todo el territorio nacional, todo el tiempo, y a cargo de una universidad, no del gobierno, característica que, en voz de Valdéz González, le blinda frente a conflictos de índole político, pues el único compromiso es con la ciencia y con la población.

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