
Antes de descalificar el pensamiento religioso y de excluirlo de nuestra cosmovisión, resulta imperioso entenderlo, señala Juan Galván Paulín, académico que ha dedicado 30 años de su vida a indagar en la historia de las religiones. No hacerlo nos llevará a una existencia parcializada y poco profunda, sentencia.
Cuando el pensamiento religioso y el científico finalmente se entretejan, parafrasea a Raimundo Pániker, surgirá una forma nueva de comprender el lugar que tiene el ser humano en la realidad y que es, justamente, su dimensión completa.
Así, defendiendo el papel de la religiosidad en el mundo actual y futuro, Galván Paulín habla a Crónica de lo que trasmite cada año a grupos de estudiantes atraídos por el estudio de las religiones y que en su gran mayoría termina cuestionándose hasta dónde habían entendido previamente el papel que puede jugar el componente religioso en el mundo, las colectividades y la propia persona.
–¿Cómo puede explicarnos la existencia del pensamiento religioso? –se le pregunta al académico.
–El pensamiento religioso es la primera forma en la que el ser humano, como tal, resuelve la separación que sufre respecto a su entorno. Hablemos primero de lo que pasó hace muchos milenios, producto de una mutación neuronal, cuando el humano primigenio se separó de la naturaleza y comenzó a existir en él una suerte de extrañamiento: por un lado estaba él, su identidad, y por el otro estaba la naturaleza. La primera forma de desamparo que padece el ser humano es que sabe que está separado de algo de lo que era parte. Imaginemos a esos homínidos antiguos que de pronto se encuentran delante de algo, su entorno, y que no reconocen absolutamente nada de lo que antes afrontaban en términos instintivos. Lo que veían ahora era una masa amorfa a la que ni su olfato, ni su vista, ni su tacto, ni su gusto estaban acostumbrados. Debe haber sido aterrador. En ese contexto aparece el pensamiento simbólico, resultado del impacto del medio ambiente sobre el ser humano, de la realidad sobre sus sentidos y la proyección al sistema nervioso central. El ser humano en su origen primigenio comienza a establecer de nueva cuenta un vínculo con esa realidad para no sentirse desamparado, apartado. El pensamiento religioso es necesario porque es el primer vínculo restablecido y es el mecanismo con el que el ser humano da sentido a su condición; así se desarrolló lo que hoy llamamos pensamiento humano: Sin el pensamiento religioso no existiría pensamiento humano, pues está en el origen mismo de esto que llamamos humanidad.
–¿El mundo de hoy tiene expresiones que nos permitan reflexionar sobre ese mundo simbólico y religioso?
–Hay quienes sostienen que los tatuajes en el cuerpo fueron usados para establecer una diferencia entre él y la naturaleza; esto me parece sumamente arrogante y arbitrario, porque los rituales que sustentan la decoración corporal también vinculan al humano con la realidad a la que pertenece y en la que participa. Los tatuajes son epifanías de las mitologías personales, son el relato de una experiencia en circunstancias divinas.
–¿Esta noción sobre los tatuajes sería perfectamente aplicable a los muchachos que están usándolos hoy en día?
–Hay necesidad de pertenencia y esto emerge de la necesidad de completar la identidad personal, de hacerla específica, lo que permite identificarse al interior de un grupo y distinguirse en función de lo representado en el tatuaje. Simbólicamente expresa el tránsito dentro de una realidad. Si los tatuajes en las culturas arcaicas expresaron el tránsito por epifanías personales, por determinadas experiencias como salir de cacería o librar la muerte, hoy el tatuaje puede oponerse a la autoridad del status quo o restregarle a la sociedad su mojigatería y sus prejuicios. Y es así como se expresa la pertenencia al grupo y al mismo tiempo una individualidad que el tatuaje da. En nuestro contexto es también una forma de combatir el terrible anonimato al que estamos condenados en una sociedad de masa.
–Aun el más bravo de los muchachos estaría expresando con sus tatuajes un “aquí estoy y tengo lugar en esta realidad”…
–Exactamente.
–¿Qué me dice de los calificativos de arcaico, rebasado o innecesario que se llegan a aplicar al pensamiento religioso?
–Es un error entenderlo de ese modo, aun cuando sobre ello se construya el imaginario con el que se descalifican la devoción y la religiosidad colectiva o popular. Siguiendo a los especialistas, podemos definir un momento religioso para el ser humano, que parte de aquello que ya narramos, en el que el ser humano aborda su conciencia. Para occidente esto desaparece en el Renacimiento, pues es entonces cuando dejan de establecerse puentes entre el humano y lo sagrado, se da un vuelco y el pensamiento religioso deja de ser el vínculo de pertenencia ontológica; se da una inversión que nos ha llevado a priorizar al pensamiento racionalista, que puede devenir en el pensamiento materialista, y hemos terminado por convenir en que el pensamiento religioso es superstición, atavismo, pensamiento arcaico. Esto equivale a no estar al tanto del proceso mismo de desarrollo de la humanidad, lo que nos haría excluir otras formas de explicar la realidad.
–¿Puede explicarnos la diferencia entre Iglesia como institución y el pensamiento religioso?
–Podemos hablar directamente de las iglesias cristianas. Lo divino, en primera instancia, debe entenderse como potencias cósmicas, que son simbolizadas y no expresadas por teorías científicas o a través de ecuaciones; los dioses expresan la fenomenología cósmica y hay una articulación de dioses. Ahora bien, cuando a la divinidad se le despoja de los contenidos simbólicos que venían constituyendo el pensamiento religioso, lo que queda es un dios abstracto, al cual sólo se puede acceder a través del cumplimiento de rituales, liturgias y mandamientos.
Particularmente en el monoteísmo cristiano, la autoridad religiosa, la iglesia, se convierte en el intermediario entre el ser humano, la colectividad y lo divino; esa intermediación es llevada a cabo por humanos especialistas, ese el papel de sacerdotes, que interpretan cómo opera lo sagrado y la forma en la que los humanos deben relacionarse con lo sagrado.
La relación del ser humano con la naturaleza es una relación religiosa, pero si el intermediario es la iglesia, entonces es dirigida. Cuando, en palabras de Pániker, surge el periodo histórico y se da la inversión de la que ya hablamos, entonces sí que el sentido de la relación entre humano y divino, con intermediación de la iglesia, se entenderá como obediencia absoluta e irrestricta a lo que el aparato eclesiástico y la autoridad religiosa definan. Esto se da sin atender a un vínculo religioso profundo y sentó las bases de los totalitarismos. Una actitud religiosa manejada, estructurada por una jerarquía, termina por convertir a la colectividad a una masa obediente en función de promesas metafísicas, del acceso a un paraíso, porque de eso depende su sobrevivencia física y del espíritu.
–Y qué me puede decir de lo que produce la práctica religiosa en el humano, ¿lo hace mejor, peor?
–En nuestros parámetros, la práctica religiosa nos hace aparecer terriblemente débiles y manipulables. Lo podemos poner así: si te portas bien, tiene un premio, si te portas mal, te castigo.
–Visto así, nos pone en condición de niños pequeños...
–Hasta políticamente. Entendamos que estamos hablando de promesas metafísicas poderosas.
Debemos entender que toda mitología en Oriente se convierte en experiencia religiosa y mística; en Occidente se convierte en poesía o épica, así que aquí, lejos de convertirse en algo de orden místico, se convierte en una permanente obediencia preceptual, el cumplimiento de los preceptos es lo que aseguraría la sobrevivencia del humano en todos los ámbitos, social, sentimental, político. Todo ello asegurado si hay obediencia.
El comportamiento y las conductas religiosas pueden convertirse en algo terriblemente peligroso, pues esa obediencia vulnera nuestra identidad profunda. Un verdadero practicante de principios religiosos es un subversivo e incluso amenaza la institución eclesiástica, no porque lo haga a su manera, sino porque no hace simulación.
–Si el pensamiento religioso verdadero trata de vincularnos con lo que nos rodea, de darnos un lugar y el científico trata de entender lo que nos rodea y nuestro lugar allí, entonces no parecen estar tan lejos uno de otro…
–Las respuestas que están siempre frente a nosotros, las resolveremos no en función del conocimiento, sino de la sabiduría. La sabiduría no es cúmulo de conocimientos, sino la manera como resolvemos ante nosotros mismos y ante la colectividad la pregunta de quienes somos. Hay una diferencia entre el yo soy, con minúsculas, y el Yo con mayúsculas: en esta última ya resolvimos nuestra condición y nos hemos religado con los aspectos más profundos de nosotros mismos. Sagan lo decía en palabras que suenan a bolero: Somos polvo de estrellas. Yo digo que también somos la actualización de la tabla periódica. Cuando ambos elementos, racional y religioso, terminen por conjugarse, entonces estaremos completos. El cosmos no es una representación astronómica, es lo que nos rodea y somos nosotros mismos.
Lo que quiero enfatizar es que, en efecto, el pensamiento religioso es necesario para el ser humano y no sólo eso, es parte de nosotros, es imperioso comprender lo que significa antes de descalificarlo y excluirlo de nuestra cosmovisión contemporánea. Mencionaré nuevamente a Pániker, sacerdote católico que se fue a vivir la India, y que señala que cuando el pensamiento religioso y el científico finalmente se entretejan, surgirá una nueva forma religiosa. No hablamos exclusivamente de rituales y cultos, sino de la forma en la comprendemos el lugar del ser humano en la realidad y la forma en la que se relaciona con ella, lo que es algo cualitativo. Cuando lo cualitativo del pensamiento religioso y lo cuantitativo del pensamiento científico se entretejan, nos entregarán una dimensión completa del ser humano, no parcializada en uno de sus polos, sino una conciencia total y profunda de lo que es ser humano. No es sólo ética o sólo moral, es un orden profundo de la existencia.
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