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El viacrucis de vivir con artritis reumatoide

Rosy tiene 46 años y cuenta a Crónica la pesadilla que es enfrentar dolores insoportables todos los días tras haberle sido diagnosticado hace 10 años con este padecimiento

Un mal que se caracteriza por insoportables dolores en las articulaciones

Un mal que se caracteriza por insoportables dolores en las articulaciones

“En la peor etapa de mi vida, cuando más lo necesité, mi esposo lejos de apoyarme y brindarme toda su comprensión, optó por el camino más sencillo y no creer que yo estaba teniendo dolores tan fuertes en mis articulaciones al grado de no poder levantarme de donde estuviera sentada”.

La falta de apoyo y confianza, la animó a sacar fuerzas de flaqueza y dar todo de sí misma para salir adelante con todo y la artritis reumatoide que la aquejaba. Hoy, una década después de haber iniciado el proceso de atención, tratamiento y recuperación, Rosa admite que fueron días muy difíciles, “pero todo ha valido la pena con tal de sacar adelante a mis hijos.

Es el testimonio que comparte con Crónica, Rosy, quien a sus 46 años, cuenta la experiencia de haber sido diagnosticada con artritis reumatoide hace 10 años y desde entonces comenzó a vivir el viacrucis de tener que enfrentar dolores insoportables y además enfrentarse a la incredulidad y maltrato de su esposo, de quien se ha divorciado y ya no quiere volver a saber nada.

Con antecedentes familiares por parte de su abuelita, quien padeció la misma enfermedad discapacitante, inflamatoria, incurable y que llega a ser muy dolorosa en etapas avanzadas, y que incluso si no es tratada a tiempo, puede llegar a deformar los huesos de las manos, las rodillas y los pies.

“Hace 10 años, -relata-, las cosas no estaban bien en el matrimonio, ya veníamos con algunos problemas y entonces comenzó la violencia intrafamiliar hacia mi y mis dos hijos, con golpes y amenazas por parte de mi ex esposo, lo que me comenzó a generar mucho estrés, yo ya no comía bien, me malpasaba mucho, yo creo que eso fue lo que desencadenó que se me manifestara la artritis reumatoide en etapa tan temprana, la cual se me complicó con fibromialgia”.

Con manifestaciones muy claras de la enfermedad, Rosy presentó complicaciones que comenzaron a limitar su vida: fuertes dolores de cabeza, no podía caminar, ni siquiera era capaz de abrir una botella de agua “y la situación llegó al extremo de que tenía que ser auxiliada por mis hijos que entonces tenían el niño 11 y la niña 7 años, para poder levantarme de donde estuviera sentada, y llegó un momento en el que ya no consentía ni siquiera que me tocaran, de tan fuerte que tenía los dolores, y con todo y eso yo seguía trabajando para sacar adelante a mis hijos”.

Después de mucho tiempo fue diagnosticada en una clínica particular en donde inició tratamiento con esteroides y dieta y la situación mejoró mucho, pero la situación económica se complicó y ya no pude seguir pagando el tratamiento, pero poco después comencé a recibir atención médica en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), por parte de mi trabajo, en donde a la fecha le siguen brindando atención médica.

Sola con sus hijos, en medio de la pandemia, la vida se le complicó un poco más a Rosy, porque con todo el tema de la COVID-19 y el miedo a los contagios, ella debió seguir saliendo a trabajar para llevar el sustento a su casa, y ocurrió lo que tanto temía, enfermó de COVID, el año pasado y aunque, dice, afortunadamente no desarrolló enfermedad grave ni tuvo que ser hospitalizada, sí tuvo complicaciones en un pulmón, y la aqueja una tos que en muchas ocasiones le impide continuar con la conversación y debe interrumpir su relato para calmar la tos y poder continuar.

“Por la condición de mi pulmón, muchas veces me cuesta trabajo respirar, y aunque trabajo cerca de mi casa, la verdad es que desplazarme me implica cierto esfuerzo y la verdad es que me canso, pero es un empleo como asistente administrativa en una gasolinera y la ventaja que tengo es que tengo Seguro Social, estoy cerca de mi casa, con la enorme ventaja además de que mis hijos ya están grandes”.

Con un joven universitario a punto de graduarse en diciembre próximo, y su hija quien estudia preparatoria, Rosy se dice “completamente bendecida, a pesar de todo lo que hemos pasado juntos, soy muy afortunada tengo a mis hijos y siempre he contado con el apoyo de mi mamá y mi hermana”.

Consciente de que padece una enfermedad incurable, pero que puede mantener en control con los fármacos que recibe, Rosy seguirá adelante, por y para sus hijos, para ella misma, advierte que no quiere volver a saber nada de su ex, por lo mal que los trató, incluso reconoce que “con los muchachos la relación no es muy buena, es decir, las cosas no quedaron del todo bien”, no obstante, para ella misma acepta que sí quiere volver a amar, no están cerradas las puertas de su corazón, y quizá algún día pudiera encontrar a alguien que la trate bonito, que la quiera y la cuide y esté dispuesto a entender, comprender y conocer su enfermedad, la cual, en los días malos, le sigue ocasionando dolores.