Opinión

La soledad del ministro, la frialdad de su corte

La soledad del ministro, la frialdad de su corte

La soledad del ministro, la frialdad de su corte

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Eduardo Medina Mora ya no es ministro. Nadie levantó la voz por él, ni para que explicara los motivos, que deben ser muy graves para renunciar a un cargo de la naturaleza y las responsabilidades de todo juez constitucional.

La Constitución es clara al respecto, y entre otras cosas para que quienes integran la Suprema Corte estén protegidos de vendettas y de chismes.

Al ponerse la toga, se asumen responsabilidades de Estado y estas no pueden quedar al garete y menos aún dentro de una narrativa oscura de la que nadie tiene una idea de dónde irá a parar y que además choca con la esencia misma del debido proceso.

En el Senado no contó con el apoyo de las bancadas del PAN y del PRI que, en otro momento, y con otros personajes, hay que decirlo, lo respaldaron cuando lo propuso Enrique Peña Nieto en 2015, en un procedimiento que estuvo plagado de críticas provenientes, sobre todo, de la sociedad civil, porque veían en Medina Mora a uno de sus grandes demonios por casos como el de Atenco.

A lo más que se atrevieron los senadores, en esta ocasión, es a solicitar informes a la Fiscalía General de la República (FGR), para tener una idea de las investigaciones que se siguen contra el ahora exministro. Es poco probable que reciban algún dato relevante y además ya es inútil porque tomaron la decisión de aceptar la salida del ministro.

En el Poder Judicial fue peor, ya que ahí lo que reina en el silencio, alrededor de uno de los momentos más delicados de la historia reciente.

Los colegas de Medina Mora voltearon para otro lado, quizá pensando que así no les tocará a ellos, o que no serán los siguientes en ver cercenadas sus carreras en la Suprema Corte.

El precedente es terrible, porque indica que deshacerse de un ministro es relativamente barato en términos políticos y quizá hasta jurídicos.

Hacen mal, porque la defensa de la institución no tiene (no tenía) que estar ligada a la culpabilidad o la inocencia de Medina Mora en indagatorias que, por el momento, se desconocen y no han sido llevadas ante un juez.

Los jueces siempre están sujetos a presiones de todo tipo. Es la naturaleza de su trabajo, porque se ocupan de resolver problemas y siempre hay alguien que pierde en los litigios.

Con los jueces constitucionales esto puede ser aún más rudo, porque lo que está en juego es la propia naturaleza de las leyes y su legalidad.

Lo que no debe ser, es que las cosas puedan terminar de formas muy poco adecuadas para la sanidad de la democracia y los equilibrios que requiere.