Opinión

El abuso policiaco y el síndrome del Estado no represor

El abuso policiaco y el síndrome del Estado no represor

El abuso policiaco y el síndrome del Estado no represor

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
El abuso policiaco y el síndrome del Estado no represor

Edgardo Bermejo Mora

En los últimos días hemos tenidos noticias de terribles y trágicos abusos policiacos contra jóvenes en diversos lugares del país: en Jalisco, en Oaxaca, en la Ciudad de México, entre otros. Es el reflejo atroz de un cuerpo policiaco carente de protocolos, irascible y sin control de sus mandos superiores. Estos abusos han provocado a su vez protestas de grupos juveniles, algunos, no todos, ultra violentos, que devienen en saqueos y destrucción. Y ante lo cual, en el otro extremo, las fuerzas policías reciben constantemente instrucciones de mantenerse al margen.

Estamos ante un viejo dilema nacional: un Estado de pasado autoritario, represor y violento, heredero de los horrores de 1968, de 1971 y de la guerra sucia de los setentas, que en los ya cinco lustros de transición a la democracia ha elegido en muchas ocasiones, y especialmente en el actual gobierno, no acudir al uso legítimo de la fuerza como parte de su fuente legal de autoridad.

No es para menos, venimos de un pasado brutal en la manera en la que desde el poder se miró y se trató a los jóvenes. Acudo a un ejemplo notable de los peores años de barbarie policiaca, para lo cual me sirvo de un artículo y un reportaje gráfico publicado en el entonces ultra conversador periódico El Heraldo de México, del 11 de noviembre de 1965

El reportaje, firmado por un tal “Garcíarreyes” –así firmaba- y el fotógrafo “Sánchez Olmos”, se titula: “Resultados de las redadas policiacas”. Recordemos que estamos en el sexenio de Díaz Ordaz, en el pico de la curva autoritaria mexicana del siglo XX, y en la antesala de la masacre de Tlatelolco.

El reportaje es una increíble justificación de la brutalidad policiaca, y el reportero, además de informar, editorializa su nota con afirmaciones como esta:

“Ha nacido la razzia, redada en la que la policía detiene a todas aquellas personas que, sin estar violando las leyes, por su actitud se hacen sospechosas o bien se dedican a molestar, ya sea inadvertidamente –cuando juegan en las calles- o voluntariamente a los transeúntes”:

“Son totalmente legales si se atiende a que la policía debe ser preventiva, es decir, está constituida para evitar que las mencionadas leyes penales sean transgredidas. Si entre 50 personas detenidas en una redada se encuentra a dos delincuentes, los resultados son buenos”.

Una de las fotos del reportaje gráfico muestra a un judicial, sonriente, sin uniforme, sujetando a un joven de17 o 18 años. El pie de foto dice. “Profilaxis social, el detenido no ha hecho nada…, todavía. Se le amonestará, se le hará ver que es preferible estar en casa que vagar por las calles con riesgo a convertirse en un delincuente”.

Otra foto muestra a un joven aún menor que el anterior, quizá de 15 años, tirado en el suelo y encima de él otro judicial en el momento que lo va a abofetear. Pie de foto: “En cualquier esquina puede surgir el peligro para el agente que realiza una razzia. El joven que está en el suelo despojó de su pistola al agente que lo sujeta contra el piso. La rápida y viril actitud del agente le salvó la vida”.

En otra foto se aprecia a un grupo de seis muchachos, uno de ellos tocando una guitarra, sentados sobre la banca de un parque y en el margen derecho de la foto se ve a un judicial llegando a la “escena del crimen”. Pie de foto: “sus cantos, a altas horas de la noche molestaban al vecindario, además, los jóvenes que están sentados sobre el respaldo de la banca son demasiado pequeños para trasnochar. Ya un agente, a la derecha de la foto, se apresta a detenerlos”.

Otra foto de la misma secuencia, momentos después, dice: “los refuerzos llegaron de inmediato. Todos fueron detenidos y conducidos a la procuraduría, los adultos fueron advertidos de que no deben permitir que niños como ellos pierdan así, lamentablemente, el tiempo. Quizá no se den cuenta, pero se les ha hecho un bien”.

Continúa el reportero “los propios padres de los menores que son detenidos en las redadas (…) han adoptado una actitud comprensiva con este método. Es preferible que un muchacho esté detenido tres horas, a que, por no haber sido aconsejado a tiempo, llegue a cometer un delito que le privaría de la libertad por mucho tiempo”.

“También entienden las razzias, y quizá las aplauden, las mujeres jóvenes o los padres de éstas, que por medio tienen la seguridad de que no habrá vagos que pongan en peligro su seguridad”.

El reportero se pregunta: “¿Cómo es una razzia? Una redada no puede realizarse sin organización so pena de que fracase estrepitosamente y los agentes tengan que volver a su base con las manos vacías”.

Describe después que un convoy con varios automóviles y un vehículo para transportar a los detenidos llamado “julia”, peinó las colonias de los Doctores y Buenos Aires: “ya en el trabajo se detuvo a todo aquel individuo que no pudo demostrar en el momento su forma honesta de vivir, a quienes hacían grupos en la calle de forma sospechosa y a quienes jugaban a la pelota en la vía pública”

“Cuando un muchacho demostraba que era estudiante o trabajador, se le llevaba al despacho del inspector, quien llamada a sus familiares y después de pedirles cooperación para evitar que el joven se convierta en delincuente, aconsejaba a éstos sobre los beneficios de cortarse el pelo en otra forma de la acostumbrada por los pandilleros”.

Ultima foto: un judicial de lentes oscuros, traje y sombrero, empuja a un joven mientras lo conduce a la “julia”. El pie de foto es perturbador: “en la cara del jovencito hay pánico, es natural, no sabe por qué se le detiene. La actitud del agente que lo sujeta por el hombro y del cinturón le hará entender que el camino del bien es más fácil y seguro que el de la delincuencia”.

En la misma edición del diario se publica un artículo titulado “Rebeldes sin causa”, bajo la firma de Homero Villarreal, “profesor de criminología en la UNAM”. El profesor argumenta que los jóvenes y sus padres han estado “mal influenciados” por la película que protagonizó James Dean con el mismo título de su artículo. Afirma: “en aquella película el padre vestía delantal, daba de cenar a su esposa en la cama y se doblegaba a su autoridad; en otras palabras, le faltaban los pantalones que, a su esposa, inadecuadamente, le sobraban”.

No hay más que decir. Cinco décadas después, el dilema continua en el año 2020.

edbermejo@yahoo.com.mx
Twitter: @edgardobermejo