Opinión

1994, el desasosiego

1994, el desasosiego

1994, el desasosiego

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Más allá de la sorpresa ante un escenario político que empeoraba de una tragedia a otra, lo que experimentamos en 1994 fue un extendido desasosiego. La promesa de la globalización cristalizada en el TLC tropezó con el estallido del primero de enero en Chiapas. La confianza en la estabilidad política que ofrecía un sistema de partidos incipientemente competitivo y aún bajo la hegemonía priista, pareció quebrarse cuando Luis Donaldo Colosio fue asesinado la tarde del 23 de marzo. El espanto ante la violencia política se agudizó el 28 de septiembre, cuando matan a José Francisco Ruiz Massieu. La esperanza que, ya casi exhausto aquel año, ofrecía el nuevo gobierno encabezado por Ernesto Zedillo, quedó asolada con la crisis económica de diciembre.

Veinticinco años después, el recuerdo que prevalece de aquel 1994 está fundamentalmente conformado por gruesos trazos acompañados de explicaciones toscas, o de ninguna. Como suele ocurrir ante los acontecimientos históricos más dramáticos, los pormenores quedan abrumados por grandes aseveraciones que resultan populares aunque no necesariamente se ajusten a los hechos.

La rebelión en Chiapas, para muchos, expresó la indignación de los indígenas más pobres y, en aras del mito, habitualmente se olvidan la apuesta al aventurerismo y el protagonismo caudillista del subcomandante Marcos.

El crimen en Lomas Taurinas, de acuerdo con la creencia más generalizada, fue resultado de una conspiración para frenar un proyecto presuntamente reformador de Luis Donaldo Colosio; no importa que las indagaciones más serias no hayan encontrado un solo indicio de que el miserable Mario Aburto hubiera tenido respaldo de alguien más.

José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI, era un hombre comprometido con el salinismo pero antes que nada con el oficio político y la discusión de ideas. Causas y responsables de su asesinato quedaron difuminados en la comedia de engaños que armó al año siguiente la Procuraduría General.

En 1994 transitamos del pasmo a la confusión. Y de allí al miedo. Las certezas que articulaban nuestra vida pública parecieron desbaratarse frente a esos acontecimientos. Lo más importante fue que, más allá de aquella esparcida perplejidad, la sociedad mexicana reaccionó con prudencia ante las provocaciones políticas.

Durante la primera semana de 1994, el gobierno del presidente Carlos Salinas tenía la posibilidad de aplastar militarmente al Ejército Zapatista o, como sucedió, dialogar y negociar con él. La sociedad organizada se manifestó en las calles para exigir que se desechara la vía de la represión. Gracias a ello se evitó el sacrificio de centenares de campesinos indígenas a quienes el neozapatismo enviaba a pelear sin recursos ni experiencia para ello. La designación de Manuel Camacho para procurar la pacificación disgustó al ya para entonces candidato priista Luis Donaldo Colosio pero, sobre todo, acicateó la desconfianza que campeaba entre sus colaboradores más vehementes.

Dos meses más tarde el asesinato en Lomas Taurinas, además del dolor y la indignación por la muerte de un hombre bueno e inteligente, desató las especulaciones más disparatadas. A pesar de ellas, o junto con ellas, la elección presidencial el 21 de agosto fue abrumadoramente concurrida. Más del 77% de los ciudadanos registrados acudieron a votar. El candidato del PRI, Ernesto Zedillo, obtuvo el 49% de esos votos. La sociedad había resuelto desplazar al miedo, con el sufragio.

La conjetura es uno de los consuelos ante la fatalidad. Nadie sabe qué hubiera ocurrido si la historia no diera vuelcos como los de aquel 94 pero es entretenido suponer derroteros distintos. Luis Donaldo Colosio entendía la necesidad de actualizar normas y prácticas de la política pero jamás se propuso subvertirlas. Su espíritu reformador venía de la experiencia al lado de Carlos Salinas, de quien era leal amigo y discípulo. Posiblemente habría ampliado los programas de política social, sobre todo después de la rebelión neozapatista. Más allá de la apuesta insurreccional del subcomandante y del grupo de ultraizquierda del que formaba parte, el EZLN colocó la cuestión indígena en la agenda nacional.

Las vicisitudes de aquel 1994 han propiciado docenas de libros y, en su momento, millares de páginas en la prensa. Ahora una serie de cinco capítulos, dirigida para Netflix por el periodista Diego Enrique Osorno, ofrece un recuento cargado de contraluces. 1994 está respaldada por un amplísimo acopio de documentos audiovisuales. Los momentos que siguieron al crimen en Lomas Taurinas y luego la espera en el Hospital General de Tijuana, en donde se conocería el deceso de Colosio, son mostrados en todo su dramatismo con escenas al parecer inéditas. Testimonios como los de Carlos y Raúl Salinas y el (ex) subcomandante Marcos, reiteran versiones ya sabidas pero expresadas frente a la exigente cámara de Vice, la empresa que produjo la serie. Otras entrevistas, como las de Talina Fernández que estaba en el hospital a donde llevaron al candidato del PRI y Othón Cortés que fue injustamente acusado por el asesinato, añaden detalles a lo ya muy conocido sobre tales episodios.

El asesinato de Colosio es el eje de la narración en la serie aunque los acontecimientos de 1994 no necesariamente estuvieron concatenados de esa manera. Si bien hay un reconocible esfuerzo para ofrecer un variado elenco de testimonios, falta distancia crítica respecto de las explicaciones más difundidas sobre el surgimiento del zapatismo y la muerte de Colosio.

En algunos casos, las concesiones al espectáculo demeritan la reconstrucción histórica. Mientras se muestran escenas en donde varios soldados son rechazados a empujones por mujeres indígenas muy indignadas, se escucha una voz en off que narra “el ejército realiza acciones de labor social en el estado de Chiapas”. A la marcha que hubo a comienzos de 1994 en la ciudad de México se le presenta como si hubiera sido para apoyar al EZLN cuando, en realidad, fue por la paz y contra la represión. Cuando se menciona la crisis económica de diciembre se muestran escenas de disturbios que sugieren que en la capital del país había una irritación social que se expresaba de manera masiva en las calles y no era así.

El documental producido para Netflix se apoya en una investigación y una producción escrupulosas. Por otra parte, una de sus debilidades radica en el intento de encadenar asuntos que no necesariamente estuvieron vinculados. La insurrección en Chiapas, el asesinato de Colosio y el de Ruiz Massieu tuvieron en común el ejercicio de la violencia pero en circunstancias y por motivos diferentes. Esos hechos, junto con la inestabilidad económica desencadenada en diciembre, hicieron de 1994 un año definido por la tragedia.

Además de la irrupción de la violencia como aguijón en la vida pública y del miedo que la acompañó, en aquel año se multiplicó la suspicacia de la sociedad mexicana. Aunque muy pronto varias investigaciones periodísticas develaron el origen de Marcos y su grupo, el mito del redentor enmascarado tuvo más éxito. No obstante la monumental investigación que encabezó Luis Raúl González Pérez (a la cual el documental de Netflix le dedica muy poco tiempo) los terribles dislates en el inicio de las indagaciones reforzaron las versiones de un complot en el asesinato de Colosio. El error de diciembre que empobreció al país durante varios años comenzó tiempo antes pero las explicaciones más elementales siempre son más célebres.

Cuando terminé de ver la serie, Netflix me recomendó la película See You Yesterday, sobre unos muchachos que inventan unas máquinas para viajar en el tiempo. La serie 1994, a su manera, nos retrotrae un cuarto de siglo para confirmar que, si bien el pasado es inmodificable, el empeño para comprenderlo tiene que ser constante.

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@ciberfan