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¿A dónde irá Afganistán?, un texto de Carlos Martínez Assad

En esta entrega especial del Consejo Consultivo de Ciencias, se analiza el tema que domina la agenda internacional

¿A dónde irá Afganistán?, un texto de Carlos Martínez Assad

¿A dónde irá Afganistán?, un texto de Carlos Martínez Assad

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Días aciagos vive la población de Afganistán inmersa en una guerra sin fin desde hace 40 años, sin el aprendizaje que pudo dejar cerca de un millón de muertos. Lo digo de entrada, me interesa encontrarle sentido a lo social, lo que vive la gente y menos los enredos políticos de los islamistas y las potencias involucradas. Del saldo de los últimos 20 años, 2 mil 500 son estadunidenses y 150 mil afganos. Ante el avance inexorable del Talibán en estos días que ha ocupado ya el conjunto del país, Estados Unidos junto con sesenta y cinco naciones pidieron a quien una vez más tiene el poder, deje salir a los afganos de su país, junto con los ciudadanos extranjeros que quieran hacerlo, según la afirmación de Antony Blinken, el secretario de Estado.

Deben aclararse dos puntos: Primero, los talibanes también son afganos aunque sean de alguna de las 14 etnias entre las que predominan la de los pastunes, uzbekas y takiyas; y es que el Talibán es un grupo político conservador en el interior del sunismo que asume con rigidez la ley de la sharia, a diferencia de los demás que, afiliados a la misma rama del islam, la asumen de forma menos drástica. Aunque existe también la etnia sahara que por estar vinculada al chiismo ha sido perseguida.

Segundo, y más importante, es no pensar siquiera a dónde irán los afganos que no quieren permanecer en el país ahora que ha caído de nuevo bajo el control de los rebeldes. Baste echar un vistazo a las escenas dramáticas de grupos enteros de gente desesperada buscando subir un avión atestado en un aeropuerto rebasado por las circunstancias, porque cuando el pánico se impone, lo que importa es salir, no importa a dónde. Pero hay demasiadas limitaciones y en la práctica Estados Unidos apenas ha evacuado a 3 mil 200 personas, Gran Bretaña a 306 británicos y 2 mil 052 afganos. Se supone que todas ellas vinculadas con su presencia, es decir, familiares como esposas e hijos de la anterior administración.

El pánico de la población que hace todo por salir se explica por por el antecendente del gobierno Talibán cuando tuvo el poder formal entre 1996 a 2001 cuando se restringieron los derechos humanos en el país, en particular los de las mujeres que llevaron la peor parte como lo ejemplifica la imposición de la burka -el velo que las cubre completamente de la cabeza a los pies- y, entre lo más importante, la presencia masculina necesaria incluso para acompañarlas en la calle que de otra forma, no pueden salir. Se les negó también la educación, se les aplicaron los castigos más atroces y a todos se les prohibió la música que se considera profana. Aunque en los últimos veinte años, las niñas tuvieron acceso a la educación y las mujeres sumaron sus profesionistas a las oficinas públicas y principalmente en el sector salud por ser indispensable en el tratamiento de padecimientos femeninos.

La pregunta ahora es, si el Talibán vuelve después de veinte años con otras ideas y mantendrá los derechos alcanzados por las mujeres que incluso en número de 74 formaron parte de la Asamblea y además trabajaron en las oficinas públicas. Por increíble que parezca la presencia del ejército más poderoso del mundo y el costo de tres trillones de dólares no logró cambiar estructuras que pudieran garantizar no digamos un orden democrático, sino algunas libertades.

Hasta ahora los afganos que quieren abandonar el país lo han hecho por las fronteras que vienen usando desde hace años, la de Pakistán, al este, frecuentada porque se trata del país que ha armado a la guerrilla de los pastunes y que el Gobierno depuesto responsabiliza de su éxito fulminante y de proveer apoyo armamentístico al Talibán. Y hay que recordar que juntos brindaron apoyo a Osama Bin Laden y hay se dice que Al-Qaeda se mantiene entre esos dos países.

En Turquía se encuentran ya más de un millón de afganos en los campamentos de refugiados, constituyendo el segundo grupo luego de los sirios, que como todos están a la espera de lanzarse al mar para llegar a Europa. Lo cual augura una replica de la situación catastrófica de 2015 cuando miles de migrantes murieron ahogados en el Mediterráneo.

Al oeste de Afganistán se encuentra Irán que ya alberga a tres millones de afganos. Por el norte están Turkmenistán, Uzbekistyán y Tayikistán, y el flujo migratorio ha sido derivado a Bielorrusia para en la región del Báltico, desestabilizar a Lituania y de paso a la Unión Europea. Ésta ha reaccionado ya enviando más de 36 millones de euros para regular a los cuatro mil afganos e iraquíes que actualmente buscan refugio y se espera la cifra aumente por los últimos acontecimientos.

También pueden optar por la República Popular China a través del corredor de Warshan, país donde las autoridades del Talibán ya han sido bien recibidas con simpatías por ese gobierno porque en su mira está la de neutralizar a los millones de uigur, los musulmanes sometidos que enfrentan encarcelamientos masivos, torturas y persecución de parte de los chinos. Por igual, Rusia también está dispuesta a acoger a migrantes afganos y a establecer relaciones con el gobierno Talibán.

Todo esto resulta muy confuso porque, este último país fue su enemigo cuando invadió Afganistán en 1979, luego fue depuesto el Estado Socialista que apenas había durado cuatro años (1992-1996) y todo empeoró con la proclamación del Estado Islámico. Así, hasta 2001 cuando como primera reacción de Estados Unidos para buscar a los responsables de los atentados del 11 de septiembre de 2001, invadió Afganistán al mismo tiempo que lo hizo en Iraq, dando lugar a una guerra sin cuartel apoyado por la OTAN y notablemente por Inglaterra; buscaban a Osama Bin Laden que apenas había permanecido una temporada allí, aunque terminó sus días en Pakistán en 2011.

En septiembre de 2020 en Qatar un acuerdo con representantes del Gobierno afgano, el Talibán y Estados Unidos se consideró que las fuerzas estadunidenses comenzaran a salir de Afganistán después de 20 años para que en la emblemática fecha del 11 de septiembre terminara dicho proceso. A casi un mes de la fecha acordada el Talibán tomó las ciudades importante y la capital. Lo acontecido en ese país es un fracaso, sentenció Ángela Merkel, la canciller de Alemania que participó también como parte de la OTAN en Afganistán.

Es difícil aceptar que los países involucrados no imaginaron que el proceso se daría ante el tan evidente como drástico debilitamiento de las fuerzas armadas del gobierno que supuestamente se componía de 300 mil elementos, pertrechados por los estadunidenses. Una cifra tan superior al de los insurgentes talibanes que debe ser aclarado, porque resulta inexplicable, que aún así éstos dominaron la situación. Es cierto que pudo influir la corrupción y prácticas como la venta de armas de los soldados a los rebeldes, incluso pasarse a las filas de los disidentes. Pero en su triunfo también debe considerarse la opinión de Carlos Navarro, director de Estudios de Proyectos Internacionales del INE, quien formó parte de una misión internacional de observación electoral en los comicios legislativos del 18 de septiembre de 2010, para quien “no se puede entender el fenómeno de los talibanes con armas e ideas extraños, son mucho más que eso: representan el sentir de amplios segmentos de la sociedad”.

Quizás habría que ampliar la explicación porque la diferenciación entre los afganos no es tan polarizada como se ve desde afuera escuchando las voces más próximas a Occidente que se repiten y amplifican. Afganos son quienes engrosan las filas del Talibán y quienes se les oponen estén o no tan cerca de los valores occidentales; la heterogeneidad es como la de cualquier otro país. En todo caso, también podría tratarse de la misma confusión señalada al comienzo de este artículo porque el presidente Biden dijo en un discurso el 11 de agosto pasado: “Los afganos deben tener la voluntad de luchar”, algo que han demostrado con creces porque no han dejado de hacerlo al enfrentarse unos contra otros, solo que en el mismo país y entre el mismo pueblo. Lo que resulta inadmisible es mantener la idea de afganos buenos y afganos malos.

Son muchas las preguntas que deben responderse ante la nueva crisis humanitaria a la vista en el Medio Oriente porque los millones de personas desplazadas, y de quienes buscan refugio en otros países porque se debe a que Afganistán no tiene nada que ofrecer a sus ciudadanos. Los discursos salen presurosos de los políticos de Europas y Estados Unidos que ofrecen estudiar las solicitudes de refugio para recibir a miles de refugiados. En los hechos prevalecen las dificultades para salir y las reticencias de los países que no quieren un compromiso semejante al que debieron asumir con los expulsados por la guerra en Siria.

Colocado Afganistán en el lugar 115 del desarrollo entre 196 países y superviviente apenas debido a su alta producción de heroína que paradójicamente coloca en el mercado internacional, principalmente el europeo, el país exhibe ahora su incierto futuro. Quizás bastaría que Rusia, Arabia Saudita y Emiratos Árabes amenazaran con un bloqueo de alimentos para que las nuevas autoridades de Afganistán desistieran de sus intenciones de limitar las libertades y sojuzgar aún más a las mujeres. Los discursos de los líderes políticos del Talibán ofrecen lo que Occidente quiere escuchar, no hacerlo y volver a las normas de hace veinte años puede significar una sublevación social y el desencadenamiento de una guerra civil tan destructiva para la sociedad como otras en la región.