Cultura

“A veces queremos que la literatura sea antídoto contra los engaños de la vida”: Antonio Muñoz

ENTREVISTA. “Este mundo tal como es no puede sobrevivir al despilfarro de los recursos naturales que son insustituibles. Una revolución de no hacer o de hacer lo menos posible, sólo lo necesario, de hacer cosas satisfactorias pero no productivas, es una rebeldía”, asevera Antonio Muñoz Molina.

ENTREVISTA. “Este mundo tal como es no puede sobrevivir al despilfarro de los recursos naturales que son insustituibles. Una revolución de no hacer o de hacer lo menos posible, sólo lo necesario, de hacer cosas satisfactorias pero no productivas, es una rebeldía”, asevera Antonio Muñoz Molina.

“A veces queremos que la literatura sea antídoto contra los engaños de la vida”: Antonio Muñoz

“A veces queremos que la literatura sea antídoto contra los engaños de la vida”: Antonio Muñoz

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

"Uno a veces quisiera que la literatura fuera un antídoto contra los engaños de la vida, de la publicidad, de la política, del tedio; que el arte fuera como un campanazo que te quita la distracción y te hace fijarte de verdad en las cosas", señala Antonio Muñoz Molina (España, 1956) en entrevista con Crónica a propósito de su reciente novela Tus pasos en la escalera.

En dicho libro, editado por Seix Barral, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2013 aborda el tema del tiempo a través del narrador quien está esperando a que su esposa, Cecilia (una neurocientífica) lo alcance en Lisboa, donde la espera junto con su mascota Luria.

—¿Por qué define la lectura como una vagancia sin monotonía?

—Hay que tener en cuenta que el mundo moderno capitalista es un mundo en el que hacer nada productivo inmediatamente es considerado pecado. El protagonista de la novela es un hombre que ha trabajado de la manera actual, en la crueldad del sistema capitalista. Es decir, ha trabajado toda su vida, ha sido opresor, ha sido oprimido, ha vivido para el trabajo y de pronto se encuentra diciendo: ya no quiero trabajar.

“Inicia una rebeldía porque ha llegado a la conclusión de que puede tener menos necesidades, digamos que encontró una especie de paraíso barato: compró un departamento con una pequeña terraza donde cultivará sus alimentos”, indica.

Ese planteamiento es para Muñoz Molina una fantasía literaria pero también un proyecto político.

“Este mundo tal como es no puede sobrevivir al despilfarro de los recursos naturales que son insustituibles. Una revolución de no hacer o de hacer lo menos posible, sólo lo necesario, de hacer cosas satisfactorias pero no productivas, es una rebeldía”, asevera.

El también autor de La noche de los tiempos confiesa su afición por leer sobre las culturas nativas.

“Me interesa mucho el arte de esas culturas, su metodología y visión del mundo. Entonces, leyendo sobre ellas encontré que hay tribus como al suroeste de Estados Unidos en donde no hay una palabra para designar tiempo. A nosotros nos parece que son cosas naturales porque así nos lo enseñan”, comenta.

En esa inercia de lo natural, Muñoz Molina lo ejemplifica con las ideas históricas que resultaron equívocas: que los hombres se pensaron superiores que las mujeres o la esclavitud durante el siglo XIX en Estados Unidos.

—¿El pasado es un espejismo?

—En la novela hay una muletilla: ‘dice Cecilia’. Cecilia le dice al protagonista que la memoria no es el pasado sino el futuro porque en contra de lo que él piensa —él  quiere reconstruir tantas imágenes del pasado—, le dice que la memoria sirve para encontrar patrones que permitan anticipar lo que pasará.

“El artista o el escritor a través de su sensibilidad quiere dar cuenta del mundo y el científico quiere hacer lo mismo, pero lo que el científico hace es socavar esas complacencias que puede tener la conciencia normal. La ciencia es el aliado máximo del deseo de quitar las distracciones y fijarnos de verdad en las cosas”, responde.

—¿Su novela también es un recordatorio de observar?

—Sí, de la contemplación de lo real, lo que vemos en la poesía antigua, lo que Virgilio plasma en las Geórgicas. Ahí hay una declaración de amor al mundo real, al mundo natural. Por ejemplo, cuando el protagonista está intentando ver el mundo desde el punto de vista de otros, sí, de otras personas, pero también de su perra o de los ratones con los cuales experimenta Cecilia.

En el ejercicio de observar, Muñoz Molina reflexiona sobre la destrucción del medio ambiente. “Mientras estaba escribiendo aparecían noticias sobre los incendios en California. Entonces, con la idea de que se acerca el fin del mundo, creo que hay muchos fines del mundo que ya han ocurrido. Por ejemplo, cuando se extingue una especie animal o vegetal ha sido el fin del mundo para esa especie, al igual que cuando se extingue una lengua o una comunidad nativa”, señala.

En Tus pasos en la escalera el personaje es arrastrado y, a veces, favorecido por acontecimientos históricos muy preciosos, es el caso de la caída de las Torres Gemelas (11S), el contagio por ántrax y los bombardeos en Afganistán.

“Había escrito sobre el 11S en el periódico cuando sucedió y yo estaba ahí, no había nadie más y tenía que escribir crónicas para El País. Después, hice Manzanas de Manhattan donde volví a hablar de ello, con el tiempo lo que fue un recuerdo periodístico se convirtió en memoria y empezó a darme materiales para la ficción. El amor es caprichoso porque con el 11S Cecilia no pudo volver a su departamento y empezó a quedarse con el protagonista”, detalla.

—¿Por qué nombrar a la perra Luria como el neurocientífico ruso?

—Luria investigó el funcionamiento de la memoria y tiene un extraordinario libro Pequeño libro de una gran memoria, que es el estudio de un extraño personaje en el que se basara Borges para Funes el memorioso.