Opinión

Acereros, un espejismo insostenible

Acereros, un espejismo insostenible

Acereros, un espejismo insostenible

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La derrota de Pittsburgh ante Washington en la semana 12 no sólo significó la caída del único equipo invicto en la temporada, sino el desplome de un espejismo que ya era imposible sostener. Durante las once semanas anteriores. Pocos quieren reconocer que los Acereros habían mantenido ese paso perfecto gracias en gran medida a que habían enfrentado a conjuntos que no son contendientes, escuadras con récord perdedor en su mayoría que, de una u otra manera, representaba una ventaja para los dirigidos por Mike Tomlin.

Sin embargo, pocos se detienen a observar y recordar lo difícil que fue para los Acereros ganar juegos aún contra esos equipos de baja calidad como Denver, Nueva York (Gigantes), Filadelfia, Houston, Dallas e incluso un muy mermado cuadro de Baltimore sin varios titulares a la ofensiva hace una semana.

De hecho, el mismo Tomlin declaró tras el encuentro que de jugar así no llegarían muy lejos, y miren que visión, pues una semana después cayeron ante otro equipo de media tabla para abajo como es Washington. Curioso, pero los cuatro equipos de la División Este de la Nacional, la más floja de la Liga, le dieron una cerrada batalla a los Acereros y al final terminó por perder su invicto ante uno de ellos.

Es cierto, Pittsburgh llegará a playoffs y quizá como primero o segundo lugar de la Conferencia Americana, pero ya en esa instancia no enfrentará a cuadros con marca perdedora. De hecho, lo que le resta del calendario bien puede ser el termómetro para medir el verdadero calibre de estos Acereros, pues tienen rivales muy difíciles de los cuatro que le quedan en el camino: Buffalo, Indianapolis y Cleveland.

Pittsburgh mantenía su invicto con alfileres desde hacía varias semanas y Washington se encargó de demostrarlo. Ahora es un buen momento para ver la calidad de entrenador que es Tomlin quien debe mantener la mentalidad y confianza de sus jugadores, porque una cosa es perder el invicto ante una potencia y otra muy diferente dejarlo escapar con un equipo de marca perdedora y que dicho sea de paso lo logró con su tercer mariscal de campo. Digo, tener una ventaja de 14-0 en casa, sólo anotar tres puntos en la segunda mitad y permitir que el rival marque 20 puntos sin contestación es de llamar la atención, ¿no creen?

LOS NÚMEROS NO CREAN LEYENDAS

La semana 12 de la NFL arrojó, como muchas otras, una nota de algún récord impuesto y esta ocasión le correspondió a Michael Thomas, receptor de Nueva Orleans. Se convirtió en el jugador que en la menor de cantidad de partidos alcanzó las 500 recepciones. La hazaña nadie se la discute o se lo menosprecia, después de todo efectivamente es un gran receptor y quizá esta entre los cinco mejores de toda la Liga, pero dicha marca nos sirve para armar una buena polémica al respecto de establecer récords que podríamos resumir en una frase: Los números no crean leyendas.

Es verdad que siempre existen excepciones a la regla, pero lo cierto es que no aquellos que poseen los mejores números en su posición fueron forzosamente los mejores como jugadores en un momento determinado. Porque lo hemos visto a través de los años que no siempre aquellos que ostentan tal o cual marca son los que hicieron la diferencia para sus equipos o marcaron una época para su franquicia y menos aún para la Liga.

Y ya que hablamos de receptores, muchos son los que se deshacen en halagos para Calvin Johnson, el llamado Megatron, quien jugó para Detroit hasta 2015 y efectivamente ostenta varias marcas en la posición, sin embargo, más allá de sus números la pregunta es ¿y qué más hizo, fue la diferencia para que su equipo lograra ganar un título divisional, un juego de playoff o algo muy especial? La realidad es no. Calvin Johnson no dejó de ser un gran jugador a secas y ya.

Si queremos aterrizar la discusión bien podríamos decir que los grandes jugadores no son los que suman y suman marcas personales, sino aquellos que son grandes en los momentos realmente importantes y le dan a su equipo ese plus en los momentos definitivos.

Si nos centramos en los receptores del momento, sin tomar referencia de las leyendas del pasado, podríamos argumentar que Tyrek Hill de Kansas City es mucho mejor que Thomas por una simple razón: sus recepciones han definido victorias y momentos en un campeonato. Otros bien podrían ser los alas cerrados George Kitle de San Francisco, quien ha ganado juegos con sus recepciones o Travis Kelce, también de KansasCity. Sin duda son hombres clave y que tal vez no figuran en la suma de marcas arrolladoras, pero si en su valía en los momentos en que se necesita que alguien haga la jugada que marcará la diferencia, es decir, ser esos llamados playmakers, como se les conoce en la NFL.

Lo hemos dicho y reiteramos, Thomas es un gran receptor, pero mucho de sus grandes números se deben, como sucede también ahora mismo con varios quarterbacks y receptores, a los cada vez más abiertos sistemas ofensivos. En 2019 Thomas logró 149 recepciones, pero aún con esos números ¿alguien se atrevería a decir que es mejor que Michael Irvin con Vaqueros, Jerry Rice con 49ers, John Stallworth con Acereros, Clif Branch con Raiders, Steve Largent con Halcones Marinos, Larry Fitzgerald con Cardenales o Kellen Winslow con Cargadores, por sólo nombrar algunos históricos?

Es verdad, cada quien es rey en su era, pero Thomas aún esta distante de esa denominación.

COMO VERDADERO VIDEOJUEGO

Durante la semana llamó la atención la nueva restricción que ha impuesto el todo poderoso comisionado de la Liga, Roger Goodell, al prohibir estrictamente todo tipo de reunión entre jugadores después de los encuentros, esto es, convivir tras ganar o perder, algo tan natural en un equipo. La señal ha sido clara: Termina el encuentro y cada quien a su casa. Las reuniones durante los siguientes dos días posteriores al juego sólo serán virtuales y hasta el tercer día podrán reunirse sólo para entrenar, para practicar, y nada más. De ahí a sus casas y estar listos para el siguiente compromiso.

Uno lee eso y basta razonar un poco para llegar a la conclusión de que no se trata de robots o máquinas de lucha y golpeo; son seres humanos que, aunque es su trabajo, son un equipo, una organización social, una unidad de entes pensantes que interactúan y no sólo brincan al campo para despedazarse con los rivales.

Sin embargo no todos lo ven así, y lo digo porque me llamó poderosamente la atención el comentario de un aficionado estadunidense que, en buena medida podría ser el sentir de la mayoría de la gente en aquel país. Se atrevió a decir que si les pagan millones de dólares es lo menos que pueden hacer: cuidarse, aislarse de todo el mundo (su familia) para mantenerse sanos y salir al campo cada fin de semana para entretener a la afición, “al fin y al cabo para eso les pagan mucho dinero, o no”.

Guau, vaya frivolidad de afición, pero es resultado de una mentalidad desechable que, en efecto, al igual que Goodell, ve en los jugadores a meros “muñequitos animados” en la pantalla del televisor al más puro estilo de aquel añejo pero muy divertido video juego llamado Street Fighter.

Y es que bueno, sobre la posibilidad de llevar a cabo la burbuja para los playoff, el comisionado ya se pronunció al respecto y fue tajante al decir que no la considera como tal, que en todo caso cada equipo deberá tomar sus medidas y quizá meter a sus jugadores a un hotel para que no se contagien durante ese periodo de la competencia.

Sin embargo, no han sido pocos los atletas que ya han manifestado su descontento y frustración al vivir ese encierro de gladiadores en los hoteles cuando van a otra ciudad, pues como señalan, es completamente extraño tener a sus compañeros a un muro de distancia, en la habitación de al lado y simplemente no poder charlar para cualquier cosa como tendría que ser entre compañeros de un equipo.

En fin, así es la realidad de esta extraña temporada, donde por cierto, baste decir que las Panteras de Carolina cerraron sus instalaciones por un brote de coronavirus, lo que podría llevar a una tercera semana consecutiva de reprogramar juegos y llevarlos a cabo los martes, como ya se esta volviendo costumbre.