Opinión

Al borde del abismo

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Al borde del abismo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La tragedia nos circunda; lo sabemos, pero no somos moralmente conscientes de ello. El encierro prolongado crea una diluida conciencia sobre la pandemia; la soledad, la intimidad, los pequeños placeres del hogar, inducen a un distanciamiento del dolor que se abate sobre nuestros semejantes.

Todo cambia cuando la muerte nos arrebata a seres queridos; es entonces que la pandemia adquiere su dimensión terrorífica. El dolor sacude nuestro ser moral, nos despierta del involuntario sopor y nos impulsa a informarnos sobre la forma en que se está combatiendo este mal universal.

Pude comprobar, por experiencia directa en esos días que en el valle de México no hay cupo en los hospitales; no hay camas, cuando sucede que se desocupa una, inmediatamente es vuelta a ocupar. Las limitaciones hospitalarias obligan a los enfermos a valerse de sus propios medios y a morir en sus casas. Esta realidad contradice las versiones oficiales.

Las autoridades federales han tenido una triste actuación en el manejo de la pandemia. El presidente de la república nunca ha asumido –no ha podido o no ha querido— el papel de líder de todos los mexicanos ni ha sido capaz de convocarnos a todos para enfrentar, unidos, la lucha contra esta terrible calamidad.

Como consecuencia, enfrentamos divididos y desconcertados la mayor catástrofe de los tiempos modernos. El presidente ha dado muestras de insensibilidad y de frivolidad ante un mal que arrasa con la vida y con los bienes de los mexicanos y que golpea, principalmente, a la parte más humilde de la población.

La lucha contra la pandemia exige un esfuerzo colectivo, de disciplina, de comportamientos uniformes y de ética solidaria. Es incomprensible, injustificable, que el presidente, la persona más prominente del país, haya rehusado a utilizar la mascarilla, ofreciendo un mal ejemplo para la prevención de la enfermedad.

Es muy triste ver, asimismo, que la estrategia federal contra el Covid 19 haya sido perjudicada por los intereses políticos y económicos particulares del presidente. Sin escrúpulo alguno, AMLO hace de la pandemia una bandera electoral y si el gobierno rehusó aplicar las pruebas de Covid 19 que se necesitaban en el inicio de la pandemia, lo hizo, atendiendo criterios mezquinos de ahorro en el gasto público.

El combate eficaz contra la pandemia exige la construcción de una voluntad colectiva unificada. En vez de tener eso, México está envuelto en una dinámica de confusión, de desinformación, de proliferación de mitos y prejuicios, en torno al mal que se enfrenta.

La vida pública se ha visto deformada con la presencia de una figura presidencial fuerte, autoritaria, no democrática, reacia al diálogo, que, no obstante, cuenta con gran apoyo público. Por añadidura, el ejecutivo frecuentemente toma decisiones caprichosas, irracionales, que no encajan en el orden lógico ni en el orden de la política democrática. No asomamos al abismo y, lamentablemente, hay muchos compatriotas que no se dan cuenta de esto.