Opinión

Alimentación, aprendizaje y sociedad

Alimentación, aprendizaje y sociedad

Alimentación, aprendizaje y sociedad

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Toda persona tiene derecho a una alimentación adecuada, premisa fundamental establecida en las normas nacionales e internacionales de derechos humanos, y, sin embargo, esto va mucho más allá del acto cotidiano de comer para que nuestro cuerpo realice sus funciones vitales; hablamos, primordialmente, del acceso a una alimentación permanente, equilibrada y diversa que proporcione los nutrientes esenciales para fortalecer nuestro organismo, incluso nuestro sistema inmunológico, tan imprescindible hoy en día, y así poder contar, desde la infancia temprana, con un adecuado desarrollo psicosocial, emocional, cognitivo, de comunicación y aprendizaje para una vida más sana y vigorosa.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, mejor conocida como FAO, 800 millones de personas padecen hambre, agravándose en áreas rurales e indígenas, donde se encarna despiadadamente la llamada paradoja del hambre: tres de cada cuatro campesinos la padecen, a pesar de que producen el 80% de los alimentos que se consumen en el mundo.

Por su parte la Organización de Naciones Unidas prevé que para 2030 se sumarán millones personas necesitadas de comida, lo que nos coloca en un panorama complejo para alimentar, de forma sostenible, a la población de aquellos países en donde prevalece la desigualdad y la pobreza, que para este 2021 se prevé sean 20 naciones que sufrirán hambre aguda e inseguridad alimentaria.

En este sentido, desde lo institucional, lo colectivo y lo personal, debemos emprender acciones preventivas o correctivas para evitar situaciones fatalistas y de grandes hambrunas que han azotado a varios países del orbe. Dentro de ello, llama la atención el esfuerzo realizado por un ambientalista de Orlando, Florida, quien hizo de su jardín un huerto, y que al replicarlo con otros vecinos sus respectivas cosechas fueron intercambiables, lo que además le permitió fomentar aquellos valores cooperativos y de sostenibilidad, que son el alma también de la economía solidaria.

Asimismo, toma gran relevancia el Programa Mundial de Alimentos (PMA-FAO), para conseguir una mayor seguridad alimentaria; prevenir el hambre en el futuro, y responder a emergencias alimentarias. En nuestro país este esfuerzo se establece en coordinación con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, a través del programa “Generación de Información Estratégica y Acciones Clave para Garantizar la Cadena de Suministro Alimentaria en México, durante y después de la Contingencia Sanitaria COVID-19, dirigido fundamentalmente a la población rural más vulnerable.

No obstante, además de que el Estado mexicano garantice (con acciones contra la desigualdad y la pobreza extrema) el derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad, y, en particular, a la satisfacción de las necesidades de la niñez sobre alimentación, salud, sano esparcimiento y educación para su desarrollo integral, establecido en el artículo 4° constitucional, también resulta de imperiosa necesidad que esta educación promueva una alimentación sana, nutritiva y variada a través del consumo equilibrado de cereales, tubérculos, frutas, verduras, leguminosas, carnes, mariscos y pescados, sin descartar la ingesta de insectos endémicos ricos en proteínas.

Nuestra educación también debe contrarrestar la promoción, venta y consumo de productos chatarras, que incluso llegan a generar el rechazo o el desperdicio de comida, debido a la transmisión o adopción de gustos y preferencias alejados de hábitos saludables, además de explorar la posibilidad de establecer, como práctica pedagógica elemental, pequeños huertos escolares y granjas-escuelas medioambientales.

Pero también, y, en consecuencia, deberá enfrentar el gran desafío de crear ambientes escolares, familiares y comunitarios favorables para la generación de una autentica cultura alimentaria y nutricional.