Opinión

AMLO, el decidido y el indeciso

AMLO, el decidido y el indeciso

AMLO, el decidido y el indeciso

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En sus primeros dos meses de gobierno, podemos constatar que Andrés Manuel López Obrador está muy decidido en algunos asuntos. En otros, parece decididamente indeciso.

Está muy decidido en consolidar su poder. De alguna forma ya lo había expresado desde antes de tomar posesión, con la encuesta-decisión de suspender el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, a pesar de todos los argumentos. Una manera muy particular de expresar que en el país manda él, y no los grupos empresariales.

También lo ha expresado abiertamente, en su idea de dejar claro que el Ejecutivo es un poder superior al Legislativo y el Judicial. No sólo tiene la mayoría en el Congreso de la Unión, sino que ésta dice y se desdice a partir de las instrucciones del Presidente. Se ha visto muy claramente en asuntos como el frustrado intento de terminar con las comisiones bancarias o las enmiendas a la iniciativa sobre la Guardia Nacional. Ante el Judicial, han sido claras las presiones, que derivaron ya en movimientos dentro del TEPJF, la pública admisión de que ha intentado influir en las sentencias y la intención de diseñar una Suprema Corte más a modo.

López Obrador está también muy decidido en cumplir sus promesas de campaña, aun cuando a veces sean contradictorias, y sin importar otros costos. Así, el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el programa de Jóvenes Construyendo el Futuro y los apoyos a adultos mayores han tenido prioridad.

Como prometió también finanzas equilibradas y no aumentar impuestos (incluso disminuirlos en la franja fronteriza, como ya lo decretó), ha habido unos ajustes tremendos en el presupuesto federal, para dar espacio a los programas de infraestructura del sureste y los apoyos social-asistenciales que están en las prioridades de gobierno. Si áreas de cultura y ciencia, los organismos autónomos o sectores clave como el educativo y el de salud sufren por ello, la consigna es ajustarse el cinturón. Si hay una importante cantidad de despidos en el proceso, son parte de los costos por llevar a cabo lo que, en su visión, es el renacimiento del sur-sureste y la ruta más rápida para hacer una sociedad menos desigual.

También está muy decidido en su apuesta por echar atrás la reforma energética e impulsar la economía del país con una lógica extractivista. Cree firmemente que la riqueza nacional proviene del petróleo y que hay –por lo tanto– que sacar a Pemex de la quiebra y reconvertirla en eje del desarrollo nacional, olvidarse de las energías alternativas y de cualquier asociación con privados. En este terreno, por cierto, es donde más se ha notado que lo que le interesa es la lealtad y el compromiso con el proyecto, y no la capacidad de los funcionarios.

Y, aunque parezca que esa materia está dando tumbos, se ve decisión en el vuelco a la política exterior. Menos multilateralismo y más nacionalismo, con una visión estrecha de la Doctrina Estrada, en la lógica de no-alineación que prevaleció hasta hace unas cuatro décadas. Se puede alegar que el mundo es muy distinto y que la política será contraproducente, si la intención es que México recupere presencia internacional. Lo que no se puede alegar es que hay un cambio ya decidido, y que tomará un tiempo matizarlo, si es que eso sucede.

Hay, en cambio, otros aspectos en donde ha primado la indecisión. Uno de ellos, la descentralización de las secretarías de Estado. Es posible que se esté analizando que los costos son muy superiores a los beneficios. Es un claro caso de cuando el caldo sale más caro que las albóndigas.

Uno más es el tema del combate a la inseguridad y a la delincuencia. El discurso sigue siendo el mismo: si se generan oportunidades honestas, se irá erosionando la cultura del delito. También, en el discurso, se acabó la estrategia de capturar a los capos del narcotráfico como eje.

Pero simultáneamente, están el proceso de creación de la Guardia Nacional, las mayores atribuciones de vigilancia al personal del Ejército y la Marina, las contradicciones en la estrategia contra el robo de combustible —que todavía no pega en el centro del problema ni logra recuperar el control real de las zonas afectadas— y las dificultades para combatir los delitos comunes, que pegan en la vida cotidiana de la población.

Como el propio discurso es contradictorio, la imagen de indecisión es una constante.

El combate a la corrupción es otro tema en donde AMLO se ha visto indeciso, aunque sea tema cotidiano en sus declaraciones. En la campaña declaró que no buscaría venganzas, pero su gobierno se ha topado, y se topará, con desfalcos notables, cuyos hilos siempre terminarán conduciendo a operadores con nombre y apellido.

En la medida en que vaya quedando claro que los hoyos generados por la corrupción afectan notablemente el trabajo gubernamental, es probable que la actitud cambie, porque una cosa es echarle la culpa de que las cosas no salen a una corrupción difusa y otra es hacerlo con personajes de cierto peso.

Finalmente, López Obrador está en una encrucijada ante compañeros de viaje y aliados políticos que le están dando dolores de cabeza y le pueden generar más. Uno ya dio la cara, y es la CNTE, que lo ha chantajeado de manera vil. No les basta el diálogo ni las prebendas: no tienen llenadero y están en actitud de provocación. Pero AMLO todavía no decide.

Quienes más problemas pueden generar, en el mediano plazo, son las autodefensas que ahora se denominan amlistas. No sólo son un problema para la instauración de un estado de derecho. Lo son en una relación clave para el Presidente: la que tiene con las Fuerzas Armadas.

fabaez@gmail.com
Twitter: @franciscobaezr