Escenario

Amor a segunda vista: El desafío de enfrentar el olvido

Si hay un sentimiento que ha sido profundamente explorado en las artes, especialmente en el cine, es el amor.

Si hay un sentimiento que ha sido profundamente explorado en las artes, especialmente en el cine, es el amor.

Amor a segunda vista: El desafío de enfrentar el olvido

Amor a segunda vista: El desafío de enfrentar el olvido

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Si hay un sentimiento que ha sido profundamente explorado en las artes, especialmente en el cine, es el amor. Ha sido sobre explotado en la historia con sus propios géneros como el romance o la comedia romántica, y en ese sentido ha sido muy satisfactorio que aún hay creativos que se empeñan en abordarlo en una búsqueda de salir del cliché, en el que se puede caer fácilmente.

Aunque se ha tocado en muchos filmes el tema de aprender a valorar a la persona que se ama, el realizador Hugo Gélin nos ofrece en Amor a segunda vista, una historia capaz de persuadir a los espectadores con la moraleja gracias a que los personajes están construidos con humanismo y se da licencias fantasiosas para jugar con la narrativa colocando a los personajes en situaciones en las que enfrentan su concepción del amor.

Apoyado por los guionistas Igor Gotesman y Benjamin Parent, que se encargan de hacer un juego de diálogos en el que los personajes crean una tensión emocional a partir de la contención, es decir, de lo que queremos pero no estamos seguros de que sea correcto decir, tenemos una historia que invita a reflexionar sobre qué de nuestra vida no hemos sido capaces de valorar o de compartir, por cegarnos a creer que nuestros sueños han sido cumplidos.

La película nos cuenta la historia de Rafael (François Civil) es un joven estudiante al que le apasiona escribir. Sin embargo, es demasiado tímido como para que sus novelas vean la luz. Un día conoce a Olivia (Joséphine Japy), mientras escucha las teclas de un piano. De inmediato hay una conexión especial que los lleva a construir una bella historia: viven juntos, se casan y ella se empeña en que Rafael cumpla su sueño de escritor. Pero el paso del tiempo es despiadado y cuando él comienza a probar las mieles del éxito ella ha dejado de ser una prioridad en su vida.

Cuando ella decida confrontarlo, algo cambia en esa noche. La historia que él hizo literatura inspirada en su historia, da giros nuevos debido a sus emociones confusas. Al despertar, se da cuenta que está sumergido en el olvido. Se ha convertido en un completo extraño para su mujer. Algo mágico ha pasado y ahora se encuentra en una realidad en la que nunca conoció a Olivia, en la que es ella la que ha cumplido sus sueños. Decidido a recuperarla la historia se plantea la pregunta de ¿cómo hacerle para que el amor de tu vida recuerde que tú eres el suyo también?

La película no escapa de ciertas zonas comunes propias de la comedia romántica pero su historia es un dilema que esperas saber cómo se va a resolver. El guión y el talento actoral consiguen superar los artificios rosas que pueda ir generando ya sea con momentos de humor, de dulzura, de descubrimiento o de sutiles pero importantes reflexiones sobre las consecuencias del olvido, el amor y el pasado.

La historia no innova, ni lo pretende. Pero sí se esfuerza en mostrar destellos de originalidad. Plantea dilemas morales que no dejan al espectador indiferente y sobre todo, juega con las expectativas de las posibilidades con las que se puede resolver. Sin duda una grata sorpresa, para aquellos que necesitan resolver temas de la mecánica del corazón. Calificación: Palomera.ESTRENOCyrano mon amour: El amor al teatro llevado al cine

Son pocas las ocasiones en las que el público tiene la oportunidad de conocer las entrañas de un espectáculo teatral, un universo de imperfecciones humanas que al mezclarse logran concebir historias sobre el escenario que traspasan épocas e ideologías, o al menos así es como lo plantea el actor, guionista y director franco-británico Alexis Michalik.

Cyrano Mon Amour, protagonizada por Thomas Solivérès, Mathilde Seigner y Olvier Gourvet, nos transporta al París de 1897, donde un poeta de bajo calibre llamado Edmond Rostand intenta salir de su crisis creativa, económica y familiar a través de la colaboración con el actor Constant Coquelin, con una puesta en escena que se estrenaría en diciembre de dicho año pero la cual no ha sido escrita aún.

Cyrano de Bergerac es la historia que Edmond intentará escribir y montar antes de su fecha de estreno, acompañado de las desventuras que pueda tener el entorno tras el escenario. Con un guión más que divertido, y un ritmo vertiginoso por momentos, el filme intenta describir al teatro como un ente con vida propia, que parece funcionar con los desperfectos del ser humano.

Con una producción que atrapa de forma inmediata al espectador, nos remontan a una época de transición artística, donde el cine comenzaba sembrar la curiosidad con sus avances tecnológicos, y el teatro aún era la máxima forma de entretenimiento.

La vida teatral ha sido retratada en algunas ocasiones en la pantalla grande, como es el caso de Shakespeare in Love (1998) o Birdman (2014), sin embargo, el tono de comedia y personajes que observamos en esta propuesta francesa nos acerca a una comunión más estrecha con la maquinaria detrás de un escenario.

Todo es reducido a pequeños momentos de inspiración, casi mágicos, que intentan crear una empatía con cada uno de los roles que conforma a una de las ramas de las artes escénicas, mostrando un evidente amor a la vida teatral. Ambas películas forman parte del 23 Tour de Cine Francés. (Rivai Chávez)