Opinión

Análisis del exceso de mortalidad por COVID-19

Análisis del exceso de mortalidad por COVID-19

Análisis del exceso de mortalidad por COVID-19

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Roberto Gutiérrez Rodríguez

Entre enero y julio de 2020 el número total de personas fallecidas en el país superó en 125% al promedio de los periodos semejantes de los cinco años previos, lo que quiere decir que, en materia de fallecimientos por COVID-19, México podría no encontrarse en el cuarto lugar mundial, debajo de Estados Unidos, Brasil y la India, sino en el tercero.

Si el exceso de mortalidad del país se promedia por mes, aún eliminando posibles sesgos de sobrestimación, se hace evidente que la principal causa de muerte en México a partir del segundo trimestre de 2020 ha sido la COVID-19, por arriba de las enfermedades del corazón, los tumores malignos (cáncer), la diabetes mellitus, los homicidios y los accidentes de todo tipo.

No obstante existir una clara subcontabilización de las personas fallecidas por COVID-19, cuya cifra oficial debería ser multiplicada por un escalar cuyo rango va de 1.55, en el caso más optimista, a 2.8, en el pesimista, el número de contagiadas se subestima aun más, de acuerdo con diferentes cálculos elaborados que he elaborado en un ensayo que se encuentra en proceso de publicación. Esto se debe a la forma en que se registran u omiten de los registros a los fallecidos, lo que conduce a que México tenga la más alta tasa de letalidad del mundo, 9.1% al cierre de mayo de 2021.

A pesar de que tanto el número total como la estructura de edades de las personas contagiadas es la misma entre hombres y mujeres, en relación con nuestras estimaciones, no sucede igual con los fallecimientos, en los que la relación hombre-mujer es de 2 a 1. Ello quiere decir que, aunque la susceptibilidad de los organismos masculino y femenino a contraer el SARS-CoV-2 es la misma, difieren en la capacidad de reacción de su sistema inmunológico frente al virus, en gran medida debido a que las mujeres tienen una carga de factores de comorbilidad marcadamente inferior a los hombres, como se deduce del documento “Características de las defunciones registradas en México durante enero a agosto de 2020” (INEGI, enero 27 de 2021).

Por supuesto, la diferencia es aún más marcada entre personas jóvenes, adultas y muy adultas. A ello obedece que, en el rango de 0 (nonatos) a 29 años, e independientemente del sexo, hayan representado apenas 1.3% respecto al total de fallecidos hasta el 22 de mayo de 2021, y las de entre 45 y 79 años, 78%. Por tanto, mientras la esperanza de vida para las personas de hasta 29 años que contraen el SARS-CoV-2, estimada como el complemento de la tasa de letalidad por estrato de edad, fue de 99.3% en promedio, la de aquellas que se encuentran entre 80 y 94 años fue de 52.7%, resultando más baja en los hombres (47.6%) que en las mujeres (58.5%).

Asimismo, aún entre niños de entre 0 y 4 años, la pandemia ha cobrado un número de víctimas que a todas luces es alto: 339 hasta el 22 de mayo de 2021, de las que 186 fueron hombres y 153 mujeres.

Aunque las distribuciones en forma de campana de Gauss de los fallecimientos hasta el 4 de abril de 2021, y de esa fecha hasta el 22 de mayo siguiente son similares, se aprecia una ligera disminución en la parte superior de la figura, lo que evidencia que las personas están muriendo a una edad menor, en línea con la apreciación internacional de que las variedades inglesa, sudafricana, brasileña, india y andina de la COVID-19 (no necesariamente todas con presencia en México) atacan a personas más jóvenes.

Empero, al haber avanzado el proceso de vacunación entre marzo y mayo de 2021 a un ritmo promedio de cerca de 350 mil vacunas diarias, llegándose en algunos días a casi 800 mil, es comprensible que los contagios y fallecimientos hayan disminuido sensiblemente.

Lo anterior no implica que no pueda observarse una reversión del proceso; es decir que, al igual que en Sudamérica, Europa, India y otras regiones del mundo, se experimente una tercera ola, motivada por la movilidad nacional e internacional, la apertura apresurada de la economía, los eventos masivos y, en general, el relajamiento de las normas que entre finales de enero de 2021 y la última semana de mayo del mismo año permitieron que los números promedio de contagios y fallecimientos por COVID-19 bajaran de 15,000 y 1,500 en la primera etapa a 2,000 y 200 en la segunda.

Finalmente, a partir de las cifras reportadas por la Secretaría de Salud durante la semana que concluyó el 22 de mayo, quedó claro el peligro de la reversión antes descrita, ya que por una parte el promedio diario a siete días de los contagios subió a 2,680 y el de fallecimientos a 315, patrón que no se apreciaba desde hacía varias semanas; y por otra, tres estados de la República revirtieron sus acciones de apertura: Campeche, donde los niños regresaron a sus casas a tomar clases a distancia, luego de un mes de práctica presencial; Nayarit, donde ya no se llevó a cabo el regreso presencial a clases, y Quintana Roo, donde se dieron a conocer nuevas medidas para frenar el avance renovado de la pandemia.

Complementariamente, en la semana concluida el 29 del mismo mes, se informó que en otras cinco entidades los contagios habían regresado a tasas positivas de crecimiento: Yucatán, Tabasco, Colima, Baja California y Baja California Sur. Queda claro que con 15.6 millones de personas con esquema completo de vacunación, que representan12.3% de la población, se está muy lejos del 75% necesario para alcanzar la “inmunidad de rebaño”. Al un ritmo de 350,000 vacunas diarias, y suponiendo que no haya interrupciones en el suministro, esto sucedería hasta mediados de enero de 2022.

* Roberto Gutiérrez Rodríguez es Jefe del Departamento de Economía de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana