Opinión

Ardores clasistas y Vitacilina

Ardores clasistas y Vitacilina

Ardores clasistas y Vitacilina

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Indudablemente vivimos un tiempo dominado por la polarización.

Baste una mirada superficial al Perú para darse cuenta de esto. Sea suficiente también la diatriba de López Obrador en contra de las clases medias cuyos anhelos de superación son simples destellos aspiracionistas, como si la historia de la humanidad no fuera sino la aspiración a alguna cosa, material o no.

Si no existiera la intención de mejorar, seguiríamos en cavernas.

Por los deseos de superar una circunstancia adversa se han dado en la historia las migraciones. Ha habido quienes salen de España y vienen a vivir a Tabasco, por ejemplo.

Hasta los cristianos --como el presidente--, aspiran a la gracia divina. ¿O no?

En América Latina la división entre la gente “decente”, es decir los ricos o propietaria, siempre ha estado determinada por cuestiones étnicas. De ahí se derivan los conceptos, " decente” y “pelado”; tan peyorativo como la chusma.

Seguramente eso quiso decir el presidente Fernández de Argentina cuyas luces intelectuales son de muy bajo voltaje, cuando aludió al viejo y mal contado gracejo de los argentinos y el barco.

Pero en la actual coyuntura política, cuando media ciudad de México le dio la espalda a Morena y su pésimo gobierno urbano --puras ocurrencias fallidas y “bicicleteras”, entre la insuficiencia y la escasez de agua--, las divisiones ideológicas o de clase, se han erigido como explicación ante el desastroso rechazo.

¿Sólo ahora; después de una treintena de años de gobiernos de izquierda la ciudad es clasista?

Yo no creo en la aristocracia de Azcapotzalco ni he hallado (a pesar de vivir ahí) la opulencia total de la alcaldía Álvaro Obregón. No veo supremacistas ni en el caldo tlalpeño. Como Andrés Manuel en la “warrior”, yo viví muchos años en Nonoalco, muy cerca del patio de “Los olvidados”.

Y no he visto la conversión al clasismo de esas colonias proletarias, cada vez más degradadas por el mal gobierno --como por ejemplo Santa María “La Ratera” --; con falta de inversión y tugurios expansivos.

--¿Clasismo contra su propia clase Morena?

Más bien creo en el aprovechamiento del rencor presidencial. De clase o sin clase, como sea.

En varias ocasiones el presidente ha abierto su pecho sin bodega, y ha contado la misma historia. Era jefe de Gobierno y había ido a una gira a Santa Fe. Cerca de la entrada al paseo de los Ahuehuetes, junto a una réplica de una cabeza Olmeca, una mujer le gritó desde la ventanilla de un auto:

--“¡Andrés Manuel”; eres un naco”.

Más allá de la relativa dimensión de la injuria (si "naco" fuera una injuria), el episodio de quedó en la memoria del actual presidente tanto como para relatarla y ponerla --una y otra vez--, como ejemplo de ese clasismo cuya dimensión ahora toma estatura de desgracia política en el primer gran rechazo masivo de la ciudad contra la izquierda.

¿Habrá percibido esa anónima gritona el daño emocional provocado por ese insulto artero? ¿Se imaginó causar un resentimiento imborrable (ni con Vitacilina) por tan inocua ofensa?

Seguramente no, porque desde el fondo de la memoriosa caja de sus recuerdos, el presidente la cita y la vuelve a citar. ¡Cuánto dolor!

COMERCIO

El gobierno y sus dotes de comerciante.

Adquiere, por 650 millones de dólares, media refinería cuyos pasivos suman 900. Es decir, compra la mitad de la usina, pero se queda con toda la deuda.

“Big bussines”. Ni Rockefeller.

Y luego vende un avión destartalado (y me consta porque en él volé de China a Arabia Saudita; España y Rusia en una veintena de años), en 65 millones de pesos, lo cual es buena forma de tirar la chatarra.

Porque el avión “Juárez”, en su tiempo también criticado, le sirvió a De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña. Muy fatigado, muy reconstruido una y otra vez.