El mito del artista “auténtico”, que se entrega con pasión a su arte sin hacer concesión alguna ha mutado hoy día hacia alguien quien produce arte difícil y subterráneo, pero con potencial de mercado.

Después del fiasco global del Formalismo Zombie con “artistas” como Christian Rosa, David Ostrowski, Oscar Murillo, Lucien Smith, etc., y ante el cambio de paradigmas que ha acelerado el COVID-19, mucho arte decorativo y políticamente correcto tiene como rival artistas que retan tanto al mercado como al dócil artista “crítico” amaestrado por curadores, museos e instituciones.

Artistas globales como Huma Bhabha, Thomas Hirschhorn, Joel-Peter Witkin, Luis Cruz Azaceta, Allison Schulnik, etc., producen sin mayores alcances historiográficos una original objetualidad estética atractiva para el mercado, pero cuya franqueza o relativo anti-decorativismo repele a mucho coleccionista. Otra vía que se ha abierto, es el Arte Outsider que desafía al canon del arte moderno y contemporáneo con Felipe Jesus Consalvos (1891-c.1960) —quien compite en importancia con Max Ernst (1891-1976) o Josep Renau (1907-82)—, Eugene von Bruenchenhein (1910-83), el fenómeno Judith Scott (1943-2005) o vinculados al Folk Art como James Castle (1899-1977), Mary Tillman Smith (1904-1995) o Bill Traylor (1853-49). En nuestro país, tenemos al Programa Excepcionales en el Museo Morelense Arte Contemporáneo Juan Soriano, que inició en el 2020 con una exposición de F.J. Paredes.

En México la expo Monstruosismos, 2016-17, MAM, se completa con José Clemente Orozco (1883-1949), Francisco Goitia (1882-1960), Manuel González Serrano (1917-1960) y hasta Teresa Margolles, Miguel Ventura, Berenice Olmedo, Moris, Carlos Santos, Armando Martínez, José Luis Sánchez Arriaga, Iván Villaseñor, Alfonso Zarate, Rodrigo Echeverría, etc., ¿Diversidad de productos en el mercado igual a irrestricta libertad de expresión?, ¿La representación estética es un simulacro que siempre será burgués? ¿Ser “auténtico” es sólo hacerse el difícil?

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