Opinión

Autonomía: Única consigna

Autonomía: Única consigna

Autonomía: Única consigna

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

“Si la esencia de la Universidad es la investigación,

¿cómo es que podremos declarar a priori un credo?”

Antonio Caso

Algo alarmante sucedió a principios del actual sexenio cuando, al dar a conocer el proyecto de la dos veces mal llamada “Reforma Educativa”, resultó que había desaparecido la fracción VII del artículo tercero de nuestra Constitución Política, precisamente aquella donde se reconoce la autonomía universitaria.

Afortunadamente el susto no duró mucho, el gobierno salió con prontitud a explicar que este lamentable evento se había tratado de una simple pifia mecanográfica y los festejos por los 90 años de la autonomía se retomaron con un leve sentimiento de incomodidad.

La historia de la Universidad Nacional, es larga, compleja y apasionante. Para muestra, es de subrayarse un debate memorable acontecido entre dos tanques del pensamiento, que tuvo lugar en un momento muy significativo para la definición ideológica del sistema educativo en nuestro país.

En septiembre de 1933, durante el “Primer Congreso de Universitarios Mexicanos”, Vicente Lombardo Toledano, representante del marxismo de la época, vertía hábilmente los argumentos mediante los cuales pretendía sustentar la idea de, en pocas palabras, sustituir el concepto de educación laica por una de carácter socialista.

Por su parte, el antiguo miembro del Ateneo de la Juventud, Antonio Caso, invitado a defender la postura opuesta, se mostró como un férreo defensor del carácter cultural de la Universidad por encima de todo sectarismo: “La Universidad de México es una comunidad cultural de investigación y enseñanza: por tanto, jamás preconizará oficialmente, como persona moral, credo alguno filosófico, social, artístico o científico.”

86 años después, a unas semanas de que inicie la pugna por la continuidad o la renovación de la Rectoría en la UNAM, se vienen escuchado algunas voces que acusan la intención del partido gobernante por colocar a un candidato propio, a guisa de ejemplo aparece reiteradamente el nombre de John M. Ackerman, esposo de la titular de la Secretaría de la Función Pública, sin reunir los requisitos de elegibilidad, este despropósito acabaría con la ya tradicional autonomía universitaria.

Ante estas especulaciones, valdría la pena tener en mente lo que apuntaba Justo Sierra, El Maestro de América, en su discurso inaugural de la Universidad Nacional en 1910 (un panegírico que en su momento fue catalogado por el periódico El Imparcial, como el mejor discurso de aquel siglo que apenas llevaba diez años): “Cultivar voluntades para cosechar egoísmos, sería la bancarrota de la pedagogía”.

*Coordinador del Grupo Parlamentario del PRD en el Congreso de la Ciudad de México@jorgegavino