Opinión

Biotecnología en la agricultura

Biotecnología en la agricultura

Biotecnología en la agricultura

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
*Dra. María Valdés Ramírez

Antes de la toma de posesión, el presidente López Obrador hizo referencia a algunas acciones prioritarias para fortalecer el desarrollo agrícola del país: “Poner en marcha un nuevo modelo de financiamiento para la autosuficiencia alimentaria. Impulsar la innovación tecnológica y la asistencia técnica a ras de tierra para todas las unidades de producción agropecuaria. Lograr la soberanía alimentaria. Impulsar una agricultura basada en el conocimiento, fortaleciendo el sistema de innovación”.

Ahora bien, en relación con la autosuficiencia alimentaria, México tiene dependencia tecnológica de otros países en la producción de alimentos, por ejemplo la importación de maíz del 2018 fue de 16 millones 500 mil toneladas (Grupo Consultor de Mercados Agrícolas). Todo este maíz está modificado genéticamente; es decir, es maíz transgénico. La única manera de reducir esta dependencia es hacer nuestra propia investigación.

En este sentido, la calidad del suelo es fundamental para una agricultura sustentable, un factor crucial son los microorganismos del mismo, entre ellos están los hongos micorrízicos, microorganismos a los que las mismas plantas alojan en sus raíces y que les acarrean a las mismas todos los nutrientes del suelo, especialmente los iones inmóviles como es el fósforo.

Otros microorganismos del suelo importantes en la salud de la plantas son ciertos bacilos (Bacillus thuringiensis) que producen compuestos que aniquilan diferentes insectos plaga. Estos compuestos son absolutamente específicos para cada insecto. Algunos laboratorios en diferentes países, incluido México, propagan estos bacillos que producen una gran cantidad de esporas, las que se asperjan en las plantas para eliminarles las plagas.

Por otro lado, los genes que codifican para estos compuestos insecticidas provenientes de esta bacteria han sido aislados y los han introducido al genoma de algunas plantas para que ellas directamente se defiendan de los insectos, evitando así el uso de insecticidas que han mostrado ser muy tóxicos para las personas que los aplican y además acaban con otros insectos importantes para las plantas como son los polinizadores, entre ellos las abejas. A las plantas que poseen estos genes se les conoce como plantas transgénicas. Ahora bien, a las plantas de la siguiente generación ya no hay necesidad de introducirle genes foráneos.

Gracias a las plantas resistentes a plagas se ha reducido la aplicación de miles de toneladas de plaguicidas altamente tóxicos y mucho más carcinógenos que el glifosato.

En México existe un grupo importante de científicos, tanto en la UNAM como en el Cinvestav, reconocidos internacionalmente por la calidad de su trabajo, con capacidad de producir tecnologías propias para generar organismos modificados genéticamente (OGM) que pueden lograr una agricultura sustentable.

Nuestros científicos han generado cultivos que requieren 50 por ciento menos fertilizantes para lograr una productividad óptima y no requieren de herbicidas para el control de las malezas. También han generado líneas de maíz tolerantes a la sequía y a las bajas temperaturas.

Lo anterior se ha logrado gracias al sistema de modificación o edición genómica conocido como CRISPR (Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Interespaciadas) con lo que es posible modificar el genoma de las plantas con gran precisión. Así se les puede conferir ventajas de crecimiento frente a sequías, incremento del rendimiento, protección contra infecciones por plagas, etc. Esta ­herramienta ha tenido impacto en todas las áreas de la biotecnología.

Más allá de la agricultura, en los últimos años, se han desarrollado nuevas tecnologías con el propósito de mitigar los efectos del cambio climático producidos por la ganadería, actividad que, de acuerdo con la ONU, produce una enorme cantidad de contaminantes. En Estados Unidos y en Europa algunos científicos han desarrollado alternativas a la carne natural, es decir, carne cultivada en el laboratorio utilizando técnicas de cultivo celular (llamada labricultura). Con esto se   reemplaza el sacrificio y en muchos casos el maltrato de animales. La producción de esta carne artificial reduce en un 87% el uso del agua, en un 96% el uso del suelo y en 92% la contaminación  (Livestock, Environment and People Program, Oxford Martin School).

Otra novedosa tecnología es la producción de proteínas de una manera más limpia y económica. Por ejemplo, la producción de una proteína (llamada Quorn) que se obtiene del hongo Fusarium venenatum que se cultiva en condiciones asépticas, en tanques para microorganismos. Esta proteína contiene todos los áminoacidos escenciales necesarios al humano. El producto es popular en varios países como el Reino Unido (donde se inventó), Estados Unidos, Francia y Alemania.

En nuestro país, se podría además, explorar la diversidad genética ya existente en los cultivos básicos, como el maíz, frijol, chile o aguacate. De esta manera se podrían encontrar las versiones de sus genes que favorecen la productividad.

La biotecnología se ha desarrollado de una manera extraordinaria gracias a los avances en biología molecular y celular, en bioinformática y en genética.